El Evangelio propone en este día la parábola del rey
misericordioso, en donde “encontramos – dijo Francisco – dos veces esta
súplica: ‘ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”
Es necesario aplicar el amor misericordioso en todas
las relaciones humanas, tal como nos lo pide Jesús: lo dijo el Papa a la hora
del Ángelus de este domingo, al reflexionar sobre la parábola del rey
misericordioso. “Si no nos esforzamos por perdonar y amar, - afirmó el Santo
Padre – tampoco seremos perdonados ni amados”.
“Si no nos esforzamos por perdonar y amar, tampoco
seremos perdonados ni amados”: fue la conclusión a la que llegó el Papa
Francisco en su Ángelus de hoy, al reflexionar sobre la parábola del rey
misericordioso. El Santo Padre se asomó, como cada domingo, a la ventana del
Palacio Apostólico, para rezar junto con los fieles la oración mariana del
Ángelus dominical, en este XXIV domingo del Tiempo Ordinario.
El Evangelio propone en este día la parábola del rey
misericordioso, en donde “encontramos – dijo Francisco – dos veces esta
súplica: ‘ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
La primera vez la pronuncia el siervo que le debe a su
amo diez mil talentos, una suma enorme. Hoy serían millones y millones de
euros. La segunda vez la repite otro criado del mismo amo. Él también tiene
deudas, no con su amo, sino con el siervo que tiene esa enorme deuda. Y su
deuda es muy pequeña comparada con la de su compañero, tal vez como el salario
de una semana.
La infinita
misericordia de Dios
Tal como explicó el Papa, el centro de la parábola es
la indulgencia que el amo muestra hacia el siervo más endeudado.
El evangelista subraya que «el señor tuvo compasión de
aquel servidor, - no olviden jamás esta palabra que es propia de Jesús:
"tuvo compasión", Jesús siempre tuvo compasión - le dejó marchar y le
perdonó la deuda». ¡Una deuda enorme, por tanto, una condonación enorme! Pero
ese criado, inmediatamente después, se muestra despiadado con su compañero, que
le debe una modesta suma. No lo escucha, le insulta y lo hace encarcelar, hasta
que haya pagado la deuda, aquella pequeña deuda. El amo se entera de esto y,
enojado, llama al siervo malvado y lo hace condenar. ¿Pero yo te he perdonado
tanto y tú eres incapaz de perdonar tan poco?
Aplicar el amor
misericordioso en todas las relaciones
Son dos las actitudes que demuestra la parábola: la de
Dios, que, representado por el rey, muestra una justicia “impregnada de
misericordia”. Y la del hombre, que “se limita a la justicia”. Jesús, en
cambio, nos exhorta a “abrirnos valientemente al poder del perdón, porque no
todo en la vida se resuelve con la justicia”. Da cuenta de ello la respuesta
que le da a Pedro, antes de la parábola, cuando le pregunta: «Señor ¿cuántas
veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?». A lo que Jesús
le responde: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». En
el lenguaje simbólico de la Biblia, - explicó el Papa - esto significa que
estamos llamados a perdonar siempre.
¡Cuánto sufrimiento, cuántas divisiones, cuántas
guerras podrían evitarse, si el perdón y la misericordia fueran el estilo de
nuestra vida! Incluso en la familia, también en la familia. Cuántas familias
desunidas que no saben perdonarse, cuántos hermanos y hermanas que tienen este
rencor dentro. Es necesario aplicar el amor misericordioso en todas las
relaciones humanas: entre los esposos, entre padres e hijos, dentro de nuestras
comunidades, en la Iglesia y también en la sociedad y la política.
Deja de odiar,
el rencor es como una mosca en el verano
El Papa Francisco se detuvo en la meditación, para
contar una primera reflexión que tuvo en la mañana, durante la misa, leyendo
una frase el libro de Sirácides. La frase que dice: "Acuérdate de tu fin y
déjate de odiar". Y exhortó:
¡Piensa en el final! Piensa que estarás en un ataúd y
llevarás el odio allí. Piensa en el final, ¡deja de odiar! Deja el rencor.
Piensa en esta conmovedora frase: "Acuérdate de tu fin y déjate de
odiar". No es fácil perdonar, porque en los momentos tranquilos uno dice:
"sí, pero éstos o éste me han hecho todo tipo de cosas"... pero yo
también he hecho muchas. Mejor perdonar para ser perdonado. Pero luego, el
rencor vuelve, como una molesta mosca en el verano que vuelve y vuelve y
vuelve... Perdonar no es sólo algo momentáneo, es algo continuo contra este
rencor, este odio que vuelve. Pensemos en el final, dejemos de odiar.
“Es una condición: piensa en el final, en el perdón de
Dios y deja de odiar, ahuyenta el rencor, esa molesta mosca que vuelve y vuelve
y vuelve.”
Perdonar para ser
perdonados
La frase que recitamos en la oración del
Padre nuestro: «Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a
nuestros deudores», cobran su pleno significado gracias a esta parábola, puesto
que contienen, continuó diciendo el Papa, una “verdad decisiva”:
No
podemos pretender para nosotros el perdón de Dios, si nosotros, a nuestra vez,
no concedemos el perdón a nuestro prójimo. Si no nos esforzamos por perdonar y
amar, tampoco seremos perdonados ni amados.
Por
todo ello, al concluir su reflexión, el Papa alentó a encomendarse a la
maternal intercesión de la Madre de Dios, para que Ella “nos ayude a darnos
cuenta de cuánto estamos en deuda con Dios, y a recordarlo siempre, para tener
el corazón abierto a la misericordia y a la bondad”.
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