Nunca llegó al pesebre para adorar a Jesús, pero lo que hizo en el camino lo acercó más al Mesías…más de lo que nunca imaginó. Puedes conocer la leyenda aquí
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No se sabe
quién creó esta historia. No es parte de la Revelación, es sólo una leyenda,
pero bien podría haber ocurrido. Siempre hablamos de los tres reyes magos y ese
es el relato bíblico.
Pero pocos
saben que un cuarto rey mago partió por su cuenta hacia Belén. En el camino,
perdió a su estrella y fue la causa por la que no consiguió llegar hasta Jesús
para entregarle sus regalos. Fue una gran decepción; después de todo, para ello
había emprendido tan largo viaje.
Se
llamaba Artabán y lo describen como «un hombre de
largas barbas, ojos nobles y profundos» que residía —en el año 4 A.
C.— en el monte Ushita. Por medio del oráculo, el cual dominaba, supo que
vendría al mundo un ser que traería el perdón de los pecados. Melchor, Gaspar y
Baltazar, también enterados, le enviaron un mensaje invitándolo a unírseles en
el recorrido para llegar hasta el Salvador de la especie humana, nacido en un
humilde establo de Belén. Nadie les había dado posada y una mula y un buey le
ofrecían su calor en aquella fría noche. Sabían que una luz resplandeciente los
guiaría hasta el Niño. Los cuatro Reyes Magos habían fijado el zigurat de
Borsippa, en la antigua Mesopotamia, como punto de encuentro para llegar a
Belén.
Querían conocer
al Mesías, ese era su principal motivación y la razón de tan arriesgado viaje,
solos por el desierto, siguiendo la luz de una estrella que los conduciría
hasta Belén, un pueblo pequeño, insignificante pero destinado a dar al mundo al
Rey de reyes, nada más y nada menos que al Hijo de Dios.
«Y TÚ,
BELÉN, TIERRA DE JUDÁ,
DE NINGÚN
MODO ERES LA MÁS PEQUEÑA ENTRE LOS PRÍNCIPES DE JUDÁ;
PORQUE DE TI
SALDRÁ UN GOBERNANTE
QUE
PASTOREARÁ A MI PUEBLO ISRAEL» (Mateo 2,6)
Un eclipse
tapó la nova
Artabán preparó
su caballo y escogió delicadamente las ofrendas destinadas al Mesías; un
diamante, un jaspe y un rubí y emprendió la marcha. Pero, en el trayecto
pasaron muchas cosas que lo retrasaron, perdiendo el contacto con los otros
magos. Otras versiones aseguran que se perdió por un eclipse que le impidió
seguir viendo la gran estrella de Navidad que lo ayudaría a llegar al pesebre
en el que se encontraba el recién nacido.
El astrónomo
Mark Kidger, de la Agencia Espacial Europea (ESA), aseguró en la revista
‘Astronomy’ que pudo existir un cuarto rey mago, que se perdiera en el camino y
no fuera capaz de llegar a Belén por un fenómeno que le habría llevado a error.
Según este experto, esa estrella que todos los Reyes siguieron pudo ser una
nova, una situación que pudo llevar a este cuarto miembro a perderse y no
encontrar el camino hasta que ya era tarde.
Un retraso
caritativo
Artabán tenía
un cofre lleno de piedras preciosas para ofrecer al bebé de Belén. Pero en el
trayecto se fue encontrando con personas en apuros que requerían ayuda.
Caritativo y generoso, a todos fue asistiendo echando mano de su valiosa carga.
A cada uno le dejaba una gema, un brillante, una perla. Y así, iba repartiendo.
Encontró
pobres, enfermos, encarcelados y miserables, gente que había sido asaltada,
golpeada y despojada de sus pertenencias. Artabán, ese bello samaritano, fue
vaciando su cofre en el empeño de atenderlos a todos.
