El divorcio de sus padres le hizo regresar a Cristo. De un profundo ateísmo, Ivone Mieles pasó a dedicar su vida como misionera después de consagrarse a la Virgen.
Ivone
Mieles tiene 25 años y hasta enero vivía en su Ecuador natal, donde tenía un buen trabajo como politóloga.
Siempre le gustó estudiar y quería a su familia, sin embargo, en la
escuela, conoció algunas corrientes filosóficas que le cambiaron por completo:
quería ser independiente y
se volvió triste, depresiva y se alejó de la fe hasta volverse atea
por completo.Ivone Mieles. Dominio público
El
divorcio de sus padres le hizo acudir desolada a Cristo y con 16 años, escuchó una
llamada que ha venido a seguir desde Madrid: es misionera, y cómo cuenta en Mater Mundi,
lo será para siempre.
Cautivada por una peligrosa corriente
filosófica
Ivone
nació y se crio en Ecuador. En su país natal, dice, “la mayoría de las familias son católicas pero no practican su fe”.
En
su caso, su familia iba a misa tan solo en las fiestas importantes o tras el
fallecimiento de un ser querido. “Hicimos los sacramentos porque era parte del
ritual familiar. De hecho, yo
hice la comunión obligada, y lo último que tenía en la cabeza cuando recibí
a Jesús era precisamente Él”, explica.
Durante
su adolescencia, a Ivone siempre le gustó mucho estudiar, y atendía
especialmente a las explicaciones en su clase de filosofía. “Durante una
explicación, me enamoré de
una corriente que me volvió atea”, explica. “Era un colegio católico, y cuando rezábamos, yo no decía nada. Primero dejé de creer en la
Iglesia y finalmente de rezar, incluso las pocas oraciones que mis padres
me habían enseñado”.
Creía que siendo independiente podría
ser su propio dios
“Aquella
filosofía me hacía pensar que yo
era mi propio Dios, independiente, capaz de decidir todo lo que pasase
en mi vida. Me rodeé de un grupo de amigos que apoyaban ese abandono de la fe,
y me volví depresiva, triste y solitaria”, confiesa.
“En
el colegio, tenía un
compañero muy bueno que siempre me invitaba a apostolados con niños,
pero por mi nueva forma de pensar era tan materialista que siempre le decía que
no. `Los domingos son para descansar´”, pensaba irónicamente.
Sin
embargo, tras la separación
de sus padres, se desvanecieron aquellas promesas de independencia.
“Mi nueva forma de pensar no me daba ningún consuelo. Pensaba que era mi propio
Dios, pero no podía manejar todo lo que me ocurría”.
Vio el rostro de Dios reflejado en los
pobres
Ivone
pensó que lo último que necesitaba era estar en casa encerrada. "Acabé acercándome a Dios, pero por
necesidad. No regresé por echarle de menos, sino porque le necesitaba para
sobrellevar el divorcio de mis padres y por huir de casa”.
Cuando
Ivone accedió y se preparaba para ir, “no tenía expectativas de nada. Allí vi a muchísimos niños y familias pobres,
y cuando llegábamos a visitarlos tenían una alegría indescriptible”.
“Yo
pensaba: `¿por qué se alegran, si solo somos… nosotros?´ Me impactó que fuesen
felices con tan poco. Yo veía
el rostro de Dios reflejado en esos niños, y ellos me llevaron a la
Iglesia, a Roma. En ese apostolado conocí a Jesús”. Aquella experiencia
transformó su vida.
Ivone,
que había abandonado la poca práctica religiosa de la escuela, comenzó a
frecuentar todo tipo de doctrinas. “Mormones, evangélicos, Testigos de Jehová…
pero nadie tenía respuesta
a mis preguntas hasta que volví a la Iglesia".
El catecismo se convirtió en mi mejor
amigo
Para
la joven, que solo se
había confesado una vez en toda su vida, “nada fue de la noche a la mañana,
fue un proceso: volver a confesarme, entender por qué tenía que ir a misa los
domingos… fueron muchas cosas. Tenía tantas ideas en la cabeza por aquellas
filosofías de la escuela que tenía grandes dudas de fe, y entender lo que
enseñaba la Iglesia me costaba mucho. Por eso, el catecismo se convirtió en mi mejor amigo”.
Desde
entonces, comenzó a ir a
misa sin si quiera saber las oraciones de los fieles. “Le pedí a una
amiga una chuleta con las oraciones para poder leerlas en la Iglesia y desde
aquel momento, decidí meterme de lleno en la Iglesia”.
“Cambió
toda mi vida”, explica. “Continué yendo al apostolado con niños todos los
domingos durante años, y me di cuenta del cambio. Cuando entré era una persona amargada y molesta, y dos años
después, salí feliz”.
María para llegar a Jesús: "Lo que
yo estaba buscando"
Un
día, en la escuela, se fijó en que la misma amiga que le había hecho la chuleta
con oraciones estaba muy rara. “Había ido a un retiro. Le había tocado tanto el
corazón que seguía reflexionando, y comenzó un curso de consagración a la Virgen con Lazos de Amor Mariano.
Empezó a invitarnos a todas las amigas, y de 18 que éramos en el curso, nos apuntamos siete para
consagramos”.
Poco
después, la misma amiga le regaló el Tratado de la
Verdadera Devoción a la Virgen María, de San Luis María Grignion de
Montfort. “Empecé a leerlo antes de comenzar el curso de consagración. Me impactaron las
palabras sobre la necesidad
de María para llegar a Jesús y pensé: esto es lo que yo estoy
buscando”.
Tras conocer a Jesús, no pudo esperar:
misionera para siempre
Entonces
Ivone sentía que “quería seguir
siendo más de María”, y comenzó a hacer la consagración con Lazos de Amor
Mariano. “Veía a mis preparadoras y me encantaba su forma de vivir, e hice el
curso con ellos”.
Al
terminar, quedó impactada por la consagración. Tanto, que se hizo misionera de
Lazos de Amor Mariano. “Conocí
a Dios cuando tenía 16 años y no pude esperar. Ahora tengo 25 y no me
arrepiento de ningún instante. En Ecuador tenía un buen trabajo junto a un
político, y renuncié a eso porque Dios me lo pedía. Ahora soy feliz dedicándome
a las misiones, y voy a
ser misionera hasta que me muera”, concluye.
J. M. Carrera
Fuente: ReL