Enrique Solana
profundiza en la fe del «siervo de Dios», arquitecto de la Sagrada Familia
Enrique Solana, con Etsuro Sotoo, escultor de la Sagrada Familia |
Porque precisamente la Sagrada Familia de Gaudí no es sólo una
sublime obra de arte sino una
catequesis total y un reflejo de la belleza que conduce a Dios. Esto se
muestra perfectamente en todos los trabajos realizados por el gran arquitecto
que en estos momentos está en proceso de beatificación.
Un gran conocedor de la obra de Gaudí es Enrique Solana, arquitecto jubilado y presidente del Centro Gaudí en
Madrid, cuyo fin es dar a conocer a esta personalidad y promover su obra.
Padre de 10 hijos, abuelo de 35 nietos y varios más en camino, este devoto
católico lleva años mostrando esta cara catequética de Gaudí y la relación que
tiene con la trascendencia.
En esta entrevista con Religión en
Libertad, Enrique Solana habla de la propia fe de Gaudí, de su
evolución y de la influencia que fue teniendo en sus creaciones:
- ¿Cómo te empezaste a
introducir de manera tan profunda en la obra de Gaudí? ¿Qué fue lo que más te
sedujo para llegar a profundizar tanto en este gran personaje?
-La persona de Antonio Gaudí siempre me ha fascinado, en él se
aúnan mis dos grandes pasiones, la fe y la arquitectura. Mi acercamiento a su figura ha
sido muy paulatino y al mismo tiempo puedo asegurar que ha sido y sigue siendo
providencial. Allá por los años 70, siendo estudiante de arquitectura,
visité el Templo de la Sagrada Familia y, aunque entonces no existía mucho más
que lo que Gaudí dejó en vida, me conmovió profundamente.
Después de su inauguración por el Papa Benedicto XVI, tuve ocasión
de viajar a Barcelona por motivos profesionales, y una vez terminadas mis
gestiones, me dirigí al Templo con la sensación de asistir a una cita muy
personal que tenía concertada desde siempre. Quiso la Providencia que me encontrara en los alrededores con el
escultor Etsuro Sotoo, que lleva trabajando en el Templo más de 40 años.
-¿Qué es lo que te sedujo?
-Nada más cruzar el umbral de la bellísima puerta de la caridad
que Sotoo ya había colocado, quedé sobrecogido, aturdido por la belleza del
interior, las proporciones, las formas, la altura, la luz, el color… antes de comenzar a recorrer su
interior busqué donde sentarme y me quedé en silencio más de una hora rezando y
llorando. La única síntesis que se me ocurre para expresar aquel fogonazo
es que la belleza que allí se percibe no arranca de esas piedras, que no son
sino el reflejo de la Belleza Suprema, Cristo Jesús.
Al poco tiempo, alguien me puso en contacto con el Presidente de la Asociación Pro
Beatificación de Gaudí en Barcelona y padrino de bautismo de Etsuro
Sotoo, Don José Manuel Almuzara, una bellísima persona.
-Hay arquitectos no
creyentes que construyen iglesias y artistas que hacen obras religiosas sin
tener fe, pero en Gaudí, ¿qué papel tiene la fe en su obra?
-Es imposible conocer a Gaudí fuera de la fe cristiana, esa fe
vivida profundamente influye lógicamente en sus obras. Gaudí solía decir:
‘Nosotros construimos el Templo, pero al mismo tiempo, el Templo nos está
construyendo a nosotros’. Esta expresión dice mucho de la actitud con la que
Gaudí se enfrenta a las obras, en casi todas acaba mostrando aspectos diversos
de la trascendencia. A mi juicio, las
obras religiosas deben ir más allá del arte, deben desvelar la presencia de
Dios, que al común de los mortales les pasa inadvertida. Sin fe, esto
es imposible, porque el artista es el primero en desconocer ese mundo
maravilloso y por tanto no puede mostrarlo. Cuando además de ser un artista, se
tiene fe, se es consciente de la misión que el Señor encomienda, anunciar a
Dios desde la belleza, el único resquicio del corazón que esta generación
mantiene abierto para abrirse a la verdad. Belleza y verdad van de la mano.
