“Donde
hay rigidez no hay Espíritu Santo”
Misa en la Casa Santa Marta, 12 mayo 2020 © Vatican Media |
El
Papa Francisco presidió la Misa en la Casa Santa Marta de hoy, 15 de mayo de
2020, viernes de la quinta semana de Pascua. En la introducción de la misma
dirigió sus pensamientos a las familias, informa Vatican News.
“Hoy
es el Día Mundial de la Familia: oremos por las familias para que el Espíritu
del Señor, el espíritu de amor, respeto y libertad, crezca en las familias”,
dijo el Papa.
Después,
en su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre el pasaje de los Hechos de los
Apóstoles (Hechos 15:22-31) en el que Pablo y Bernabé son enviados a los
paganos convertidos de Antioquía, escandalizados y perturbados por los
discursos de algunos que no tenían ningún cargo.
Tiempos de agitación
Los
apóstoles traen una carta que anima y alegra a los nuevos discípulos, explicándoles
cómo no están obligados a la circuncisión según la Ley de Moisés, como exigían
algunos fariseos convertidos en cristianos.
“En
el Libro de los Hechos de los Apóstoles vemos que, en la Iglesia, al principio,
hubo tiempos de paz”, explica Francisco, pero “también hubo tiempos de
persecución” y “tiempos de agitación”.
Y
este es el tema de la primera lectura de hoy, “un tiempo de agitación”, indicó.
Los cristianos que venían del paganismo “habían creído en Jesucristo y recibido
el bautismo, y eran felices: habían recibido el Espíritu Santo. Del paganismo
al cristianismo, sin ninguna etapa intermedia”.
¿Cristianos de segunda
clase?
No
obstante, prosiguió el Papa, había cristianos “judaizantes” que “argumentaban
que esto no podía hacerse”. Si uno era pagano, primero “debía convertirse en
judío, un buen judío, y luego en cristiano”.
Los
cristianos convertidos del paganismo, contó, no entendieron esto: “¿Pero cómo,
somos cristianos de segunda clase? ¿No se puede pasar del paganismo
directamente al cristianismo?”. Y se cuestionaron si la Resurrección de Cristo
había conducido o no a la antigua ley a una mayor plenitud. Estaban
preocupados, desconcertados, hubo mucha discusión entre ellos.
Los
“judaizantes”, apuntó el Pontífice apoyaron su tesis “con argumentos
pastorales, teológicos, incluso algunos morales” y “esto cuestionaba la
libertad del Espíritu Santo, incluso la gratuidad de la Resurrección de Cristo
y de la gracia”.
“Eran
metódicos. Y también rígidos”, y Jesús ya había reprochado a estos doctores de
la Ley por hacer a los prosélitos peores que ellos. “Estas personas que eran
ideológicas”, más que dogmáticas, describió, habían “reducido la Ley, el dogma
a una ideología”, a “una religión de prescripciones, y con ello quitaron la
libertad del Espíritu”.
La rigidez no es del buen
Espíritu
Según
ellos, “la perfección del camino para seguir a Jesús era la rigidez”. “Estos
doctores manipularon las conciencias de los fieles, las convirtieron en rígidas
o se fueron”, dijo el Obispo de Roma.
Así,
Francisco reiteró: “La rigidez no es del buen Espíritu, porque pone en tela de
juicio la gratuidad de la redención, la gratuidad de la resurrección de Cristo”
y “durante la historia de la Iglesia, esto se ha repetido. Pensemos en los
pelagianos”, “rígidos famosos”.
“Y
aún en nuestros tiempos hemos visto algunas organizaciones apostólicas que
parecían muy bien organizadas, que funcionaban bien… pero todas rígidas, todas
iguales entre sí, y entonces nos enteramos de la corrupción que había dentro,
incluso en los fundadores”, remarcó.
“Donde
hay rigidez no hay Espíritu de Dios, porque el Espíritu de Dios es libertad”,
insistió. Y esta gente se llevó “la libertad del Espíritu de Dios y la
gratuidad de la Redención”. Pero “la justificación es gratuita. La muerte y la
resurrección de Cristo es gratuita. No se paga, no se compra: es un don”,
subrayó el Santo Padre.
Concilio
En
esta situación, relató, los apóstoles se reunieron en el concilio y al final
escribieron una carta que comenzaba así: “Parecía bien, de hecho, al Espíritu
Santo y a nosotros no imponeros ninguna otra obligación”, y “pusieron estas
obligaciones más morales, de sentido común: no confundir el cristianismo con el
paganismo”.
De
este modo, “al final, cuando estos cristianos turbados, reunidos en asamblea,
recibieron la carta” se “alegraron por el aliento que les daba. De la tristeza
a la alegría. El espíritu de la rigidez siempre te lleva al turbamiento: ‘¿Pero
he hecho esto bien? ¿No lo hice bien? El escrúpulo’».
Gratuidad evangélica
En
cambio, aclaró el Papa Francisco, el espíritu de libertad evangélica lleva al
gozo, “porque eso es precisamente lo que Jesús hizo con su Resurrección: el
gozo”. La relación con Dios no lleva a decir: ‘Yo hago esto y tú me das esto’,
una ‘relación comercial’: ¡no! Es gratis, así como la relación de Jesús con los
discípulos es gratuita: ‘Sois mis amigos’. No los llamo sirvientes, los llamo
amigos. No me has elegido a mí: yo te he elegido a ti: esto es la gratuidad”.
Finalmente,
de acuerdo al medio vaticano, pidió al Señor “que nos ayude a discernir los
frutos de la gratuidad evangélica de los frutos de la rigidez no evangélica, y
que nos libere de toda perturbación de los que ponen la fe, la vida de fe bajo
prescripciones casuísticas, prescripciones que no tienen sentido. Me refiero a
estas prescripciones que no tienen sentido, no a los mandamientos. Que nos
libere de este espíritu de rigidez que te quita la libertad”.
Comunión espiritual,
adoración y bendición eucarística
El
Pontífice invitó a hacer la comunión espiritual con esta oración: “A tus pies, oh Jesús mío, me postro y te
ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito que se abandona en su nada y
en tu santa presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, la inefable
Eucaristía. Deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te ofrece;
esperando la felicidad de la comunión sacramental, quiero poseerte en espíritu.
Ven a mí, oh Jesús mío, que yo venga a ti. Que tu amor inflame todo mi ser para
la vida y la muerte. Creo en ti, espero en ti, te amo. Que así sea”
Como
es habitual, Francisco terminó la celebración con la adoración y la bendición
eucarística. Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó
la antífona mariana Regina caeli, propia del tiempo de Pascua:
Regína caeli laetáre,
allelúia.
Quia quem merúisti
portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit,
allelúia.
Ora pro nobis Deum,
allelúia.
Regína caeli laetáre,
allelúia.
Ora pro nobis Deum,
allelúia.
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit