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Así, el santo
nombre de Jesús fue dado por el cielo: por eso tiene poder. Santa
Juana de Arco murió en la hoguera repitiendo el nombre de Jesús. El nombre de
Jesús representa a la Persona divina del Verbo encarnado.
El ángel le dejó
claro a san José la razón de este nombre: “porque él salvará a su pueblo de sus
pecados” (Mt 1, 21). La palabra «Jesús» en hebreo quiere decir
“Dios salva” o Salvador. Entonces, pronunciar el
nombre de Jesús con fe es tomarlo como divino salvador.
Es
en el nombre de Jesús que los pecados son perdonados. “El Hijo del hombre tiene en la
tierra poder de perdonar pecados” (Mc 2,10). Él puede decirle al pecador: “tus
pecados te son perdonados” (Mc 2,5). Y él transmite ese poder a los hombres
–los apóstoles– (Jn 20, 21-23) para que lo ejerzan en su Nombre.
La Resurrección de
Jesús glorifica el nombre de Dios Salvador, pues a partir de ahora es el nombre
de Jesús el que manifiesta en plenitud el poder supremo del “nombre sobre todo
nombre”.
Los
espíritus malos temen su nombre,
y es en nombre de Él que los discípulos de Jesús realizan milagros, pues
todo lo que piden al Padre, en su nombre, el Padre se lo concede.
Es en el nombre de
Jesús que los enfermos son curados, es en su nombre que los muertos resucitan,
los cojos andan, los sordos oyen, los leprosos quedan curados… Ese nombre
bendito tiene poder.
Después de que el
pecado alcanzara a la humanidad, solamente el nombre de Dios Redentor puede
salvar al hombre. Y este nombre es Jesús.
Por lo tanto, el
nombre santo de Jesús tiene poder y debe ser invocado con respeto, veneración y
fe.
Los fariseos y
doctores de la ley quisieron impedirles a los apóstoles predicar en nombre de
Jesús: “Les llamaron y les mandaron que de ninguna manera hablasen o enseñasen
en el nombre de Jesús” (Hch 4, 18).
Pero ellos se
negaron a dejar de pronunciar este santo nombre, porque sabían que no existe
salvación en ningún otro. “Porque no hay bajo el cielo
otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos” (Hch 4,
12).
Jesucristo es el
único nombre divino que trae la salvación y a partir de ahora puede ser
invocado por todos, pues se unió a todos los hombres por la
Encarnación.
El nombre de Dios
Salvador era invocado una sola vez al año por el sumo sacerdote para la
expiación de los pecados de Israel, después de asperjar el propiaciatorio del
Santo de los Santos con la sangre del sacrificio.
El propiciatorio era
el lugar de la presencia de Dios. Cuando san Pablo dice de Jesús que es “a
quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre” (Rm
3,25), quiere decir que “en Cristo estaba Dios reconciliando al
mundo consigo” (2Co 5,19).
El
nombre de Jesús está en el corazón de la oración cristiana. Todas las oraciones
litúrgicas se concluyen con la fórmula “Por Nuestro Señor Jesucristo…”.
El “Ave María”
culmina con “bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”. El nombre de Jesús está
en el centro del Ave María; el Rosario está centrado en el nombre de Jesús, por
eso tiene poder.
Que podamos también
hoy y siempre pronunciar con fe y devoción este dulce nombre y santo que tiene
poder, como el ciego de Jericó que clamó con fe y quedó curado: “¡Jesús, Hijo
de David, ten compasión de mí!” (Lc 18, 38).
Fuente: Aleteia