Dominio público |
En el cumplimiento de su misión de custodio de la Virgen y de padre
de Jesús habría de estar toda la esencia de la vida de José y su último
sentido. Cuando el Ángel le reveló el misterio de la concepción virginal de
Jesús, aceptó plenamente su vocación como cabeza de la Sagrada Familia. Su
felicidad fue entender lo que Dios quería de él, y hacerlo fielmente. Hoy lo
vemos junto a la Virgen esperando a su Hijo, y hacemos el propósito de vivir
también nosotros la Navidad cerca de José.
II. El amor de José a la Virgen fue un amor limpio, delicado, profundo, sin mezcla de egoísmo, y fue para Jesús un padre amoroso, cuidando del Niño como le había sido ordenado. Hizo de Jesús un artesano, le transmitió su oficio. Jesús debía parecerse a José en el modo de trabajar, en rasgos de su carácter, en su modo de sentarse a la mesa y de partir el pan, en su gusto de exponer la doctrina de una manera concreta.
Esperamos la Navidad de la mano de José. Él sólo nos pide sencillez y
humildad para contemplar a María y a su Hijo. Los soberbios no tienen entrada
en la gruta de Belén.
III. José fue el primero, después de María de contemplar al Hijo de Dios hecho Hombre. Nadie ha experimentado jamás la felicidad de tener en sus brazos al Mesías, que en nada se distingue de cualquier niño.
Si tratamos a José en estos pocos días que faltan para la Navidad, él nos ayudará a contemplar ese misterio inefable del que fue testigo silencioso: a María que tiene en sus brazos al Hijo de Dios hecho Hombre.
José, después de la Virgen, es la criatura más llena de gracia.
¡Cómo agradecería Jesús todos los desvelos y atenciones que José tuvo con Él y
con la Virgen! Hoy le pedimos al Santo Patriarca que nos haga sencillos de
corazón para saber tratar a Jesús Niño.