Las redes sociales se han inundado con la imagen de Luna, que nos deja 4 grandes lecciones para humanizar nuestro mundo
MARCOS MORENO | Anadolu Agency via AFP |
Durante el lunes y el martes de la semana pasada, cerca de
8.000 migrantes alcanzaron la costa de Ceuta, un enclave español en
África. Era una cifra muy superior a las que ha venido registrando aquella
ciudad -habituada al intento de paso de personas africanas hacia Europa- desde
hace décadas. Una auténtica avalancha para una ciudad de 85.000 habitantes,
con una densidad de población ya de por sí alta.
Los
migrantes aprovecharon los días de mar en calma y, muchos de ellos
jóvenes y niños, se lanzaron a la mar y llegaron en cayuco o nadando. Al tocar
suelo español, los que hicieron la travesía a nado llegaban agotados.
Entre esa
marea humana, el fotoperiodista Bernat Armangué, de Associated Press, captó
la imagen del drama: una joven voluntaria de Cruz Roja abrazaba a un
migrante.
A partir de
la fotografía, el relato creció en todas direcciones. Si dicen los teóricos de
la información que en las redes sociales aflora lo mejor y lo peor del ser
humano, esta foto es un claro ejemplo de ello.
Pronto
Twitter se llenó de insultos a la voluntaria y al muchacho, de ataques
racistas y machistas, y de una colección de ideas que van desde la superficialidad hasta
el odio más sádico.
Los ultras
han encontrado en ella una palanca.
Hubo quien
tuvo la conexión neuronal ávida para ver en ese joven africano un intento de
aprovecharse sexualmente de la chica.
¿Estábamos
hablando de un chico que acababa de llegar a nado a la costa con lo puesto y
decimos que pretendía sobar a la muchacha?
Parece que
sí, porque desgraciadamente hay quien para tuitear tiene el dedo más
rápido que la conciencia.
«Vuélvete a
tu país», «Llévatelos a tu casa», «Europa no es una ONG», «Tiene buena boca»…
Creo que no hace falta seguir para que el lector se haga una idea de lo que se
ha dicho sobre la voluntaria y el migrante.
La clave:
INFORMAR
¿Qué hacer
cuando ves que las redes sociales se encienden en odio rápido y en desprecio,
en hostilidad hacia el extranjero, en racismo? También este caso nos da la
solución al problema: la clave estuvo en in-for-mar.
Los medios
enseguida informaron de que aquel muchacho se desplumaba en los brazos de la
voluntaria porque estaba cansado y lloraba.
Y lloraba
porque a escasos metros de él dos agentes trataban de reanimar a un compañero
suyo que había llegado peor a la costa. Aquel otro estaba entre la vida y la
muerte.
Así que
ahora ya sabíamos mejor a qué venía el abrazo de la voluntaria.
Respuesta
masiva de apoyo
Luego
supimos que la voluntaria se llama Luna. Y se produjo en las redes
sociales una respuesta masiva de apoyo y agradecimiento hacia ella
por lo que había hecho con el migrante.
Segunda
lección: la gente «normal» no suele pronunciarse en las redes si no le
pinchas.
Los
«haters», los mensajes cargados de mala sangre hicieron que muchos dieran un
respingo en la silla y tuitearan lo que hoy ya es un hashtag: #graciasluna.
Gracias a
Luna y a tantos voluntarios por su tarea de acogida, por su trabajo de ayuda en
el mal momento.
Este no es
un artículo político. Aunque tengo mis ideas sobre la cuestión inmigratoria en
Europa, no se trata de eso. Se trata de humanidad.
A los
católicos, esa palabra nos resuena todavía más fuerte en nuestro interior,
porque es el mismo Cristo el que nos mueve a actuar como Él. Y eso no es ser
buenista, es ser persona. Por encima de ideas políticas y banderas.
Han
transcurrido muchas horas ya desde la fotografía de Luna y el joven migrante, y
ha sido tanto el odio que esta voluntaria de la Cruz Roja ha sufrido, que ha
pasado a privado su perfil en las redes. «Descubrieron que mi novio era negro y
no pararon de lanzar insultos y cosas horribles», explicó.
Luna es una
chica de Móstoles (Madrid), tiene 20 años y estudia Integración
Social.
Yo si fuera
su evaluador en el curso, le pondría una Matrícula de Honor, porque ha mostrado
que sabe de qué va su profesión y que está preparada para trabajar en primera
línea donde se la necesite.
Otros no
podemos estar allí en ese momento dando el callo físicamente, y por eso
escribimos #graciasluna para que se sepa que valoramos su gesto.
Intervenir
en las redes sociales con ideas positivas
Tercera
lección: las palabras las generan las ideas. Ahora ya vemos cómo se las
gastan el racismo y la superficialidad.
¿Por qué no
intervenir más en el discurso público quienes como cristianos vemos
sucesos como la fotografía de Luna?
Uno no debe
estar callado cuando el silencio facilita el camino al odio. Somos sembradores
de paz y hay que reaccionar, cada uno desde donde esté y con las
herramientas de que disponga, sean muchas o pocas.
Cuarta
lección: un suceso como este no puede quedar en polémica en las redes sociales
y punto.
Antes de
que el foco de la noticia se desplace a otro lugar del mapa y olvidemos a Luna,
hay que hablar en serio de la migración, de las personas y de los países. Y en
eso el papa Francisco nos lleva la delantera. Toca escucharle más -y
aplicarse lo que dice- si queremos que el problema de fondo se solucione.
Dolors
Massot
Fuente:
Aleteia