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Una procesión de la Virgen en la basílica de Sheshan. China |
Fu Jian, un santuario muy reciente, construido en 1993, y que
incluye la Aldea del Rosario: Gruta de Lourdes, casa de retiros, centro de formación,
biblioteca, imágenes del Sagrado Corazón y de santos y ángeles, hogar para
peregrinos... y lo más importante, una capilla de Adoración Perpetua al
Santísimo.
Jiao Jiang, cuyo origen es una curación, construido en 1913. La tía de
un sacerdote del lugar, enferma, soñó que le proponían pedir en aquel lugar a
la Virgen la gracia de ser sanada. Como así fue, empezaron a acudir peregrinos,
y aunque la construcción sufrió ataques durante la Revolución Cultural de Mao
Tse Tung, allí se conserva la tabla que escribió la mujer con el título que dio
a Nuestra Señora en agradecimiento: Sanadora de enfermos.
Qing Yang, también un milagro obrado esta vez, como signo sensible,
por una infusión. Una hermosísima Señora vestida de blanco, de rostro
"amable y solemne", le dijo en 1900 a una campesina que se la hiciese
con hierbas del lugar para borrar su mal. La mujer cumplió la orden, pero pensó que quien se le había aparecido era Buda y acudió a un templo budista a agradecérselo. Pero
ninguna imagen se le parecía. Hasta que un día, visitando a un católico, vio en
su casa una imagen de la Virgen de Lourdes y empezó a gritar: "¡Es ella,
ella es la Señora que me curó". La diócesis compró el terreno y construyó
una capilla que con el tiempo se amplió a templo neogótico y es hoy uno de los
santuarios más visitados.
Shang Dong, santuario situado junto a un pueblo católico que durante cuatrocientos años ha sido cuna
de innumerables vocaciones sacerdotales y religiosas. Cerca de aquella
Virgen se encuentra el único gran santuario de Asia consagrado a San José.
Zhang Ke, donde en 1917 la Virgen, con el Niño Jesús en brazos, se apareció
a un misionero extranjero que se había perdido en el bosque para orientarle. Agradecido, el religioso
grabó en un peñasco, con caracteres chinos, "Nuestra Señora de Zhang Ke,
ruega por nosotros", inscripción sobre piedra que aún se puede leer.
Zhou Zhi, uno de los santuarios más antiguos, construido en la
antigua Guarida de los Leopardos. Su historia nace en un joven sacerdote local, Lui Jia Lu, que estudió en Italia y en 1717 pidió permiso al
Papa para establecer un lugar de peregrinación. Lo encontró en un monte con ese
sugerente nombre, que le convenció porque se parecía al monte Calvario de
Jerusalén. Hoy se denomina Monte de la Cruz y, según su deseo, acoge a miles de
católicos en las fiestas de la Vera Cruz o de la Exaltación de la Santa Cruz.
Por qué este libro
Lo que hace Pablo Cervera con China, lo hace igual
con el resto de países, de forma que en su libro tenemos un panorama muy amplio de la devoción mariana en todo el mundo vinculada a lugares y hechos concretos de tal
trascendencia social y cultural que configuraron un patronazgo específico de la Virgen María.
Advocaciones, basílicas y
santuarios que, como afirma el autor en el prólogo, expresan el doble mandato
recibido por los cristianos, personificados por San Juan, al pie de la Cruz.
Según el relato del evangelista, las últimas
palabras de Jesucristo en la Cruz antes de manifestar su sed y expirar fueron
las del mandato mutuo a la Virgen María y al propio evangelista: "Ahí tienes a tu hijo,
ahí tienes a tu Madre" (Jn 19, 26-27). Tras ese doble encargo, proclamó:
"Todo está cumplido".
Que ella lo ha
obedecido puntualmente no requiere más prueba que la fe de la Iglesia
considerándola, aunque no esté expresamente definido como dogma, Mediadora de todas las Gracias.
No hay cristiano que no haya recibido su protección.
¿Y al revés? ¿Han devuelto
los fieles el amor de su Madre del Cielo?
Aun entre infidelidades y pecados, sí, a tenor de las innumerables advocaciones
que en todo el mundo certifican ese vínculo establecido en el Calvario. Cervera presenta 123 de
ellas en Ahí tienes a
tu madre. María, Madre y Patrona de todos los pueblos del mundo.
Cuando San Juan cuenta poco después que él mismo "la acogió como algo
propio" (Jn 19, 25), no se refiere a que la recibiera en su casa para que
no se quedara sola, como si solo se tratase de piedad filial: "No", explica Cervera, "el
verbo que utiliza es un verbo de recepción de persona", en el sentido de
que Juan acogió Nuestra Señora "en el horizonte de sus intereses, de sus
amores", y por eso "no
se puede ser cristiano sin ser mariano... No es algo al arbitrio de nuestro
capricho, de nuestro querer o de nuestra devoción. El Señor lo quiere... No es algo de lo que yo pueda
prescindir si quiero".
Lo que pretende con su libro, pues, no es solamente recoger datos históricos
sobre las invocaciones a María como patrona y su presencia en los diversos
santuarios que se le han erigido en los cinco continentes, sino sobre todo "verificar hoy esas dos palabras de
Jesús dirigidas a su Madre y al discípulo amado", verificar "la
presencia cercana maternal" de Nuestra Señora a todos los pueblos de la
Tierra.
El instrumento elegido, país por país, es una pequeña descripción de la advocación y patronazgo
correspondiente, acompañada de una oración tomada del Misal Romano o de la misa propia, y
en muchos casos por otra formulada por Juan Pablo II en sus viajes, donde siempre hubo espacio
para consagrarle a la Virgen la nación que le acogía.
Eso permite darle a cada devoción particular una dimensión universal, pues
muchas de las peticiones que formulaba eran expresión, no solo de las
necesidades individuales que cada cual lleva ante la Virgen, sino de necesidades colectivas que aún
permanecen, sobre todo las referidas a la vida familiar.
Fuente: Cari Filii/ReL