El
agradecimiento debe estar intrínseco en las buenas acciones, en la retribución
que tenemos hacia los demás cuando reconocemos sus esfuerzos
Cada momento que transcurre en nuestras vidas debe ser el impulso para la búsqueda incansable de trascender, de perpetuar en el corazón de las personas, de ser recordados por las cosas buenas que podamos realizar por el bien de nosotros mismos y también de los demás.
La vida es una
sola y hay que disfrutarla al máximo: amando a quienes nos rodean, escuchando
cada palabra de aliento, agradeciendo cada uno de los instantes, perdonando
cada palabra o acción equivocada. No esperemos a que pasen los años y volvamos
la mirada con lamentos. No esperemos perder para luego extrañar. Actuemos en el
ahora, en el presente, con convicción y determinación. Abramos los brazos para
recibir que son muchas las bendiciones que llegarán cuando nos fortalecemos con
la fe en Cristo.
Es por esto,
que en el mes de agosto reflexionaré acerca de una palabra tan olvidada en
la acción porque consideramos o sentimos que nos merecemos todo, y ésta es
la del agradecimiento. Es natural que en la cotidianeidad siempre esperemos que
nos reconozcan por lo que debemos hacer, por el trabajo diario, pero realmente
esta actitud debe ir más allá de lo habitual.
El
agradecimiento debe estar intrínseco en las buenas acciones, en la retribución
que tenemos hacia los demás cuando reconocemos sus esfuerzos, no solo con un
“gracias” que a veces se dice mecánicamente pero que debe conllevar además de
la expresión, una sensación de reconocimiento real por la otra persona por ese
gesto de amabilidad, de servicio, de retribución. Es muy sabio poder descubrir
la bondad y la verdad en las acciones de los demás y buscar la manera de
expresarles que son muy importantes en nuestra vida, que sin ellos sería
difícil continuar el camino.
Existen
diferentes maneras de poner en práctica esta virtud dentro de la cotidianeidad de nuestras vidas. Una de estas es la oración
diaria, la que nos permite transportarnos a un mundo de esperanza, de fe,
de gratitud con nuestro Creador. Nada más significativo puede estar por encima
de esta actitud, ya que sin Dios, no tendríamos la oportunidad de estar
viviendo y disfrutando de todo lo alcanzado o logrado. Él lo es Todo, es
Infinito en su misericordia, en su bondad. Es magnífico poder dar gracias al
levantarnos, al recibir la mañana, al respirar, al deleitarnos con la belleza
de la naturaleza, al recibir el sol y el viento, ¡Tantos dones otorgados y
maravillas creadas para nuestro beneficio!
Otra forma de
dar las gracias es retribuir nuestras acciones hacia los seres queridos. ¿Cuántos días pueden pasar sin reconocer en la familia, en los amigos, en
los colegas, una palabra de motivación, un gesto de solidaridad, un abrazo de
gratitud? Posiblemente son las personas a las que olvidamos con frecuencia o
porque pensamos que es obligación recibir más de lo que debemos entregar.
Cuando me remito a entregar no lo hago en sentido de lo material, basta con la
expresión de afecto constante, no en los momentos de alegrías sino también en
las dificultades, en la soledad de la vida, en las tristezas y en el abandono.
Es nuestro deber estar alertas a las necesidades de los demás. Sólo allí
estaremos demostrando verdaderamente la gratitud. A veces, consuela más una
llamada o una visita inesperada, que un regalo costoso; una ayuda o un consejo
en un instante de desconsuelo, que una salida de farra. Debemos estar ahí,
donde nos necesitan. Saber escuchar el corazón del amigo, del cónyuge, del
hijo, para poder entrar y quedarnos permanentemente.
También debemos
compensar nuestra relación con la naturaleza. Es obligación
de cada uno de nosotros poder entablar una conexión grata con el ambiente el
cual nos brinda tantos beneficios. Es lamentable ver cómo día a día estamos
acabando con el medio que nos provee bienestar, alimentos, salud y los
diferentes recursos que ayudan a que tengamos una vida mejor.
Debemos incluirnos
en esta falta de cuidado porque es incalculable el daño que también podemos
generar por medio de acciones diversas, y estos pueden ser irreversibles, como
el uso excesivo de jabones y detergentes, la falta de reciclaje desde casa, el
malgaste de los recursos naturales, el uso de plástico, y demás situaciones que
vivimos y que nos hemos acostumbrado a realizar como lo habitual y realmente
nos hace falta más conciencia para poder cuidar lo que la naturaleza nos
regala.
Sembremos más
árboles, cuidemos y usemos racionalmente el agua, evitemos usar tantos
plásticos, y realicemos más acciones que ayuden a que los recursos naturales
perduren y puedan ser disfrutados por nosotros y las futuras generaciones. Sólo
así demostraremos gratitud con la naturaleza, fuente de vida y de riqueza.
Para hacer
palpable la virtud del agradecimiento en cada uno de los contextos anteriores y
en muchos otros más, sólo bastará con practicar sencillas acciones que tengan
como base la generosidad, la bondad, la solidaridad, la alteridad y la
misericordia. Estas virtudes serán la razón de ser de nosotros, las que nos
hagan pesar la báscula de la entrega a los demás, las que nos brindarán un
motivo por el cual dar las gracias a cada instante. ¡Tenemos tanto pero
agradecemos tan poco! ¿Te has puesto a pensar alguna vez si has agradecido lo
suficiente? ¿Si has podido retribuir todo el esmero, el sacrificio y el amor de
tus padres? ¿Estás alerta y dispuesto a ayudarlos en estos momentos en donde
más te necesitan?; has reflexionado alguna vez ¿Cómo ha sido tu actitud frente
a quienes te han tratado de enseñar durante cada etapa de tu vida? ¿Tu actitud
ha sido de agradecimiento frente al buen consejo? O piensas que ya todo lo
conoces y lo sabes?
Para poder
emprender cada acción con la actitud del agradecimiento tenemos que despojarnos
en primera medida de la soberbia, la cual no permite ver más allá de lo que
creemos saber. En segunda medida de la falta de caridad, ya que
desconocemos la importancia que tienen las demás personas en nuestra vida y, en
tercera medida, del perdón, el cual sana el alma y nos permite poder
aceptar y replantear nuestro camino; muchas veces hemos de agradecer también
por las cosas no tan positivas pero que en ocasiones nos fortalecen o nos hacen
corregir la manera de proceder. No solo lo bueno nos da aprendizaje; las
experiencias no tan gratas también nos deben fortalecer.
A cada instante
debemos luchar incansablemente por esa luz de esperanza que debe brillar en
nuestras vidas para alcanzar todo lo que nos proponemos. Debemos ser
agradecidos y todo lo que esto significa. Somos lo más importante en nuestra
propia vida, si no agradecemos por lo logrado, por lo maravillosos que somos,
quién lo hará por nosotros? No abandonemos las costumbres sabias que nos identifican
como verdaderas personas: el bendecir cada acción y cada palabra; el disfrutar
de nuestros seres queridos; el tener un techo, un trabajo, unas comodidades. Y
qué bueno sería, poder compartir parte de estas bendiciones con quienes tienen
tantas necesidades.
Miremos
alrededor de nosotros y escuchemos el llamado de Dios para acercarnos más a Él
y por tanto, a toda su Creación. Vivamos con esmero la gratitud y empecemos con
nosotros mismos y con todo lo que está a nuestro alrededor. Muy seguramente
extenderemos este hábito esencial para vivir la vida con verdadera intensidad,
no la malsana sino la que nos traslade a la verdadera felicidad.
Vivian Forero
Besil
Fuente: LaFamilia.info