La superiora de Iesu
Communio lanza un mensaje de esperanza ante la situación producida por la
pandemia del coronavirus: «Dios no tiene un designio de aflicción sobre
nosotros. Precisamente en medio del dolor Dios nos está amando», ha asegurado
«Nuestra tierra ha sido
zarandeada, nos sentimos desarmados ante esta pesadilla. Nos han separado del
amor de nuestros seres queridos. Nos sentimos impotentes, necesitamos gritar.
Nuestro corazón está turbado y somos incapaces de darle consuelo y paz»: este
es el análisis de la madre Verónica Berzosa, superiora de las religiosas de
Iesu Communio, en una intervención que ha retransmitido TRECE este viernes.
La religiosa ha admitido
que «estos días nos han llegado cientos de llamadas de creyentes y no creyentes
que han mostrado dolor, lágrimas, impotencia, rabia, peticiones de oración,
preguntas... Y todo eso ha traspasado nuestro corazón».
Les ha llegado el dolor de
muchas personas que se preguntan: «¿Por qué Señor?» o «¿Por qué Dios permite
tanto sufrimiento si están bueno?», «pero la respuesta solo puede proceder de
un Dios que se implica en el dolor y que nos dice: “Yo estoy, no temáis”».
Para Berzosa, «el hombre en
el dolor le pide explicaciones a Dios, sin comprender que precisamente en medio
del dolor Dios nos está amando. El hombre acusa a Dios, en vez de ver su
necesidad de conversión. Porque la vida es un don, no una prueba», y «unos a
otros no nos podemos dar coraje ni respuestas ante tanta angustia: al corazón
solo alcanza el consuelo de Dios».
La religiosa afirmó también
que «Dios no tiene un designio de aflicción sobre nosotros», y que «el mayor
sufrimiento del hombre de hoy es no poder reconocer la ausencia de Dios como
una ausencia. El hombre que no conoce a Cristo resucitado no conoce su
identidad y la respuesta a la sed más profunda de su corazón».
«Nuestro enemigo no es un
microorganismo»
Para la superiora de Iesu
Communio, «nuestro enemigo no es un microorganismo, sino la falta de sentido de
la vida, aspirar solamente a tener salud. Pero la promesa de Cristo no es
simplemente sobrevivir, es resucitar».
Asimismo, «hoy nos
enfrentamos a un enemigo letal que nos quiere arrebatar la salud y la vida,
pero ¿íbamos viento en popa? Creo que no, simplemente sobrevivíamos a las
emergencias, llenos de miedo siempre, porque siempre hay emergencias al
acecho».
«La tormenta pasará
–continuó–, pero ¿vamos a seguir viviendo como estábamos haciendo? Tanto
sufrimiento en las familias, niños que no pueden crecer sanos y felices,
jóvenes que no tienen los rostros radiantes, mayores confinados en una profunda
soledad, quitando de nuestra vista todo lo que suene a muerte...».
Sor Verónica aludió también
al hundimiento del Titanic para establecer una comparación con nuestros días:
«Este microorganismo podría ser la punta de un iceberg con la que chocó el
transatlántico. El Titanic se consideraba insumergible. Su lema era: Ni
Dios lo hunde. Era considerado un paraíso artificial, rezumaba delirios de
grandeza. Dos días antes de su naufragio se recibieron varias alertas pero no
hicieron caso. Incluso cuando chocó contra el iceberg nadie era consciente al
principio de la gravedad. Había botes salvavidas solo para los pasajeros de
primera clase. Para los demás solamente había una música alegre, aunque al
final la última canción fue: Cerca de ti Señor quiero estar».
Hoy «no queda nada de ese
barco que navegaba sobre sueños». Del mismo modo, «hoy el hombre sigue viviendo
en la mentira de creer que puede hacer todo sin Dios, pero si le elimina de su
horizonte entra en el vacío y la desesperanza. Solo el hombre que deja a Dios
ser Dios en su vida puede vivir sin temor».
Por eso, este momento puede
ser «una alerta para creyentes y no creyentes, una oportunidad para crear el
mundo de amor y verdad que Dios ha soñado. Si el hombre no vuelve con todo su
corazón a Dios, todo volverá a ser como antes y el abismo será ineludible.
Nuestra esperanza es una persona: Cristo resucitado.
Quién mira la vida con fe
no muere, y si muere es para entrar en la vida eterna. Esta es la experiencia
de la luz radiante de Pascua», concluyó sor Verónica, quien se despidió
asegurando que «todos estáis en el corazón de todas las hermanas de Iesu
Communio. Contad con nuestra oración».
Juan Luis Vázquez
Díaz-Mayordomo
Fuente: Alfa y Omega