La visita al templo de la Sagrada Familia aleja totalmente la idea
de la religión como algo arcano y oscuro, sólo ideado para someter a los
pueblos. El lenguaje de
estas piedras hace presente una arquitectura traspasada por la belleza del
misterio cristiano, ese es el sustrato que contagia cada uno de los
espacios, los detalles, la luz, la atmósfera que se respira en el templo. Gaudí
quiso que la belleza de este espacio no fuera sino el reflejo de la Suprema
Belleza que él descubrió en la naturaleza y que transforma el espacio en un
lugar santo.
- ¿Qué aspectos te llaman
más la atención de la fe de Gaudí?
-La fe de Gaudí no es algo abstracto sino encarnado, conocer a
Dios le lleva a conocerse también a sí mismo. No se anda por las nubes, dice:
‘He conseguido de todo menos dominar mi mal genio. Es muy provechoso echarse la
culpa uno mismo aunque no se tenga, ya que el enemigo del buen hacer es el amor
propio: es preciso dominarlo y rebajarlo’. De un hombre contemplativo de la
naturaleza creada, Gaudí dirige la mirada cada vez más hacia el interior y pasa a ser un contemplativo del
alma con la ayuda de Santa Teresa y San Juan de la Cruz.
Impresiona saber que este hombre genial por su extraordinaria
capacidad, por su profunda intuición, por su exquisito arte y sus conocimientos
técnicos, era al mismo
tiempo un hombre familiar, entrañable, sensible a los problemas de los pobres y
a las demandas de los enfermos y moribundos que le rodeaban.
Con el tiempo fue adentrándose cada vez más en la fe de la Iglesia
Católica, asistiendo
diariamente a la Eucaristía, y conociendo y viviendo a fondo la liturgia. Su
obra es testigo de esta paulatina transformación de su espíritu; su enigmática
arquitectura trasluce el misterio y la belleza de la presencia de Dios.
- En estos años has
ofrecido conferencias por distintos puntos de España e incluso has escrito en
ReL sobre la relación de Gaudí con Dios y la creación. ¿Cómo es este vínculo?
-Gaudí tenía la capacidad de ver en la naturaleza su auténtica
belleza, no la mira de una forma sentimental, sino viendo en ella la mano del
Creador. La naturaleza vista así, se convierte en la primera manifestación de
la Divinidad. En muchas de
sus obras, Gaudí hace de puente para que podamos descubrir el mundo maravilloso
que se manifiesta en las cosas creadas por Dios.
Gaudí afirma que la naturaleza es su maestra, la antesala de la Revelación. La creación, para él no está cerrada, es un escenario abierto, continúa a través de las criaturas que colaboran con el Creador. Dios crea y el hombre recrea, y el que recrea mirándole a Él, continúa la obra del Creador. Para Gaudí, ser original es saber volver a los orígenes del acto creador.
-¿Nos podrías ofrecer
algún ejemplo?
-El templo de la Sagrada Familia está basado en la lectura de tres
libros: el de la Naturaleza que es la creación que sale de las manos de Dios,
el de la Revelación que es la creación que sale de su boca y un tercero que es
el de la Liturgia que pone en contacto los dos anteriores. Gaudí quiere que todo en el Templo
se base en la naturaleza que él mira intentando comprender su principio
organizativo. Así, si la columna procede del árbol, Gaudí devuelve a
la columna su forma original, la del árbol, que multiplica su tronco en los
nervios ramificados que brotan de sus nudos (capiteles), buscando la
trayectoria inclinada que establecen las leyes de su estabilidad. En la Sagrada
Familia no se percibe una hilera de columnas que soportan la cubierta, sino un
bosque de árboles que van ramificándose hasta las hojas entre las cuales entra
la luz del cielo, todo en una continuidad asombrosa.
