Sin
imprevistos
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Para
el día de Sto. Domingo, quisimos sorprender a nuestras hermanas con un desayuno
especial: la procuradora había conseguido unas raquetas congeladas.
Sin
embargo, si solo las horneábamos, iban a quedar muy pobres, nada parecidas a
las de pastelería...
Encontré
una receta que parecía del todo profesional. La seguí paso a paso. Justo al
final, para hacer el glaseado de azúcar, había que mezclar los ingredientes,
meter la batidora y, ¡listo! En teoría, claro. Porque lo que sucedió en verdad
fue que mi mano se volvió negra: la mezcla no me había quedado líquida, sino
que parecía pegamento de contacto... y había quemado la batidora.
No
te puedes imaginar el disgusto... Fui corriendo a contárselo a la priora:
-¡He
quemado la batidora!
-Bueno,
-me respondió con toda tranquilidad- solo es señal de que la usas: quien no la
usa, no la rompe.
¡Me
dejó completamente impresionada! Y, lo que habría sido motivo para volver algo
gris mi día, ¡fue motivo de asombro, gratitud y alegría!
Muchas
veces he escuchado que a Jesús no le asustan nuestras caídas, pues cuenta con
ellas: ¡sabe que somos humanos! El verdadero problema no es caer, sino quedarse
caído.
¡Y
cuántas veces me ocurre eso a mí! En el fondo, me encantaría acertar con todo a
la primera, sin cometer ningún error... Pero, gracias a este hecho, he
descubierto que, entonces, haría las cosas muy bien, ¡pero jamás habría
descubierto la alegría de sentirse acogida por los hermanos! Amar a quien lo
hace todo bien, es fácil. Amar a quien falla... demuestra que el amor es
auténtico.
Creo
que Cristo, como nuestra Priora, sabe que, si caes, es porque estás caminando,
¡y eso es una muy buena noticia! Y Él también te tiende al instante la mano,
para levantarte ¡y seguir la marcha!
Hoy
el reto del amor es levantarse. Te invito a que, en tu oración, des gracias al
Señor porque no tienes que impresionarle: ¡bien sabe Él que somos barro! Y al
barro no se le pide que sea resistente como el acero... se le pide que sea
moldeable. Descubre en tus caídas una ocasión para asombrarte de que ahí
también Jesucristo te ama... ¡y verás cómo ese amor te levanta! ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma