Los
santos Luis y Celia Martin, padres de Santa Teresa de Lisieux, tienen una bella
historia de amor marcada por la confianza en Dios, una intensa vida piadosa y
la enfermedad en los últimos años de vida
Los
santos Luis y Celia Martin. Crédito: Martha Calderón (ACI Prensa)
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Ambos fueron canonizados el 18 de octubre
de 2015, convirtiéndose en el primer matrimonio declarado santo en la misma
fecha. Su fiesta se celebra hoy 12 de julio, día de su aniversario de bodas
.
Luis
nació en 1823 en Burdeos (Francia) y Celia vino al mundo ocho años después.
Ambos crecieron en el seno de familias militares y católicas.
Una biografía
publicada por la Santa Sede describe que el padre de Luis,
Pierre-François Martin era capitán del ejército francés. Por ello el futuro
santo y sus cuatro hermanos gozaron de los beneficios de quienes eran hijos de
militares.
Luego
que el padre se jubiló, la familia se mudó a Alençon en 1831. Allí, Luis
estudió con los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Al culminar su formación
aprendió el oficio de relojero en varias ciudades de Francia.
Los
padres de Celia Guérin fueron exigentes, autoritarios y rudos. En una de
sus cartas a su
hermano Isidore, describió que su madre era “demasiado severa; era
muy buena pero no sabía darme cariño, así que sufrí mucho”. También afirmó que
su infancia y juventud fueron “tristes como una mortaja”.
En
su biografía, la Santa Sede señaló que Celia era “inteligente y comunicativa
por naturaleza” y que su hermana Marie Louise fue como una segunda madre.
La familia de Celia también se trasladó a
Alençon tras la jubilación del padre, aunque en 1844. Los Guérin atravesaron
por muchas dificultades económicas, especialmente porque el mal carácter de la
madre afectaba el desarrollo de sus negocios.
Celia
ingresó al internado de las religiosas de la Adoración Perpetua donde aprendió
a confeccionar el punto de Alençon, uno de los encajes más famosos de la época,
y para especializarse entró en la “Ecole dentellière”. Con su trabajo, Celia
contribuyó a la economía familiar.
Tanto
Luis como Celia sintieron durante su juventud el deseo de consagrarse a Dios a
través de la vida religiosa.
Cuando
tenía 22 años, Luis pidió ser admitido en el monasterio del Gran San Bernardo,
pero fue rechazado porque no sabía latín. Por su parte, Celia quiso ingresar a
la congregación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, pero tampoco
fue aceptada. Dios tenía otros planes para ellos.
Años
más tarde, Luis abrió una relojería y Celia un taller de encaje. Luis y Celia
se cruzaron por primera vez en abril de 1858 en el puente San Leonardo. Ella
quedó impresionada por ese “joven de noble fisonomía, semblante reservado y
dignos modales”, y sintió que una voz interior le decía que ese era su futuro
esposo.
Se enamoraron y se casaron ese mismo año.
La boda civil se celebró en el municipio de Alençon a las 10:00 p.m. del día 12
y la religiosa a la medianoche, como era costumbre en ese tiempo, en la iglesia
de Nuestra Señora.
Las
cartas de Celia reflejan el amor que sentía por Luis: “Tu mujer que te ama más
que a su vida” y “Te abrazo tanto como te amo”.
Ambos
llevaron una intensa vida espiritual. Asistían a Misa diaria, oraban en forma
personal y comunitaria, se confesaban con frecuencia y participaban en las
actividades parroquiales.
Tuvieron
nueve hijos, de los cuales sobrevivieron cinco niñas: Paulina, María, Leonia,
Celina y Teresa. A todas les transmitieron el amor a Dios y al prójimo. Además,
sus negocios no fueron impedimento para que pasaran tiempo de calidad con
ellas.
Cuando tenía 45 años, Celia se enteró que
tenía un tumor en el pecho. “Si Dios quiere curarme, estaré muy contenta pues,
en el fondo de mi corazón, deseo vivir; lo que me cuesta es dejar a mi marido y
a mis hijas. Pero, por otra parte, me digo: si no me curo es que, quizá, será
más útil que yo me vaya”, escribió en una carta.
La santa vivió esta enfermedad con firme
esperanza cristiana hasta que falleció el 28 agosto de 1877 rodeada de su
esposo y su hermano Isidore.
Luis se trasladó a Lisieux, donde vivía
Isidore, y la tía Celina lo ayudó a cuidar de sus cinco hijas. Años más tarde,
todas se hicieron religiosas, cuatro en el Carmelo y una en la Visitación.
Su mayor sacrificio fue separarse de
Teresa, a quien llamaba “su reinecita”, y que ingresó a la vida religiosa a los
15 años.
Luis contrajo una enfermedad que lo fue
mermando hasta perder sus facultades mentales. Fue internado en el sanatorio
del Buen Salvador en Caen.
Durante los períodos de alivio se ofreció
como víctima de holocausto a Dios, hasta que murió el 29 de julio de 1894.
Su hija Teresa fue proclamada santa el 17 de mayo de 1925 por el
Papa Pío XI. Luis y Celia fueron canonizados
el 18 de octubre de 2015 por el Papa Francisco durante el
Sínodo de la Familia.
En julio mismo año se abrió la
causa de beatificación de Leonia, hermana de Santa Teresa de
Lisieux.
Fuente:
ACI