Buscó por
treinta años
Cuando por fin
llegó a Belén, ya el Niño y sus padres habían huido a Egipto, escapando de las
garras del rey Herodes que quería asesinarlo; los otros magos habían
desaparecido después de lograr su cometido de adorar al Niño en la cueva.
Artabán estaba triste y decepcionado, pero no se daba por vencido. Así que
decidió seguir buscando al Niño sin la ayuda de la estrella.
Basado en la
leyenda, en 1896 Henry van Dyke escribió un cuento de Navidad, titulado ‘El
otro rey Mago’, en el que contó la historia de Artabán, ése rey que nunca llegó
a su destino. Pero no sabía que le esperaba un destino tan brillante como la
estrella que perdió en el cielo.
Dicen que pasó
30 años intentando encontrarlo. En ese lapso de tiempo, siguió ayudando a los
necesitados del camino. Recorrió la tierra entera y un día llegó a Jerusalén
justo en el momento que una multitud enfurecida pedía la muerte de un pobre
hombre. Mirándolo, reconoció en sus ojos algo especial. Entre el dolor, la
sangre y el sufrimiento, podía ver en sus ojos el brillo de la estrella. Y
entonces lo supo: aquel condenado que estaba siendo ajusticiado era el Niño que
por tanto tiempo había buscado!
Cuentan que, al
descubrir que Jesucristo iba a ser crucificado en el Gólgota, se dispuso a ir
allí para entregar el jaspe como tardía ofrenda. No obstante, en el camino vio
cómo un padre vendía a su hija para saldar sus deudas. Artabán utilizó la
última piedra preciosa que le quedaba para liberarla. En ese preciso momento
Jesús expiraba en la Cruz, iniciando un temblor de tierra, lo que provocó que
una piedra le golpeara en la cabeza y quedara gravemente herido en el suelo.
La última
perla
Y la leyenda
termina así: “La tristeza llenó su corazón, ya viejo y cansado aún guardaba una
perla en su bolsa, pero ya era demasiado tarde para ofrecerla al Niño que
ahora, convertido en hombre, colgaba de una Cruz. Sentía que había fallado en
su misión…
Y sin tener a
dónde más ir, se quedó en Jerusalén para esperar que llegara su muerte.
Apenas habían
pasado tres días cuando una luz aún más brillante que la de la estrella, llenó
su habitación. ¡Era el Resucitado que venía a su encuentro!
El Rey Mago,
cayendo de rodillas ante Él, tomó la perla que le quedaba y extendió su mano
mientras hacía una reverencia. Jesús le tomó tiernamente y le dijo:
Tú no
fracasaste. Al contrario, me encontraste durante toda tu vida. Yo estaba
desnudo, y me vestiste. Yo tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed y me diste
de beber. Estuve preso, y me visitaste. Pues yo estaba en todos los pobres que
atendiste en tu camino.
¡Muchas gracias
por tantos regalos de amor, ahora estarás conmigo para siempre, pues el Cielo
es tu recompensa…”.
Algo grande
pasó entre enero y marzo
Había aliviado
las penas de tanto desvalido que la satisfacción que no esperaba fue más
hermosa que todas sus piedras preciosas y el reconocimiento de Jesús su
privilegio impensado.
Según los
astrónomos, la explicación científica de lo que relata la leyenda, el rey
llamado Artabán, que iba por su cuenta, pudo perder la referencia después de
que la Luna y la nova estuvieran en conjunción, lo que tapó su luz, dejándole
sin guía. Eso sí, según estos expertos, todo aquello no sucedió un 6 de enero,
sino «cerca del 21 de marzo del año 5 antes de Cristo». Una explicación real a
una leyenda convertida en cuento navideño.
Recordamos
estos relatos por estos días cuando se supone que los tres reyes magos Melchor,
Gaspar y Baltasar recorren el desierto, sobre sus camellos, camino de Belén.
Pero… ¿y si hubieran sido cuatro Reyes Magos en lugar de tres?
Macky
Arenas
Fuente: Aleteia