Las religiosas sacan de los albergues a los sin techo
que han contraído la enfermedad o presentan los síntomas para pasar la
cuarentena en las habitaciones de su centro, individuales y con baño
El
Centro Social Marillac de Castellón, que ha acogido
en las
últimas semanas a personas sin hogar con coronavirus
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Los últimos que han pasado por su casa, dos brasileños demandantes de
protección internacional, habían estado confinados en un cuarto de la limpieza
al no haber espacio en el albergue.
El Centro Social Marillac
en Castellón es una obra de las Hijas de la Caridad para los más pobres entre
los pobres: las personas sin hogar enfermas.
Premiado el pasado año por
la Generalitat Valenciana, este recurso ofrece 20 plazas para hombres y mujeres
con problemas de salud y sin un lugar donde cobijarse. Acogen todo tipo de
casos, desde personas que han pasado por una pequeña operación hasta pacientes
oncológicos, con trastornos renales y necesidad de diálisis o enfermos
mentales. Incluso llegan terminales. En las últimas semanas, también
contagiados por COVID-19 sin un lugar para aislarse.
Tras decretarse el Estado
de alarma, la directora, sor Mari Carmen Sapiña, puso disposición de los
albergues para personas sin hogar las seis plazas que tenían libres, de modo
que aquellos que mostraran síntomas o fueran sospechosos de tener el virus pudieran
pasar la cuarentena con ellas y se evitaran así contagios.
Estarían confinados en
habitaciones con baño individual y todas las atenciones.
Este martes, cuenta sor
Mari Carmen a Alfa y Omega, salieron las dos últimas personas
aisladas. Ella misma las llevó de vuelta al albergue de dónde habían sido
derivadas tras alcanzar una temperatura corporal de 37ºC. «Como no tenían donde
confinarlos, los metieron en un cuarto de la limpieza. Como en el teléfono del
coronavirus no contestaban, les dije que se vinieran al centro, que pasaran la
cuarentena aquí», cuenta.
Se trataba de dos hombres
brasileños solicitantes de protección internacional que, tras las dos semanas
de rigor, se marcharon muy agradecidos. No lo dijeron de palabra, porque no
hablan español; pero, uno de ellos, que es artista, regaló un dibujo al centro.
Esta actividad excepcional
–siguen disponibles a cualquier necesidad– la han compaginado con su labor
habitual, que es la atención de los enfermos que allí viven. Los más graves
siguen confinados, igual que las cinco religiosas mayores de 75 años. La sexta
es sor Mari Carmen, que, junto con un equipo de educadores, atiende a «los más
vulnerables entre los vulnerables». Personas que, además de padecer una
enfermedad, viven en situación administrativa irregular, algo que les limita
para acceder a ayudas económicas o para la dependencia. Son los que más tiempo
se quedan: «No los vamos a dejar en la calle».
Ellas viven y hacen vida
con todos los enfermos. Comparten comidas y distintas actividades. Y las seis,
independientemente de su edad, tienen cosas que hacer en la casa. «Son útiles y
pueden estar cerca de los pobres». Es su carisma.
Otros recursos
Además del centro, las
Hijas de la Caridad gestionan a través de su obra social –que también se llama
Marillac– un total de ocho viviendas para mujeres solicitantes de protección
internacional y para familias, fundamentalmente monoparentales, con niños. En
total, 35 personas que también han estado confinadas estas semanas, pero
atendidas en todo momento.
De hecho, las educadoras
del programa mantienen contacto diario con ellas, les llevan la compra y
ejercen de puente entre las familias y los colegios para que los niños no se
queden rezagados. Hay que tener en cuenta, explica sor Mari Carmen, que no
tienen recursos tecnológicos para seguir el ritmo de la mayoría.
Lo que más le llama la
atención, también en esta situación, es lo poco que se quejan. Quizá es porque
han vivido situaciones muy duras. Como las que llegan en patera desde África:
«Lo primero que piden nada más llegar es un test de embarazo. Solo esto ya te
cuenta todo lo que les ha pasado por el camino». Algunas dan positivo. Y ella
las tranquiliza: «Aquí en España, sola no te vas a quedar. Nosotras vamos a
estar contigo».
El tiempo actual es recio,
difícil; pero nada que no hayan vivido ya las Hijas de la Caridad a lo largo de
su historia. Desde que fueran fundadas por Santa Luisa de Marillac y San
Vicente de Paúl en 1633 han servido en guerras, epidemias, enfermos,
ancianos...
—Nosotras, como Santa Luisa,
aquí seguimos... con la peste de nuestro tiempo, que es la pobreza.
—Más que el coronavirus...
—Más. Pero con coronavirus
también estamos. Nos ponemos la mascarilla y tiramos para adelante.
Fran Otero
Fuente: Alfa y Omega