LA ORACIÓN PERSONAL
II. En la oración personal se habla con Dios como en la conversación que se tiene con un amigo.
III. Hemos de poner los medios para hacer nuestra oración con recogimiento, luchando con decisión contra las distracciones.
“«Un día Jesús dijo a
los fariseos: Os aseguro que el que no entra por la puerta en el redil de las
ovejas, sino saltando por otra parte, es un ladrón y un salteador. Pero el que
entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guarda le abre la puerta y
las ovejas reconocen su voz; él llama a sus ovejas por sus nombres y las saca
fuera.
Y cuando ha sacado todas
sus ovejas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz.
Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz
de los extraños». Jesús les puso esta semejanza, pero ellos no entendieron qué
quería decir. Por eso Jesús se lo explicó así: «Os aseguro que yo soy la puerta
de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y salteadores,
pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entra por mí se
salvará; entrará y saldrá y encontrará pastos. El ladrón sólo entra para robar,
matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn
10,1-10).
I. Muchos pasajes del
Evangelio muestran a Jesús que se retiraba y quedaba a solas para orar. Era una
actitud habitual del Señor, especialmente en los momentos más importantes de su
ministerio público. ¡Cómo nos ayuda contemplarlo! La oración es indispensable
para nosotros, porque si dejamos el trato con Dios, nuestra vida espiritual
languidece poco a poco. En cambio, la oración nos une a Dios, quien nos dice:
Sin Mí, no podéis hacer nada (Juan 15, 5). Conviene orar perseverantemente
(Lucas 18, 1), sin desfallecer nunca.
Hemos
de hablar con Él y tratarle mucho, con insistencia, en todas las circunstancias
de nuestra vida, sabiendo que verdaderamente Él nos ve y nos oye. Además,
ahora, durante este tiempo de Cuaresma, vamos con Jesucristo camino de la Cruz,
y “sin oración, ¡qué difícil es acompañarle!” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino).
Quizá sea la necesidad de la oración, junto con la de vivir la caridad, uno de
los puntos en los que el Señor insistió más veces en su predicación.I. Muchos
pasajes del Evangelio muestran a Jesús que se retiraba y quedaba a solas para
orar.
Era
una actitud habitual del Señor, especialmente en los momentos más importantes
de su ministerio público. ¡Cómo nos ayuda contemplarlo! La oración es
indispensable para nosotros, porque si dejamos el trato con Dios, nuestra vida
espiritual languidece poco a poco. En cambio, la oración nos une a Dios, quien
nos dice: Sin Mí, no podéis hacer nada (Juan 15, 5). Conviene orar
perseverantemente (Lucas 18, 1), sin desfallecer nunca.
Hemos
de hablar con Él y tratarle mucho, con insistencia, en todas las circunstancias
de nuestra vida, sabiendo que verdaderamente Él nos ve y nos oye. Además,
ahora, durante este tiempo de Cuaresma, vamos con Jesucristo camino de la Cruz,
y “sin oración, ¡qué difícil es acompañarle!” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino).
Quizá sea la necesidad de la oración, junto con la de vivir la caridad, uno de
los puntos en los que el Señor insistió más veces en su predicación.
II. En la oración personal se habla con Dios como en la conversación que se tiene con un amigo, sabiéndolo presente, siempre atento a lo que decimos, oyéndonos y contestando. Es en esta conversación íntima, como la que ahora intentamos mantener con Dios, donde abrimos nuestra alma al Señor, para adorar, dar gracias, pedirle ayuda, para profundizar en las enseñanzas divinas.
II. En la oración personal se habla con Dios como en la conversación que se tiene con un amigo, sabiéndolo presente, siempre atento a lo que decimos, oyéndonos y contestando. Es en esta conversación íntima, como la que ahora intentamos mantener con Dios, donde abrimos nuestra alma al Señor, para adorar, dar gracias, pedirle ayuda, para profundizar en las enseñanzas divinas.
Nunca
puede ser una plegaria anónima, impersonal, perdida entre los demás, porque
Dios, que ha redimido a cada hombre, desea mantener un diálogo con cada uno de
ellos: un diálogo de una persona concreta con su Padre Dios. “Me has escrito:
“orar es hablar con Dios. Pero ¿de qué? -¿De qué? De Él, de ti: alegrías,
tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias...
¡flaquezas! : y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En
dos palabras: conocerle y conocerte: ¡tratarse!”
III. Hemos de poner los medios para hacer nuestra oración con recogimiento, luchando con decisión contra las distracciones, mortificando la imaginación y la memoria. En el lugar más adecuado según nuestras circunstancias; siempre que sea posible, ante el Señor en el Sagrario. Nuestro Ángel Custodio nos ayudará; lo importante es no querer estar distraídos y no estarlo voluntariamente. Acudamos a la Virgen que pasó largas horas mirando a Jesús, hablando con Él, tratándole con sencillez y veneración. Ella nos enseñará a hablar con Jesús.
III. Hemos de poner los medios para hacer nuestra oración con recogimiento, luchando con decisión contra las distracciones, mortificando la imaginación y la memoria. En el lugar más adecuado según nuestras circunstancias; siempre que sea posible, ante el Señor en el Sagrario. Nuestro Ángel Custodio nos ayudará; lo importante es no querer estar distraídos y no estarlo voluntariamente. Acudamos a la Virgen que pasó largas horas mirando a Jesús, hablando con Él, tratándole con sencillez y veneración. Ella nos enseñará a hablar con Jesús.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org