Más de la mitad de la
población de nuestro país ya tiene la posibilidad de asistir a Misa. Y lo han
hecho en grandes templos como las catedrales de Sevilla y Lugo o la basílica
del Pilar, y en parroquias más pequeñas como la de San Cristóbal en Vitoria
Celebración
de la eucaristía en la catedral de Sevilla,
el
primer día de la fase 1 de la desescalada. Foto: Raúl Doblado
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Dos meses después, la
Eucaristía volvió a los fieles. Y los fieles a la Eucaristía. Este lunes, con
la entrada de numerosos territorios en la fase 1 de la desescalada, más de la
mitad de la población de nuestro país ya tenía la posibilidad de acceder a este
sacramento, central en la vida de los católicos.
Y fueron muchos los que se
acercaron a los templos, que ya estaban preparados para cumplir con todas las
normas: limitación de aforo, distribución de los fieles, geles
hidroalcohólicos, supresión del gesto de la Paz...
Fueron especialmente
significativas las imágenes de los fieles esperando en una larga y ordenada
fila para rezar ante el Jesús del Gran Poder en Sevilla o ante la Virgen del
Pilar en Zaragoza. También el goteo de fieles que han poblado los templos hasta
un tercio de su capacidad como máximo.
Concretamente, en Sevilla,
el trasiego de fieles ha sido continuo en la catedral, bien para rezar bien
para participar en la Eucaristía. Allí se ha sustituido los bancos por sillas
separadas por dos metros. En total, no puede haber dentro del templo más de 300
personas. Según el canónigo prefecto de Liturgia del Cabildo, Luis Rueda, todo
se ha ajustado a la normativa que corresponde con esta fase y ha reconocido la
colaboración y la obediencia a las normas de los fieles. «Estamos llenos de
alegría porque hemos vuelto a la celebración del culto público con la presencia
de los fieles en la iglesia», añade en declaraciones recogidas en la web del
arzobispado sevillano.
En la diócesis Lugo también
se ha recuperado una cierta normalidad. Como su catedral tiene exposición
permanente del Santísimo Sacramento, se ha mantenido una Misa todos los días
–en la capilla de la Virgen de los Ojos Grandes– durante el confinamiento con
un aforo muy limitado, al igual que los turnos de adoración, excepto los de
noche.
A partir de este lunes ya
son dos las Eucaristías diarias –10:00 y 12:00 horas–, a la que se suma una
tercera por la tarde los fines de semana y festivos. En conversación con Alfa
y Omega, Mario Vázquez, el deán de la catedral, cuenta que la asistencia de
este primer día de la fase 1 ha sido ligeramente superior al de las semanas
anteriores. Y que se han cumplido todos los protocolos, en los accesos y la
distribución de los fieles, en las medidas higiénicas...
Reconoce, asimismo, que
para mucha gente de la ciudad este tiempo sin Eucaristía no ha sido fácil,
pues, «en Lugo hay una relación entre ciudadanía y Eucaristía muy íntima». Y
añade: «De tal manera que la gente lo siente. Incluso he tenido cartas de protesta.
Es cierto que la Eucaristía debe ser el centro de nuestra vida, pero puede
haber momentos excepcionales en los que no se puede celebrar y hemos de vivirla
de otra manera. Por ejemplo, hay muchos cristianos que ha sufrido persecución y
no la pudieron celebrar y hoy son santos».
En cualquier caso, cree que
todo este tiempo ha servido para que se valore más este sacramento: «Yo
recuerdo muchas veces, en las predicaciones, la famosa frase de los mártires de
Abitinia: “Sin la Eucaristía no podemos vivir”».
En la diócesis de Vitoria,
la primera que decretó el cierre de los templos, Rubén Martínez recibió este
lunes a las 09:00 horas a los primeros fieles en dos meses. Fueron cuatro
personas en una de sus tres parroquias, la de San Cristóbal. Fue él mismo el que
se situó a la entrada del templo para ofrecer las indicaciones pertinentes y la
bienvenida a los cuatro fieles que participaron. Todo estaba preparado: el gel
hidroalcohólico, las señales de los lugares que se podían ocupar...
Ya en la celebración, Martínez
reconoce que todavía hay una cierta cautela, un no saber cómo actuar. Por
ejemplo, dice que las respuestas a las invocaciones del sacerdote fueron muy
bajas, como con miedo.
—¿Qué les has dicho?
—He procurado dar un toque
de normalidad. Evidentemente, hay que hacer una referencia a lo que estamos
viviendo. También he intentado dar ánimo en un momento con tanta
sobreinformación que nos genera una sensación que mezcla el nerviosismo y el
hartazgo.
Tras Rubén hay un montón de
fotos repartidas por el presbiterio. Ocupaban los bancos cuando celebra la
Eucaristía solo –se inspiró en un sacerdote italiano, cuya foto vio en Alfa
y Omega– y ahora ha decidido mantenerlas: «Lo he hecho para que haya un
nexo de unión entre una situación y otra. Se siguen viendo las fotos pero sin
quitar espacio en los bancos» .
En la Parroquia de María
Auxiliadora de Vigo es imposible no seguir las normas. Hay letreros que indican
la puerta por la que entrar, que recuerdan que hay que llevar mascarilla o
desinfectarse las manos en un dosificador automático de gel hidroalcohólico,
amén de las marcas en los pasillos y en los bancos.
El verdadero rasgo del
cristiano
En este templo salesiano,
el padre Lorenzo Ramos inició la Eucaristía a las 12:30 horas. En total, había
unas 25 personas para un aforo disponible de 120. Para él también, y cualquiera
que sea el celebrante, también hay letrero: recuerdan que hay que desinfectarse
las manos, ponerse la mascarilla para distribuir la comunión e ir dando a los
fieles una serie de avisos. «Incluso hay uno en la sacristía donde se nos pide
que no recordemos las normas como sargentos», narra a Alfa y Omega.
Para él ha sido «una
ilusión» volver a ver a los fieles en el templo, aunque al vivir en comunidad
nunca ha celebrado la Eucaristía solo. «A pesar de la mascarilla, que es una
especie de aislamiento, ha sido una gran satisfacción. La gente estaba deseando
volver y así lo han manifestado», añade.
Su homilía del día, breve
como siempre, la usó para recordar que «aunque estemos un poco aislados, el
corazón siempre está abierto». Y les dijo también: «Aunque no nos veamos la
cara por las mascarillas, tengamos siempre el corazón abierto y al servicio de
los demás. Este el el verdadero rasgo del cristiano».
Fran Otero
Fuente: Alfa y Omega