Un día como ayer se recuerda una de las masacres de cristianos más crueles de la historia contemporánea, donde fallecieron más de 20 mil fieles en Damasco, Siria, a manos del Imperio Otomano
Imagen referencial. Crédito: Unsplash / Alicia Quan. |
En
el marco de la guerra civil de 1860 en el Monte Líbano, que inició en el norte
como una rebelión de los maronitas campesinos contra los drusos y cuya lucha se
extendió y terminó en la ciudad de Damasco, se dio una de las masacres de
cristianos más crueles de la historia contemporánea, con la connivencia de las
autoridades militares, soldados turcos, drusos y grupos paramilitares sunitas.
El terrible
acto de violencia duró tres días, del 9 al 11 de julio. Sin embargo, el 9
de julio se recuerda como la fecha más sangrienta, donde fueron asesinados
miles de cristianos, y se destruyeron e incendiaron muchas iglesias, conventos,
escuelas misioneras y aldeas enteras.
La masacre
culminó con la huida de miles de personas y la ocupación de Siria por un
ejército francés.
En el
libro Santoral de Galicia: Cincuenta Semblanzas Hagiográficas, el
historiador José Ramón Hernández Figueiredo, Doctor en Historia Eclesiástica
por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, y Diplomado en Archivística
por la Escuela de Paleografía, Diplomática y Archivística de la Ciudad del
Vaticano, explicó la razón del terrible desenlace contra los cristianos. Además,
recogió importantes datos y testimonios de los cristianos que sufrieron el
atentado.
“En la paz de
París, firmada el 30 de marzo de Crimea, la asamblea francesa exigió ciertas
reformas al Imperio Otomano, en particular por lo referente a la tolerancia de
las minorías cristianas”, dijo Hernández.
“Como en dicho
año, el sultán publicó un decreto por el que todos los súbditos del imperio
tenían los mismos derechos en impuestos y ocupación de cargos públicos, los
mahometanos se sintieron ultrajados por considerar a los cristianos como
‘ghetos’ de razas inferiores excluidas de la ley durante doce siglos”, explicó.
En ese sentido,
el conflicto culminó en la terrible masacre “porque el gobernador de Beirut
[capital de Líbano], el bajá Khursud, había azuzado a los musulmanes de Siria
hasta el punto de que estallara la conflagración en Bait Mari, por un pleito
entre un druso y un joven cristiano maronita”.
Según narra el
historiador, “las primeras víctimas sobrevinieron en los pueblos maronitas del
centro y el sur del Líbano, siendo asesinados, mutilados o vejados cerca de
seis mil cristianos”. Luego, a media mañana del 9 de julio, “los drusos
llegaron a Damasco durante la vigilia del Ramadán, y comenzaron la matanza de
cristianos”.
Durante el
terrible acto “se asaltó el barrio cristiano de Arat-el-Nassara, con sus 3800
viviendas y los conventos europeos de Jesuitas, Paúles, Hijas de la Caridad y
Franciscanos. Las víctimas del crimen alcanzaron, en tres días, la cifra de
unos tres mil muertos”, dijo.
Lamentablemente,
“el gobernador, bajá Ahmed, no impidió la matanza”; sin embargo, “el emir
argelino Abb-al-Kadar, gran defensor del Islam dio asilo a mil quinientos
cristianos, entre los que se contaban algunos europeos”.
Entre los
refugiados estaban religiosos jesuitas, paúles, Hijas de la Caridad y también
fueron invitados los franciscanos; sin embargo, ellos no abandonaron el
convento y fueron torturados por una muchedumbre violenta de beduinos y
metolanos, explicó el Hernández.
“Los
franciscanos fueron objeto de ludibrio y escarnio, atormentados con el alfanje
de los beduinos y con las bayonetas de los turcos. Cada asesinato era recibido
con inmenso júbilo por aquella multitud, deseosa de exterminar”, señaló.
Hernández contó
que los criminales primero, “pretendieron que renegaran de la fe cristiana y
rindieran culto a Alá y a su profeta Mahoma. Como se negaron, les ofrecieron
riquezas. Como se volvieron a negar, les entregaron al martirio. Murieron todos
al instante”, excepto dos sacerdotes, que fallecieron al día siguiente, entre
los que estaba el P. Engelbert.
El beato P.
Engelbert “manifestó su amor sin límites a la religión de sus padres,
‘oponiéndose resuelta y tenazmente, a pisar la cruz del Redentor, protestando
en lengua árabe contra los actos de salvajismo de los partidarios de mahoma por
él presenciados, soportando y perdonando, como Dios manda perdonar, a los
enemigos de la Iglesia’”, concluyó.
Según datos del
historiador, a comienzos de 1860 en Damasco había 30 mil cristianos y ciento
cuarenta mil musulmanes. En la actualidad la Iglesia Católica reconoce un
importante número de santos y beatos mártires a causa de la terrible masacre
perpetrada allí.
Fuente: ACI
Prensa