LOS CACTUS PINCHAN
Hola, buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Llevaba en las manos un cactus con espinas muy finitas
y hasta suaves, lo iba a cambiar de lugar cuando se me giró el tiesto y el cactus
cayó sobre mi mano. No me pinché, no es de los que pinchan cuando los tocas.
Pero después no podía cerrar la mano o juntar una a
otra, pues algo punzante sentía por todos los sitios y es que el cactus parecía
que no pinchaba pero, al mirar las manos a la luz, estaban llenas de montones
de pinchos muy finitos por todos los lados.
No podía quitarlos uno a uno, intenté lavándome las
manos pero seguía pinchando. Al final, cogí un trozo de cinta adhesiva y fui
pegando y despegando por todas partes; se iban adhiriendo hasta que finalmente
ya no los sentía y había quedado libre de pinchitos.
¿Cómo tienes tu corazón? ¿Qué te “pincha” en él cuando
piensas en algo que te recuerda a esa situación o sientes debilidad?
A veces los pinchos parecen tan finos que nos queremos
hacer fuertes conviviendo con ellos. Pero Cristo no quiere eso para ti. Él ha
muerto, ha resucitado por ti para entrar en todos esos rincones que te
“pinchan” en el corazón, cogerlos sobre Él y devolvértelos resucitados.
Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre, y puede
quitarte esa espina que te acompaña. ¿Qué hacer? Dejar de intentar ser fuerte y
confiar en Él; deja que sea fuerte en ti, que entre en tu vida y que te
acompañe. Si te ha mostrado la espina, te mostrará el camino para que
desaparezca.
Hoy el reto del amor es que muestres tus “pinchos” a Cristo. Acércate a una iglesia, a una capilla que tengas cerca del lugar donde estás de vacaciones o de tu trabajo. Siéntate con Él y entrégale todo lo que te está pinchando, ábrele la puerta para que camine contigo; descubrirás que hace nuevas todas las cosas.
VIVE DE CRISTO
¡Feliz día!
Fuente: Dominicas de Lerma