En
la Misa celebrada en la casa Santa Marta de este 9 de mayo, el Papa Francisco
explicó que el instrumento que el diablo usa para destruir la proclamación del
Evangelio es la envidia
El Papa Francisco en la Misa de la Casa Santa Marta. Foto: Vatican Media |
En
su homilía, el Santo Padre comenzó recordando unas frases del Salmo 98,
recitadas en la Liturgia del día, que afirma: “canten al Señor una nueva
canción porque Él ha hecho maravillas. Su mano derecha y su brazo sagrado le
dieron la victoria. El Señor ha dado a conocer su salvación, a los ojos del
pueblo ha revelado su justicia".
“¡Esto
es verdad, el Señor ha hecho maravillas! Pero cuánta fatiga, cuánta fatiga
para las comunidades cristianas llevar adelante estas maravillas del Señor”,
reconoció el Papa al reflexionar en un pasaje de los Hechos de los Apóstoles
(13,44-52) que describe la persecución que obligó a San Pablo y Bernabé a
abandonar Antioquía debido a injurias en contra de las declaraciones de San
Pablo sobre Jesús.
En
este sentido, el Papa Francisco destacó la alegría de todas las personas de la
ciudad cuando se reunieron para escuchar la Palabra del Señor predicada por
Pablo y los apóstoles porque ellos “predicaban con fuerza, y el Espíritu
les ayudaba” pero al ver esa multitud, los judíos “se llenaron de celos, y
con palabras injuriosas contrastaban las afirmaciones de Pablo”.
En
esta línea, el Pontífice reconoció que “por un lado está el Señor, está el
Espíritu Santo, que hace crecer a la Iglesia, y siempre crece más: esto es
verdad. Pero por otro lado está el espíritu maligno que trata de destruir
la Iglesia”.
“Siempre
es así. Siempre es así. Se va hacia adelante pero luego el enemigo viene
tratando de destruir. El balance siempre es positivo a la larga, pero
¡cuánta fatiga, cuánto dolor, cuánto martirio! Y esto fue lo que sucedió aquí,
en Antioquía, sucede en todas partes en el Libro de los Hechos de los
Apóstoles”, advirtió el Papa.
Instrumento del diablo
Por
ello, el Santo Padre cuestionó: “¿cuál es el instrumento del diablo para
destruir la proclamación del Evangelio?” y respondió: “¡La envidia!” al citar
el Libro de la Sabiduría que “lo dice claramente: ‘por la envidia del diablo el
pecado ha entrado en el mundo’”.
“Envidia,
celos... Siempre este sentimiento amargo, amargo. Esta gente veía cómo se
predicaba el Evangelio y se enfadaba, se roían el hígado de rabia. Y esta rabia
los llevaba adelante: es la rabia del diablo, es la rabia que destruye, la
rabia de ese: ‘¡crucifica, crucifica!’, de esa tortura de Jesús. Quiere
destruir. Siempre. Siempre”.
De
este modo, el Papa Francisco advirtió que “viendo esa lucha también, es válido
para nosotros, la Iglesia va hacia adelante entre las consolaciones de
Dios y las persecuciones del mundo. Una Iglesia que no tiene dificultades le
falta algo, algo falta, y si el diablo está tranquilo, las cosas no van bien”.
“Siempre
la dificultad, la tentación, la lucha, los celos que destruyen. El
Espíritu Santo hace la armonía de la Iglesia y el espíritu maligno destruye. Hasta
hoy. Hasta hoy. Siempre esta lucha… El instrumento de estos celos, de esta
envidia son los poderes temporales”, afirmó el Papa quien alertó sobre el poder
temporal que “puede ser bueno, las personas pueden ser buenas pero el
poder como tal siempre es peligroso”.
Por
ello, el Pontífice señaló que “el poder del mundo contra el poder de Dios mueve
todo esto y siempre detrás de éste, ese poder, está el dinero”.
“Esto
que sucede en la Iglesia primitiva, la obra del Espíritu para construir la
Iglesia, para armonizar la Iglesia, y el trabajo del maligno para destruirla, y
el recurso a los poderes temporales para detener la Iglesia, para destruir la
Iglesia, no es más que un desarrollo de lo que sucedió en la mañana de la
Resurrección”, explicó el Papa quien recordó la descripción bíblica que relata
que “los soldados, al ver ese triunfo, fueron a ver a los sacerdotes y
compraron la verdad… Y la verdad fue silenciada. Desde la primera mañana de la
Resurrección, el triunfo de Cristo, está esta traición, este silenciar de la
palabra de Cristo, silenciar el triunfo de la Resurrección con el poder
temporal: los sumos sacerdotes y el dinero”.
Al
concluir, el Santo Padre animó a tener cuidado “con la predicación del
Evangelio, para no caer nunca en la tentación de poner nuestra confianza en los
poderes temporales y en el dinero”.
“La
confianza de los cristianos es Jesucristo y el Espíritu Santo que Él envió y
precisamente el Espíritu Santo es la levadura, la fuerza que hace crecer a la
Iglesia. Sí, la Iglesia avanza, en paz, con resignación, alegre: entre las
consolaciones de Dios y las persecuciones del mundo”.
Por Mercedes de la Torre
Fuente:
ACI Prensa