Jesús hacía preguntas, no actuaba a la defensiva y sabía cuándo
ignorar algo
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¿Cómo deberíamos lidiar con las
personas difíciles? Algunas personas en nuestra vida quizás sean difíciles simplemente porque nos desafían. O quizás porque son diferentes. O quizás sean
difíciles porque vivimos con ellas. O quizás resulten difíciles porque nosotros somos difíciles y hay algo en nosotros que les
molesta de alguna manera. O quizás sean difíciles sin más.
Sea como sea, podemos aprender
a aceptar lo inconveniente, lo incongruente y lo molesto (tanto de personas
como de hechos) en nuestra vida no solo
como fastidios necesarios, sino como dones.
Ver
a las personas difíciles bajo esta luz positiva parece todo un reto, pero podemos empezar por aprender a tratar con
otras personas de una forma similar a como hacía Cristo. La Escritura nos
enseña algunas de las formas en que Jesús trataba con las personas difíciles:
1.- Jesús hace preguntas
En el Capítulo 12 de Lucas, piden a Jesús que resuelva una disputa familiar y
Él responde, básicamente, “Hombre ¿Quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?. Es interesante señalar que Jesús
hace muchas preguntas en la
Escritura. Las preguntas de Jesús eran a veces retóricas o desafiantes
y, otras veces, estaba enviando un mensaje. Al
emplear preguntas, Jesús enfatiza su apertura a la otra persona.
Es
curioso, pero las personas tendemos a no
hacer muchas preguntas. Asumimos, pontificamos, aleccionamos, observamos,
interrumpimos y juzgamos. Pero rara vez nos esforzamos en hacer preguntas a
otras personas. Al emplear preguntas con frecuencia, creo que Jesús está
ejemplificando el comportamiento de un buen comunicador, uno que se preocupa lo
suficiente por la otra persona como para implicarse y plantearle un reto.
Incluso, y quizás especialmente, si la otra persona está siendo difícil.
2.-Jesús nunca se ve acorralado
En
el Capítulo 6 de Lucas, Jesús está dando un paseo de sabbat con
sus discípulos y los fariseos salen de repente y lo acusan de violar el sabbat por recoger grano. Jesús ni se inmuta. Nunca se asusta de las
personas que intentan hundirlo o que piensan lo peor de él, porque lo que
piensen los demás no está en el centro de su atención.
A
veces las personas nos acorralan con sus presunciones y juicios y podemos
empezar a dudar de si la forma en que nos ven es más objetiva que como nos
vemos nosotros mismos. Es difícil cuando sentimos que otras personas nos
malinterpretan o no se toman el tiempo suficiente para conocernos antes de
juzgarnos. Sin embargo, como Jesús, no
tenemos que sentirnos definidos por las proyecciones de otras personas. Nuestra
identidad reside y se encuentra en Dios, no en lo que otras personas intenten
imponernos.
3.- Jesús sabe cuándo ignorar
¿Recuerdas
aquella vez que Jesús echó una bronca a sus antiguos vecinos y amigos de su
ciudad natal de Nazaret? Se pusieron tan histéricos que decidieron tirarlo por
un precipicio. Jesús, al ver que no
cabía razonamiento con esas personas, caminó a través de la multitud, ignoró su
rabia y “continuó su camino” (Lucas 4).
A
veces, a las personas difíciles les dan berrinches, hablan con rudeza o nos
tratan de forma abusiva. Esta es la señal
para desconectarnos y alejarnos. Jesús
sabía cómo mantener su presión sanguínea bajo control y los ojos en el
objetivo. Por supuesto, si tenemos que lidiar de forma asertiva con alguien que
hace esto en persona, una discusión cara a cara podría ayudar. Pero más tarde.
4.- Jesús no actúa a la defensiva
En
el Capítulo 10 de Marcos, Santiago y Juan le dicen a Jesús algo como: “Queremos
que hagas por nosotros lo que sea que te pidamos”. ¡Eso sí que es
abusar de la confianza! Pero Jesús no es codependiente, así que los caprichos
de los demás y la falta de respeto de los límites personales no le intimidan. Él sabe cuándo decir no y cuándo decir sí y no
se fustiga cuando no contenta a otras personas.
A
veces las personas pueden pedirnos más de lo que nosotros podemos darles. Quizás incluso intenten persuadirnos con
chantaje emocional. Antes de que nos demos cuenta, nos encontramos doblando
el espinazo intentando contentar a una persona agresiva o
con necesidades infantiloides (¡y que rara vez se da por satisfecha!). Pero
Jesús no intenta agradar a la gente. Jesús no necesita protegerse de las
personas; la voluntad de Dios ya es bastante seguridad. De aquí viene su
actitud tranquila y no defensiva.
5.- Jesús es flexible
En Mateo 15, una mujer cananea pide a
Jesús que cure a su hija y Él dice que
no. Pero luego se conmueve por la respuesta de fe de la mujer y sana a la chica.
Jesús se acerca a los demás con una mente abierta.
Cuando una persona difícil se
nos acerca, quizás pensemos: Vaya tela,
vuelta a empezar o Este cuento
ya me lo conozco, pero Jesús mantenía una mente abierta cuando se le
acercaban otros. Porque nunca se sabe. El Espíritu quizás te conmueva o la persona que normalmente es
difícil tal vez actúe de forma distinta e inesperada. Ser cercanos a los demás
nos acerca al Espíritu Santo que obra en nosotros y en la otra persona.
Jesús,
ayúdame a verte en todas las personas, incluso las que me suponen un desafío.
Ilumíname con tu amor esplendoroso para que pueda verte incluso en las personas
más difíciles. Todo ser humano está hecho a tu imagen. Ayúdame a reconocerte y
a amarte en ellos.
Theresa
Noble
Fuente:
Aleteia