Los hermanos Israel y Ángel Pérez comparten parroquia y vocación
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Ángel e Israel Pérez López comparten familia, vocación y parroquia |
Años
de vida y familia en común no han sido suficiente para estos dos hermanos, que ahora
comparten vocación, e incluso parroquia, a miles de kilómetros de su hogar natal.
Una vocación precoz
Desde
su infancia, Ángel Pérez
López mostró indicios de que tenía vocación al sacerdocio. “Mis padres me
llevaron a una iglesia y el sacerdote dijo que si alguien se sentía llamado a
ser sacerdote, que se acercase al altar”. Pese a que la pregunta iba dirigida a
más adultos, Ángel obedeció y se acercó, con tan solo 8 años.
“Durante
mi adolescencia pensaba casarme, salí con una chica tres años, pero descubrí
una insatisfacción en mi vida, porque nunca le había preguntado a Dios que quería de mí. Con 18 años
descubrí mi vocación y un año después entré al seminario”.
No le tocaba vivir y Dios intervino
Al
contrario que Ángel, el padre Israel siempre tuvo clara su vocación al
sacerdocio. Su madre
contrajo una grave enfermedad durante el embarazo, que debería haber
causado la muerte o graves enfermedades en el niño debido a los medicamentos.
Los médicos aconsejaron a
la madre que abortase, pero ella se negó.
“Dios
hizo un milagro, no me
tocaba vivir, y Dios intervino”, explica el padre Israel, que interpretó
los hechos como una llamada especial. “Fue esa idea lo que me hizo ver claramente que mi vida
era para el Señor de esta manera en particular”.
Hermanos y sacerdotes en la misma
parroquia
“Yo
siempre había querido ser sacerdote misionero, pero no sentía ningún llamado
a ninguna orden. En mi familia siempre hemos sido miembros del Camino Neocatecumenal, donde te
ofrecen ser sacerdote, diocesano, pero misionero”.
En
1996 le destinaron a Denver, Colorado, donde ingresó en el seminario hasta su
ordenación en 2005. Años después, su hermano Israel fue conducido al mismo
lugar, y ahora comparten
destino como párroco y vicario parroquial en la parroquia de San Cayetano, en
Denver.
Más que la sangre, les une Dios
“Tengo total confianza cuando el
padre Israel se queda encargado de algo y yo me marcho. Yo sé que él lo va
a hacer igual que yo o muchas veces mejor. De hecho, a mí me gusta decir a los
parroquianos que el padre Israel es cinco años más joven que yo y que pasa como
con los iPhones: cuanto más modernos, más apps tienen y más cosas hacen; así
que él es la mejor versión mía”.
Los
sacerdotes destacan su compenetración en la parroquia. “Desde niños nos ha
gustado mucho la música, tocar la guitarra, el piano, cantar, y por supuesto
cantar en la Iglesia cuando no hay nadie que lo haga mejor. Cuando celebra el padre Ángel, yo
me ocupo de la música, y cuando celebro yo, se ocupa él”, cuenta Israel.
Pese
a la buena relación que existe entre los hermanos, para Israel “no es la carne,
ni la sangre, ni las afinidades naturales; es el Señor que es la Verdad. Él es nuestro bien, lo que tenemos
en común y lo que nos hace vivir en esa armonía”.
Dedicados a la formación de
matrimonios
La
buena relación entre los sacerdotes se manifiesta en sus propios gustos e
inquietudes personales, donde coinciden en la formación matrimonial como una de sus prioridades. En
2019 publicaron
conjuntamente Como Cristo amó a su Iglesia,
para orientar a los matrimonios sobre las implicaciones de su amor y como
pueden cumplir su misión ayudados de la gracia.
Además
de atender las necesidades de la parroquia, Israel organiza los programas de educación religiosa y
catequesis para preparar los sacramentos. Para ayudar en las catequesis
matrimoniales, Ángel se ha especializado en teología del cuerpo -“la hoja de ruta
para un buen matrimonio”-. Ha escrito La procreación y
el significado conyugal del cuerpo, donde busca ofrecer una
interpretación fiel a las catequesis de San Juan Pablo II sobre este
tema.
Su deseo, que los parroquianos lleguen
al cielo
“Lo
que más valoro de ser sacerdote es la confesión”, dice Ángel, “poder ser
mediador del perdón de Dios, y la Eucaristía… Podría resumirlo todo en la
paternidad espiritual. Mi
aspiración más grande es poder llevar a todos los parroquianos de San Cayetano
al cielo, y para eso tengo que ser padre espiritual de todos ellos y
ganarme su cariño”.
Entre
sus recomendaciones, el párroco de Denver anima a los matrimonios “a que
obtengan una copia impresa de sus promesas matrimoniales, que las lean con
frecuencia y que vivan su vida de acuerdo con esas promesas. Hacer eso
enriquecería y fortalecería su matrimonio. Las promesas matrimoniales son la esencia central de la
espiritualidad matrimonial”.
Fuente: ReL