Lo dijo el Papa
Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del Ángelus de este
19 de julio, XVI Domingo del Tiempo Ordinario
El Santo Padre este domingo antes de rezar a la Madre
de Dios dijo que, no colabora bien con Dios quien se fija solo en los límites y
los defectos de los demás, sino quien sabe reconocer el bien que crece
silenciosamente en el campo de la Iglesia y de la historia.
“La Virgen María nos ayude a comprender e
imitar la paciencia de Dios, que no quiere que ninguno de sus hijos se pierda,
que Él ama con amor de Padre”, lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes
de rezar la oración mariana del Ángelus de este 19 de julio, XVI Domingo del
Tiempo Ordinario.
Es necesario esperar el tiempo de la cosecha
El Santo Padre,
comentando el Evangelio (cfr. Mt 13, 24-43) que la liturgia propone este
Domingo, dijo que San Mateo nos presenta a Jesús hablando a la multitud en
parábolas – la de la cizaña y la del grano de mostaza – sobre el Reino de los
cielos. Refiriéndose a la primera parábola, la de la cizaña, Jesús nos hace
conocer la paciencia de Dios, abriendo nuestro corazón a la esperanza. “Jesús
cuenta que, en el campo en el que se ha sembrado la semilla buena – afirma el
Pontífice – brota también la cizaña, un término que resume todas las malas
hierbas, que infestan el terreno”. Los siervos, observa el Papa, quieren ir
enseguida a arrancar la mala hierba. Sin embargo el amo dice que no, porque se
corre el riesgo de arrancar el trigo junto a las malas hierbas.
Es necesario
esperar el momento de la cosecha: solo entonces se separan y la cizaña será
quemada
En esta parábola se puede
leer una visión de la historia
En este sentido, el Santo Padre dijo que
esta parábola nos presenta una visión de la historia, en la cual junto a Dios –
el amo del campo – que esparce siempre y solo semilla buena, hay un adversario,
que esparce la cizaña para obstaculizar el crecimiento del trigo. “El amo –
subraya el Pontífice – actúa abiertamente, a la luz del sol, y su propósito es
una buena cosecha; el otro, sin embargo, aprovecha la oscuridad de la noche y
obra por envidia, por hostilidad, para arruinar todo”.
El adversario, afirma el Papa, tiene un
nombre: es el diablo, el opositor de Dios por antonomasia. Su intención es
obstaculizar la obra de salvación, para que el Reino de Dios sea obstaculizado
por trabajadores injustos, sembradores de escándalos. “Muchas veces, hemos
oído que una familia que estaba en paz, luego comenzó las guerras, la
envidia... un barrio que estaba en paz, luego comenzaron las cosas malas... Y
estamos acostumbrados a decir: Eh, alguien vino allí para sembrar la lucha... Siempre
está sembrando el mal que destruye. Y esto siempre lo hace el diablo o tenemos
la tentación: cuando caemos en la tentación de criticar para destruir a otros”.
La
buena semilla y la cizaña no representan el bien y el mal de forma abstracta,
sino a nosotros los seres humanos, que podemos seguir a Dios o al diablo
Las persecuciones forman
parte de la vocación cristiana
Es por ello, afirma el Papa Francisco, la
intención de los siervos es la de eliminar enseguida el mal, es decir a las
personas malvadas, pero el amo es más sabio, ve más lejos: estos deben saber
esperar, porque soportar las persecuciones y las hostilidades forma parte de la
vocación cristiana. “El mal, por supuesto, debe ser rechazado, pero los
malvados son personas con las que hay que tener paciencia. No se trata de esa
tolerancia hipócrita que esconde ambigüedad, sino de la justicia mitigada por
la misericordia”. Si Jesús ha venido a buscar a los pecadores más que a los
justos, a curar a los enfermos antes que a los sanos, también nuestra acción
como sus discípulos debe estar dirigida no para suprimir a los malvados, sino
para salvarlos.
No
colabora bien con Dios quien se pone a la caza de los límites y de los defectos
de los otros, sino más bien quien sabe reconocer el bien que crece
silenciosamente en el campo de la Iglesia y de la historia, cultivándolo hasta
la maduración
El Evangelio nos presenta
dos modos de vivir la historia
Finalmente, el Santo Padre dijo que el
Evangelio nos presenta dos modos de vivir la historia; por un lado, la mirada
del amo; por otro, la mirada de los siervos. “Los criados se preocupan por un
campo sin malezas, el amo por el buen trigo. El Señor nos invita a asumir su
misma mirada, la que mira al buen grano, que sabe custodiarlo también en las
malas hierbas”. No colabora bien con Dios quien se pone a la caza de los
límites y de los defectos de los otros, sino más bien quien sabe reconocer el
bien que crece silenciosamente en el campo de la Iglesia y de la historia,
cultivándolo hasta la maduración. Y entonces será Dios, y solo Él, quien premie
a los buenos y castigue a los malvados.
Renato Martínez
– Ciudad del Vaticano
Vatican News