Con dolor, pero con fe y consuelo, la hermana Judit María de Iesu Communio
habla de su enfermedad y la muerte de su padre
La hermana Judit María de Iesu Communio |
Judit María, una hermana de
Iesu Communio, de 35 años de edad, ha difundido un testimonio emocionante
de confianza en Dios y la Resurrección a pesar del misterio del dolor, la
muerte y la separación, en su caso a causa del coronavirus.
18 días aislada, diez
"físicamente mal"
"Tras una fiebre alta,
el 11 de marzo me aislaron en casa para evitar contagios; ahí
empezó para mí una experiencia de gracia y salvación enorme", explica.
"Estuve aislada
18 días, diez de los cuales lo pasé físicamente bastante mal". Pero
no se sentía realmente aislada: sentía la Presencia de Dios y se sentía en
comunión con la Iglesia y con muchos enfermos. En las noches, "que las
horas se hacen eternas", ella oraba por los enfermos. "Señor,
que te puedan ver, que te puedan reconocer", rezaba. Alzaba la
mirada a Dios para unirse a otros así.
Una pérdida en la distancia
Pero Judit no sólo sufrió
el dolor de su propia enfermedad, sino la pérdida de su padre.
"Yo empecé [la
enfermedad] el 11 de marzo y el 16 mi padre empezó con los síntomas.
Ocho días más tarde, él falleció. Dios me unió así a él en este
aislamiento", señala la religiosa.
"Sé lo que es estar en
absoluta debilidad, sin ánimo, ni fuerzas. Y sé lo que viven las familias,
estar esperando noticias de tus seres queridos, sus avances o retrocesos.
Y lo he vivido sin rabia ni desesperación. 'Señor, tú lo sabes, estamos
en tus manos'".
Agradecida por lo recibido
Da gracias por haber
recibido la fe de sus padres desde niña, con el 'shemá', la oración de escucha
y reconocimiento de Dios, "un shemá que he visto cumplida en la vida de mi
padre. Tengo la certeza de que mi padre no ha muerto solo".
Un símbolo de su confianza
es el recordatorio que le regalaron en su profesión perpetua, la Mujer
con el cuerpo de su Hijo muerto. "Donde humanamente nadie puede
llegar, Dios sí llega, y la Iglesia orante abraza así", dice
ella.
"Me sostiene y me
descansa ver a un Dios que lo ha asumido todo primero. Es el
consuelo que podemos encontrar. Es un Dios que lo ha vivido y lo puede
comprender y hacerse uno con los que lo estamos viviendo", añade.
Esto se expresa muy bien,
explica, en la realidad del Resucitado, que sigue mostrando sus llagas, que
enseña sus heridas.
Esa participación en
"la maternidad de la Iglesia", ella lo ha vivido como "uno de
los mayores regalos" y una confirmación de su vocación de vida de
clausura.
"Dios sabe más"
En la comunidad se
abraza el dolor de Judit y de muchos otros, con oración. "Si Tú,
Dios, lo has dispuesto así, es para mi bien, y tengo tu gracia para poder
vivirlo", dice Judit María ante el dolor y la pérdida. "Dios sabe
más, mi vida manifiesta que Dios me ha hecho bien siempre".
"Si Él vive, la última
palabra no la tiene la muerte, sino la vida eterna", asegura
sonriendo.
Judit finaliza su
testimonio leyendo un testamento que dejó redactado su padre, exhortando a
todos en su familia a mantenerse firmes y orantes en el Señor y recordándoles
su amor.
El testimonio emocionante
de Judit María se puede ver aquí en la web de IesuCommunio
Fuente: ReL
La hermana Judit María con
sus padres