Una
congregación religiosa femenina en Estados Unidos sufrió un duro golpe al
perder a causa del coronavirus a 13 de sus miembros en el convento que tienen
que Livonia (Michigan), y una más en el convento de Nueva Jersey
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| Hermanas felicianas fallecidas a causa del nuevo coronavirus |
Se
trata de la Congregación de las Hermanas de San Félix y Cantalice, conocidas
comúnmente como las Hermanas Felicianas. Las religiosas comenzaron a fallecer
desde el pasado Viernes Santo.
En
declaraciones a National Catholic Register, Suzanne Wilcox English, directora
para la misión de avance de las Hermanas Felicianas de Norteamérica, dijo que
las hermanas fallecidas habían aportado muchos talentos al servicio de Dios.
Entre ellas hubo maestras, profesoras
universitarias, una traductora multilingüe, una bibliotecaria, una directora de
educación religiosa, una organista y una enfermera. Una había servido como
secretaria en la Secretaría de Estado del Vaticano y otra había escrito una
historia exhaustiva de la congregación. Algunas estaban jubiladas -las hermanas
que murieron tenían entre 69 y 99 años-, pero todas compartieron su ministerio
de oración.
La
orden religiosa tiene en Estados Unidos y Canadá 469 hermanas en
aproximadamente 60 conventos, así como una misión en Haití. El convento de La
Presentación de la Santísima Virgen María en Livonia, Michigan, donde 13
hermanas perdieron la vida por COVID-19, es el hogar de 44 hermanas felicianas
y cinco miembros de otras congregaciones que son estudiantes de la cercana
Madonna University.
La
hermana Noel Marie Gabriel, directora de servicios clínicos de salud para la
provincia, informó que además de las 13 hermanas que murieron en Michigan,
otras 17 se infectaron pero se recuperaron. En el convento que tienen en Lodi,
Nueva Jersey, donde falleció una hermana, otras once se han recuperado paulatinamente
del COVID-19.
Desde
el comienzo de la epidemia, las hermanas fueron francas y directas al tratar el
problema que enfrentan sus comunidades. La hermana Mary Christopher Moore,
ministra provincial en América del Norte, publicó una carta semanal para mantenerlas
informadas de los casos y muertes, detallando los pasos que estaban tomando
para asegurarse de que la enfermedad no se propagara más. En abril informó que
todos los conventos grandes estaban en cuarentena y que las religiosas usaban
máscaras cuando se encontraban con otra persona. También desde el inicio de la
pandemia participan de la Misa a través de un circuito cerrado de televisión.
A
medida que pasaron los días y las primeras hermanas sucumbieron a la
enfermedad, la hermana Mary Christopher siguió informando a sus hermanas,
dándoles ánimo. "Esta semana", escribió el 4 de mayo, "el Señor
llamó a una más de nuestras hermanas a casa debido a los efectos del
coronavirus, y seguimos llorando por ella y las otras hermanas que hemos
perdido".
Mientras
la comunidad seguía vigilante, la hermana Mary elogiaba la fortaleza de las
enfermas y de quienes las cuidaban. "Hoy queremos honrarlas a ustedes,
nuestras hermanas que se enfrentan valientemente al COVID-19", escribió,
"así como a las enfermeras, asistentes de enfermería, cocineras,
asistentes dietéticos, amas de casa” y demás que brindan su atención.
“Están sobreviviendo a los efectos físicos
del virus y llegando a conocer el aislamiento en el sentido más verdadero de la
palabra, teniendo un contacto mínimo con aquellos que los cuidan, por la
seguridad de todos”, añadió.
Para
fines de junio –con 13 miembros llamadas por Dios–, la hermana Mary Christopher
compartió la buena noticia de que todas las hermanas habían salido del
aislamiento de COVID-19, con ningún caso activo en alguno de sus conventos. Las
sobrevivientes que habían contraído COVID-19, pero no murieron, experimentaron
la lenta recuperación que ha caracterizado la pandemia, incluida la debilidad
muscular prolongada y la fatiga, tanto física como emocional.
El
8 de julio, a pesar de la triste noticia de que otra de las hermanas mayores
había muerto, la hermana Mary Christopher pudo compartir algunas buenas
noticias.
Mientras
que el lavado de manos, el uso de máscaras, el distanciamiento social y la
desinfección regular seguían siendo elementos básicos de sus rutinas, las
hermanas volvían a cenar juntas y podían salir del convento para las
diligencias necesarias. Una vez más pudieron viajar por trabajo, retiros o
vacaciones, todo mientras observaban cuidadosamente las pautas de
distanciamiento y desinfección, así como las pautas de viaje emitidas por cada
estado o provincia.
"Después
de muchos meses de restricción", escribió la hermana Mary Christopher,
"los cambios son bienvenidos, pero seguiremos siendo muy vigilantes”.
Indicó que serán prudentes en sus planificaciones y cautelosas al salir de los
conventos, siguiendo las medidas de seguridad.
Debido
a las restricciones de viaje y los requisitos de distanciamiento social, no era
posible celebrar funerales para las hermanas fallecidas. Ante ello, el P. Bruce
Lewandowski realizó un servicio virtual desde la iglesia del Sagrado Corazón de
Jesucristo en Baltimore.
Kathy Schiffer
Fuente: ACI