-En alguna ocasión te he oído explicar que en el trabajo de
Gaudí no existe la casualidad, sino que todo tiene un por qué…
-Así es, todo en Gaudí es providencial, en el templo de la Sagrada Familia se ve muy claro. En 1881, la Asociación de devotos de San José consigue comprar un solar muy a las afueras de Barcelona, un lugar entre las cabras. Pues bien, hoy día ese solar se encuentra en el centro de la ciudad, equidistante entre el mar y la montaña, entre las desembocaduras de los ríos Besos y Llobregat, realmente providencial. Las obras dan comienzo el 19 de marzo de 1.882 con proyecto de un arquitecto famoso, experimentado, y profesor de la Escuela de Arquitectura, Francisco de Paula del Villar, alguien en quien se puede confiar una obra así. Pues bien, al año siguiente y por consejo del arquitecto Joan Martorell, amigo y asesor de Bocabella, fundador de la Asociación de los Josefinos, se propuso la sustitución del director de las obras por el joven pero ya conocido arquitecto Antonio Gaudí, que tenía entonces solo 31 años, y que hasta ese momento no había hecho más que unos muebles, unas farolas en la Plaza Real y una nave industrial en Mataró, todo un designio de Dios. Un templo expiatorio, como iba a ser éste, partía con presupuesto “0”, porque se iba a realizar solamente con limosnas, lo razonable hubiera sido realizar una capilla o una ermita pequeña. Pues bien, cuando José Mª Bocabella ve los primeros e impresionantes bocetos de Gaudí para el templo, en lugar de echarse para atrás, exclama: ‘La Providencia nos está mostrando que la obra será suya y no nuestra’.
Y así sucede en todos los detalles de su vida. Cuando es rechazado
por las mujeres de las que se enamoró, Gaudí entendió que la Providencia le proponía como vocación el
dedicarse en cuerpo y alma a construir un edificio que hiciera levantar los
ojos al Cielo. Un padre de familia no habría tenido el tiempo necesario ni
la libertad para llevar a cabo esta misión.
-Más allá de la belleza de
sus obras, algo que ya evoca a Dios, ¿son catequéticas sus construcciones?
-Vamos a ceñirnos a la Sagrada Familia, su obra cumbre, una obra
compatible en el tiempo con todas las demás y a la que dedicó toda su vida.
Para explicarla, podríamos intentar hablar asépticamente de la historia del
edificio, de su estructura, de su estilo, de sus proporciones, de la
distribución, de la escultura que se le adosa, de su colorido, de su luz,
intentando eludir la trascendencia que encubren. No entenderíamos nada, porque
el edificio no es sino un compendio de la fe cristiana, de su liturgia, de sus
oraciones, de los Novísimos (Muerte, Juicio, Infierno y Gloria), de sus santos
y fundadores… hasta sus proporciones hablan de ello.
Sin nombrar
la fe cristiana, la católica en concreto, es imposible entender este edificio
que surge por y para transmitir esa fe, que el mismo Gaudí y tantos que
trabajan en el templo han descubierto y siguen descubriendo hoy. Para desvelar
las claves del edificio, suelo dar una conferencias que he titulado: Cuerpo
y alma del Templo de la Sagrada Familia, dando a entender que hay
algo enigmático en este templo y en su autor, Antonio Gaudí, algo que no se
percibe a primera vista y que requiere de una mirada profunda. La materialidad
de este Templo, su cuerpo, responde a un espíritu que constituye su esencia,
sin la cual no se puede entender.
- Eres padre de 10 hijos y
abuelo de 35 nietos por lo que conoces muy bien lo que es una familia. La obra
más emblemática de Gaudí es sin duda la Sagrada Familia, todavía inconclusa.
¿Qué representaba la Sagrada Familia de Nazaret y la institución familiar en sí
misma para Gaudí?
