De San Efrén se conservan 77 himnos en honor de Cristo, de la Virgen Santísima y de los temas más sagrados de la religión católica
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Dominio público |
Efrén
significa: "muy fructífero".
San
Efrén logró ya durante su vida gran fama como poeta y compositor de himnos
religiosos, y en la antigüedad fue el más grande poeta cantor de la Santísima
Virgen.
La Iglesia Católica lo ha declarado Doctor de la Iglesia y los antiguos
lo llamaban "Arpa del Espíritu Santo".
Tenía
especialísima cualidad para escribir poesías, y San Basilio dice que era tal la
estimación que los antiguos tenían por sus escritos, que después de las
lecturas de la Sagrada Escritura, en varias iglesias se leía alguna página escrita
por este santo.
El
mejor triunfo de San Efrén es el que a él le debemos en gran parte la
introducción de los cánticos sagrados e himnos en las ceremonias católicas. Por
medio de la música, los himnos se fueron haciendo populares y se extendieron
prontamente por todas las iglesias. Los himnos de San Efrén se hicieron famosos
por todas partes.
Efrén
nació en Nisibe, Mesopotamia (Irak) en el año 306. El afirma de sí mismo que de
joven no le daba mucha importancia a la religión, pero que cuando le llegaron
las pruebas y los sufrimientos, entonces así se dio cuenta de que necesitaba de
Dios.
El
santo narra que en un sueño vio que de su lengua nacía una mata de uvas, la
cual se extendía por muchas regiones, llevando a todas partes racimos muy
agradables y provechosos. Con esto se le anunciaba que sus obras (sus himnos y
cantos) se iban a extender por muchas regiones, llevando alegría y
agradabilidad.
El
obispo lo nombró director de la escuela de canto religioso de su ciudad, y allí
formó muchos maestros de canto para que fueran a darle solemnidad a las fiestas
religiosas de diversas parroquias.
Los
persas de Irán invadieron la ciudad de Nisibe, tratando de acabar con la
religión católica, y entonces Efrén junto con gran número de católicos, huyeron
a la ciudad de Edesa, y en esa ciudad pasó los últimos años de su vida,
dedicado a componer sus inmortales poesías, y a rezar, meditar y enseñar
religión a cuantos más podía.
Dicen
que la idea de dedicarse a componer himnos religiosos le llegó al ver que los
herejes llevaban mucha gente a sus reuniones por medio de los cantos que allí
recitaban. Y entonces Efrén dispuso hacer también muy simpáticas las reuniones
de los católicos, por medio de himnos y cánticos religiosos, y en verdad que
logró conseguirlo.
Para
mejor inspirarse, nuestro santo buscaba siempre la soledad de las montañas, y
en los sitios donde santos monjes y eremitas vivían en oración y en continuo
silencio. Allí lejos del remolino de la vida social, le llegaba mejor la
inspiración de lo alto.
Pero
el obispo de Edesa al darse cuenta de las cualidades artísticas del santo lo
nombró director de la escuela de canto de la ciudad y allí estuvo durante 13
años (del 350 al 363) formando maestros de canto para las parroquias. Y sus
himnos servían en las iglesias para exponer la doctrina cristiana, alejar las
herejías y los vicios, y aumentar el fervor de los creyentes. Y aun hoy sus
composiciones poéticas siguen siendo de grandísimo provecho para los lectores.
El expone las enseñanzas de la religión católica demostrando gran admiración
por nuestros dogmas, o grandes verdades de la fe.
Dicen
los historiadores que cuando hablaba de la segunda venida de Cristo y el día
del juicio final, empleaba una elocuencia tan vigorosa que el pueblo estallaba
en gemidos y sonoros llantos. Y en sus predicaciones consideraba como deber
suyo principalísimo prevenir y preparar al pueblo para que nadie se dejara
engañar por los errores de las sectas.
Los
herejes se quejaban de que los muy bien ensayados coros de Efrén en los templos
católicos atraían tantos devotos, que los templos de las sectas se quedaban
vacíos.
La
humildad de San Efrén era tan grande que se creía totalmente indigno de ser
sacerdote (Aunque las gentes lo consideraban un gran santo, y su vida era la de
un fervoroso monje o religioso). Por eso prefirió quedarse de simple diácono.
La
última vez que tomó parte en los asuntos públicos fue en el año 370 cuando hubo
una gran carestía y una pavorosa escasez de alimentos. Los ricos habían
acaparado los alimentos y se negaban a repartirlos entre los pobres por temor a
que se aprovecharan los avivados. Entonces San Efrén se ofreció de mediador y
como a él si le tenían total confianza, organizó un equipo de entrenados
distribuidores y logró llevar cuantiosos alimentos a las gentes más
necesitadas.
En
una grandísima epidemia organizó un grupo de 300 camilleros y con ellos recogía
a los enfermos y los llevaba a sitios especiales para tratar de conseguir su
curación. Uno de sus biógrafos comenta: "Estas dos labores fueron dos
ocasiones formidables que Dios le dio a nuestro santo, para que se ganara dos
bellísimas coronas más para la eternidad: la de calmar el hambre de los más
pobres y la de devolverles la salud a los enfermos más abandonados".
Seguramente
al llegar al cielo, habrá oído de labios de Jesús aquella bellísima frase que
El prometió que dirá un día a los que ayudan a los pobres y enfermos:
"Estuve enfermo y me fuiste a visitar: tuve hambre y me diste de comer.
Ven al banquete preparado desde el comienzo de los siglos". (Mt. 25,40).
De
San Efrén se conservan 77 himnos en honor de Cristo, de la Virgen Santísima y
de los temas más sagrados de la religión católica. Su admiración inmensa hacia
los sufrimientos son verdaderamente admirables y conmovedoras. Con razón las
gentes lloraban cuando lo escuchaban o cuando leían sus emocionantes escritos.
Por Jesús y por María tenía los más profundos sentimientos de simpatía y
admiración. A María la llama siempre "Madre de Dios".
Su
muerte sucedió probablemente en junio del año 373.
Fuente: ACI