Una respuesta simple y esclarecedora
No. Las benditas almas del purgatorio son
almas de fieles que murieron en pecados leves y necesitan pasar por el fuego
purificador para presentarse frente a Dios. Pues nada impuro puede permanecer
frente al Trono de Dios.
Las almas que
están en el Purgatorio aún no pueden vislumbrar al Dios eterno. Sin embargo,
reciben frecuentemente visitas de los ángeles y la Virgen, que las consuelan.
No debemos
tener miedo o pensar que el Purgatorio es un “infierno del bien”. ¡No! El
Purgatorio es la prueba de la bondad divina, sin él muchos de los que mueren
con pecados leves no podrían entrar al Cielo.
Jesús vino a
traer la Buena Noticia del Reino de los Cielos y habló del Purgatorio que era
conocido ya en la fe judía, como se puede ver en el libro de los Macabeos (2 Mc
12, 39-45), que explica cómo se oraba y se hacían sacrificios por los muertos
en pecado.
La Iglesia
siempre ha creído en eso:
Jesús dijo en
Lc 12, 58-59: “Mientras vas
donde las autoridades con tu adversario, aprovecha la caminata para
reconciliarte con él, no sea que te arrastre ante el juez y el juez te entregue
al carcelero, y el carcelero te encierre en la cárcel. Yo te aseguro que no saldrás de allí
hasta que no hayas pagado el último centavo”.
Cuando Jesús
habla del Infierno, siempre dice “allí será el llanto y el crujir de
dientes” o “nunca lo dejará” para
demostrar que de allá el alma no sale más; cuando habla del Purgatorio, no dice
eso.
San Pablo
dice, en 1Co 3, 10, que unos hacen sus obras con materiales resistentes al
fuego y otros con paja, o sea unos con devoción y amor, otros en la tibieza o
pereza; dice que ambos se salvarán, pero que el segundo recibirá una pena, que
no es el infierno, pero “se salvará, pero como a través del fuego”.
“En lo que concierne a ciertas faltas
leves, debe creerse que existe antes del juicio un fuego purificador” – San León Magno, 604 d.C. Mira si no
es por pura bondad: Él sólo nos juzga después de purificados.
Esas almas ya
no pueden rezar por sí mismas, como explica el libro de los Macabeos, pero
pueden recibir nuestros ruegos por ellas.
Son almas que
son queridas por Jesús, están pagando lo que deben a la justicia divina. Son
almas que no deben ser olvidadas.
Por Ana Paula
Barros
Fuente: Aleteia