Tiago Varanda es un joven sacerdote y feliz… y también completamente ciego. En 2019 este portugués fue ordenado ya con esta condición con la que ha convivido prácticamente toda su vida, y es por ello que además de su rosario su gran acompañante es su perro guía “Ibiza”.
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El padre Varanda va siempre acompañado de su perro guía “Ibiza” |
Cuando Tiago Varanda nació tenía
glaucoma congénito, una enfermedad grave que surge por el aumento de la presión
intraocular. Con el tiempo fue perdiendo la vista. A los
siete años perdió la vista en un ojo y a los dieciséis la perdió por completo. “Este
momento llegó antes de lo que esperaba y perdí la vista por completo”, afirma.
El ahora sacerdote cuenta en la web del Opus Dei que de niño “a
pesar de no ver mucho, me gustaba ver la luz del día. Me
gustaba ver los paisajes, los contornos verdes de las montañas, el azul del
mar, el amanecer y el atardecer”.
Fue un tiempo complicado y de
desánimo, pero gracias a la fe y la confianza en Dios y
también con la ayuda de la familia y los amigos, superó esta dificultad.
Pese a todo
realizaba una vida normal. Estudiaba, salía con sus amigos e incluso era
profesor de historia. Sin embargo, recuerda que empezó a “reflexionar sobre lo
que quería hacer en la vida y enseguida me di cuenta de que Dios no me pedía ser
padre de familia, sino ser sacerdote”.
“Un sacerdote es también un
padre. Pero había un reto: entrar en el seminario. No tuve el valor
suficiente”, confiesa. El sacerdote confiesa que “amaba lo que hacía y quería
tener certeza sobre mi vocación: cada vez que la buscaba me angustiaba
más porque no encontraba ninguna certeza”.
Fue en la universidad de Viseu
donde conoció el Opus Dei a través de una amiga y comenzó a participar en sus
actividades de formación. “Busqué acompañamiento espiritual con un sacerdote
del Opus Dei. La espiritualidad de la Obra me ayudó a
corresponder a la llamada que Dios me había hecho”.
Confiesa que con san Josemaría
aprendió a experimentar la alegría: “Saber que el Señor está con nosotros
en medio de las dificultades; la alegría de saber que la Cruz
no es la última palabra. La última palabra la tiene la Resurrección”.
En su búsqueda de “certezas”
descubrió algo más importante: la confianza. Comenzó a comprender que si Dios
lo llamaba al sacerdocio, podía confiar en Él y que su gracia nunca le
faltaría. “Fue entonces cuando me animé a entrar en el seminario. Sabiendo que
era un riesgo, porque dejaba mi trabajo, que me encantaba”, sintió en su
interior “un deseo muy fuerte de ser sacerdote, de poder ayudar a la gente a
encontrar a Cristo”.
La
Virgen de Fátima ha sido su otro gran apoyo en este proceso. El padre Tiago se ordenó sacerdote el
14 de julio de 2019. Al día siguiente quiso celebrar su primera Misa en la
Capilla de las Apariciones del Santuario de la Virgen de Fátima, donde además
consagró su ministerio.
“Fátima siempre fue un lugar muy
especial para mí desde niño. Y en este momento importante de mi
vida quise venir a consagrar también mi ministerio sacerdotal en manos de
nuestra Madre, porque sé que, con Ella, me puedo unir más
fácilmente a Jesús”, contaba el sacerdote portugués en el portal del santuario
mariano.
El presbítero dijo que “no
ver me permite, exteriormente, no distraerme tanto. Interiormente puedo hacer
lo mismo, tantas veces difícil, y recogerme y hacer silencio interior”.
“También siento que voy avanzando en la sensibilidad de otros sentidos,
principalmente la audición, que es el sentido de la escucha, y que puede ser un
don para poder ser un sacerdote que escucha mejor a la personas en sus dramas,
en sus alegría y en su fe”, explicaba el presbítero entonces.
Un año antes de su primera Misa
como sacerdote, don Tiago estuvo en la Capilla de las
Apariciones cuando fue ordenado diácono. En esa oportunidad
proclamó el Evangelio ayudado de los textos en braille, el sistema de lectura
para ciegos.
María, Salud de los enfermos, ruega por
nosotros
Fuente: Cari Filii