Jesús no es un “un modelo para los resignados ni
simplemente una víctima”, sino que es "el modelo de los pobres de espíritu
y de todos los otros bienaventurados del Evangelio, que cumplen la voluntad de
Dios y testimonian su Reino". A ellos se dirige "hoy" en un
mundo que exalta a quien se hace rico y poderoso, llamándolos a ser
"constructores de una nueva humanidad". Ángelus de este domingo 5 de
julio.
Jesús habla
“hoy” a todos los hombres de buena voluntad, y les da la alegría de ser
"constructores de la nueva humanidad". Asomándose a la ventana del
Palacio Apostólico, el Papa Francisco comentó el pasaje evangélico de este
domingo 5 de julio, Mateo, capítulo 11 versículos 25 al 30. Este Evangelio,
enseñó el Santo Padre, está dividido en tres partes: primero Jesús alza un
himno de bendición y de agradecimiento al Padre, porque ha revelado a los
pobres y a los sencillos el misterio del Reino de los cielos; después desvela
la relación íntima y singular que hay entre Él y el Padre; y finalmente invita
a acudir a Él y a seguirlo para encontrar alivio.
El Padre se revela a quienes se abren con confianza a Él
Hablando de la
primera parte, en que Jesús alaba al Padre porque ha ocultado los secretos de
su Reino, su Verdad, a los “sabios e inteligentes”, Francisco explicó que los
llama de este modo, “con un velo de ironía” porque “presumen" que son
sabios, inteligentes, y, por lo tanto, muchas veces “tienen el corazón
cerrado”.
La verdadera
sabiduría también viene del corazón; no es sólo entender las ideas: la verdadera
sabiduría también entra en el corazón. Si sabes muchas cosas y tienes el
corazón cerrado, no eres sabio.
Jesús dice, en
cambio, que los misterios de su Padre han sido revelados a los “pequeños”, es
decir, a los que se abren con confianza a su Palabra de salvación, sienten la
necesidad de Él y esperan todo de Él.
Luego, cuando Jesús explica que ha recibido
todo del Padre, lo llama “mi Padre” para afirmar la unicidad de su relación con
Él. Esto porque “solo entre el Hijo y el Padre hay total reciprocidad: el uno
conoce al otro, el uno vive en el otro”.
Esta
comunión única es como una flor que brota, para revelar gratuitamente su
belleza y su bondad. Y de aquí la invitación de Jesús: «Vengan a mí…» (v. 28).
Él quiere donar lo que toma del Padre. Quiere
donarnos la Verdad, y la Verdad de Jesús es siempre libre: es un don, es el
Espíritu Santo, la Verdad.
Jesús, como el Padre, tiene preferencia por los
pequeños
En
esa unicidad del Padre y del Hijo, como el Padre tiene una preferencia por los
pequeños, también Jesús, manso y humilde de corazón, se dirige a los “cansados
y oprimidos”, y se pone en medio de ellos. Él no es un “un modelo para los
resignados ni simplemente una víctima”, indicó el Pontífice, sino que es “el
Hombre que vive de corazón” esta condición, en plena trasparencia al amor del
Padre, es decir, “al Espíritu Santo”.
Él
es el modelo de los «pobres de espíritu» y de todos los otros “bienaventurados”
del Evangelio, que cumplen la voluntad de Dios y testimonian su Reino.
Jesús habla “hoy” a todos los hombres de buena
voluntad
Por
último, el Santo Padre habló del “descanso” que Cristo ofrece a los cansados y
oprimidos: este “no es un alivio solamente psicológico o una limosna donada,
sino la alegría de los pobres de ser evangelizados y constructores de la nueva
humanidad”. Esto es, dijo el Papa, “el alivio y la alegría única que nos da
Jesús, su propia alegría”.
Encomendando a María, “la
más humilde y la más alta entre las criaturas”, que “implore a Dios para
nosotros la sabiduría del corazón, para que sepamos discernir sus signos en
nuestra vida y ser partícipes de esos misterios que, ocultos a los soberbios,
son revelados a los humildes”, el Santo Padre rezó la oración mariana del
Ángelus:
Angelus
Dómini nuntiávit Mariæ.
Et concépit de Spíritu Sancto.
Ave Maria...
Ecce ancílla Dómini.
Fiat mihi secúndum verbum tuum.
Ave Maria...
Fiat mihi secúndum verbum tuum.
Ave Maria...
Et Verbum caro factum est.
Et habitávit in nobis.
Ave Maria...
Et habitávit in nobis.
Ave Maria...
Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.
Orémus.
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,
méntibus nostris infunde;
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,
méntibus nostris infunde;
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.
Amen.
Gloria Patri... (ter)
Requiem aeternam...
Benedictio Apostolica seu Papalis
Dominus
vobiscum. Et cum spiritu tuo.
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,
Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.
Amen.
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