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La madre Verónica durante su mensaje de Navidad. Foto: Iesu Communio |
En este contexto llega la
Navidad, «a la que hemos casi asfixiado con abalorios llamativos para maquillar
la profunda insatisfacción del corazón humano: luces, coles, músicas, bailes,
bebidas y comidas, regalos innecesarios y, a veces, de mal gusto». Y en medio
de todo ello, «ocultamos el mensaje del Niño de Belén que regala lo que el
corazón desea y no se compra, porque es regalo de Dios».
Ante esta realidad, la madre
Verónica se pregunta «¿Dónde estás, Señor?» e inmediatamente responde: «“Os lo
aseguro, cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis pequeños, a Mí me lo
hicisteis” (Mt 25, 40). El Dios encarnado ha tomado el puesto del pobre, del
más débil para alzarlo. La vida eterna comienza ya en la caridad. Cada gota de
amor, de bien gratuito tiene un valor infinito que no se puede medir: el
Salvador se dio a Sí mismo por nosotros». La superiora concluye su mensaje
deseando que la Navidad sea «un despertar del olvido de Dios y un reconducirnos
a la memoria de Dios y a su promesa de vida abundante. «Feliz Navidad, os
deseamos todo Bien; que la presencia del Dios Amor reine en vuestras vidas, en
vuestros hogares».
José Calderero de Aldecoa
Fuente: Alfa y Omega