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Dominio público |
- ¿En qué consiste el servicio de
un capellán?
- ¿Con qué equipo cuenta? ¿Echan en
falta labor de voluntarios?
- El equipo de capellanes está compuesto de
aproximadamente 25
ministros, entre presbíteros y diáconos permanentes. Indudablemente siempre
es necesaria la ayuda de más personas. Lo ideal sería que las exequias se
realizasen en las parroquias de los fieles difuntos, pero es en las ciudades sobre todo
donde se van centralizando hacia los tanatorios como lugares de despedida. Así
es como la capellanía actúa supliendo a las parroquias de origen.
- ¿Cómo da consuelo a las familias
de los fallecidos?
- Tratamos de dar testimonio de aquello que la
Iglesia ha sido testigo, la resurrección del Señor, como nos dice san Pablo en
la Carta a los Corintios: “Si
no creemos en la resurrección vana es nuestra fe”. Con este claro mensaje
los capellanes se acercan a las familias y allegados, acompañan prestando un
servicio fraternal de escucha, acompañamiento, dando esperanza y rezando.
También aprovechamos para
anunciar el kerigma, sabiendo que muchos familiares y amigos asisten a las
exequias no siendo creyentes, y en esos momentos es cuando la persona
está abierta a la trascendencia.
- ¿El alejamiento de la fe de
muchas familias quizás hace más difícil esta labor?
- En un mundo cada vez más materialista, la enfermedad
y la muerte son escondidas. El sistema social trata de evitar el dolor y las
situaciones que tienen que ver con la debilidad humana. Y aunque esto trata de
imponerse, las personas necesitamos dar sentido a la vida, de una manera u otra
estamos abiertos en algún momento a la trascendencia. Es el momento de despedir a alguien cuando nuestro ser está
totalmente abierto y en búsqueda. Es en ese momento cuando los
ministros tienen una plataforma privilegiada para realizar un primer anuncio de
quién es el Dios cristiano.
- Ha surgido alguna vez alguna
conversión de algún familiar tras la muerte de un ser querido? ¿Algún ejemplo
que pueda contarnos?
- Los ministros constantemente nos esforzamos en formarnos y colaboramos con otros actores que se relacionan en nuestro ámbito, sobre todo con las capellanías de los hospitales y residencias. Nosotros continuamos la labor que ellos han comenzado acompañando el duelo que comienza al saber que alguien va a fallecer, enfermos terminales o últimos momentos de vida donde nuestros compañeros están presentes.
En los momentos previos a la muerte los
servicios de los hospitales, residencias de mayores, etc. realizan una labor de
preparación esencial. Así es como en ocasiones existen conversiones, personas que han encontrado a
equipos de acompañantes que les han ayudado a sobrellevar la muerte de un ser
querido, desde el equipo de asistencia espiritual del hospital,
pasando por nosotros y después la parroquia, hacemos que al menos despierte en
ellos una curiosidad.
- La muerte es tabú. Sin embargo,
rompiendo lo políticamente correcto, pregunto: ¿cómo prepararnos en vida para
el momento de la muerte?
- Nunca se está preparado completamente para la
muerte, siempre nos queda algo por hacer, nuestra mente desea conocer, vivir,
experimentar… Pero la muerte forma parte de la vida. Necesitamos de la muerte
para poder vivir, para dar un sentido a nuestra vida. La muerte como tránsito, experiencia hacia el fin último que es
la vida en Dios. Palabras que no son huecas, sino que se llenan de
contenido con la experiencia de la fe. Vivir es la mejor preparación para
morir. Como dice el evangelio de San Juan, «me voy para
prepararos un lugar, para que donde estoy yo, estéis también vosotros».