-De 37 nietos al final de este verano si Dios quiere, la familia es el mejor proyecto de
mi vida, una familia en la que Dios ha tenido mucho que ver, o más bien
todo.
El Padre Manyanet, fundador de las Escuelas de la Sagrada Familia,
le hace ver a José Mª Bocabella, que la figura de San José adquiere su
importancia cuando se le enmarca en la Familia de Nazaret, allí su figura se
engrandece al aparecer como esposo de María y padre de Jesús. A partir de ahí,
surge la iniciativa de dedicar el templo, no a San José sino a la Sagrada
Familia. Conocedor de esta circunstancia, Gaudí coloca una imagen bellísima de
la Sagrada Familia en el centro de la fachada del Nacimiento.
Por eso en el
Templo todo es múltiplo del número tres, tres fachadas, tres portadas en
cada una, dieciocho torres, treinta y seis columnas, grupos escultóricos de
seis ángeles tocando instrumentos y otros nueve cantando el Gloria
in Excelsis Deo (estos ángeles son obra de Etsuro
Sotoo).
La familia para Gaudí es fundamental, es consciente de haberlo
recibido todo de ella. Sus cuatro hermanos mueren muy jóvenes, el padre tiene
que vender la calderería para dar estudios a Francisco (el mayor) y a Antonio.
Por eso, al final acaba
haciéndose cargo de su padre y de su sobrina Rosa, con los que vivía en el
Parque Güell.
Los trabajadores del templo son para Gaudí una gran familia, todos
valen para algo y unos se complementan con el trabajo de los demás. Para Gaudí,
los obreros son quienes realmente construyen la Sagrada Familia. Con frecuencia
habla con ellos y les transmite su visión del Templo y de la vida. Piensa en las familias de los
obreros construyendo unas escuelas que también llevarán el nombre del Templo,
para que, mientras los padres trabajan, sus hijos reciban una conveniente
formación bajo su protección.
Para su realización,
Gaudí es el primero en poner todo su dinero, el espíritu de la Encíclica Rerum
Novarum puesto en práctica. Casualmente, en los años
en que se construyen las escuelas (1921) el papa Benedicto XV proclamó la
fiesta de la Sagrada Familia como modelo de la familia cristiana, destacando en
ella la figura de San José como emblema del trabajador cristiano en
contraposición al socialista, marxista. Una vez más vemos que todo aquí es
providencial.
- ¿Nos podrías contar cómo
está en este momento la causa de beatificación de Gaudí?
-La inspiración de comenzar el proceso de beatificación partió del
sacerdote Ignasi Segarra en la Semana Santa del año 1992 cuando predicaba en la
localidad de Riudoms y en los ratos libres leía una biografía de Gaudí. La idea le entusiasmó y la
transmitió al joven arquitecto José Manuel Almuzara, quien aceptó
presidir la Asociación que junto a otras personas crearon.
El comienzo fue complejo y hasta abril del año 2000 no se inauguró
el proceso propiamente dicho, presidiendo la sesión inaugural del Tribunal el
cardenal Ricard María Carles, recibiendo el candidato el nombre de “Siervo de
Dios”. En la actualidad, la Positio (declaraciones
de testigos, historia de la causa, pruebas de la vida y virtudes del candidato)
está presentada en la Santa
Sede y cuando el Santo Padre, informado del resultado de los estudios,
promulgue el decreto declarando que el Siervo de Dios practicó las virtudes
cristianas en grado heroico, será llamado Venerable. A continuación, se habrá
de reconocer un milagro por mediación de Gaudí para poder ser declarado Beato,
y tras otro segundo milagro, el Beato será considerado Santo.
¿Cuándo se llegará al final del proceso? Ya decía Gaudí aquello de ‘mi cliente no tiene prisa’,
las cosas que vienen del Cielo llegan cuando Dios lo dispone, nuestra
misión no es otra que la de rezar, mirando no a Gaudí, sino hacia done él
miraba, como muy bien dice Etsuro Sotoo.
Javier
Lozano
Fuente: ReL