LA ORACIÓN
EN GETSEMANÍ
II. Necesidad
de la oración para seguir de cerca al Señor.
III. Primer
misterio de dolor del Santo Rosario. La contemplación de esta escena nos
ayudará a ser fuertes en el cumplimiento de la Voluntad de Dios.
“En aquel tiempo, los
judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. Jesús les dijo: «Muchas obras
buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis
apedrearme?». Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna
obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti
mismo Dios».
Jesús les respondió: «¿No está escrito en vuestra Ley: ‘Yo he
dicho: dioses sois’? Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra
de Dios —y no puede fallar la Escritura— Aquel a quien el Padre ha santificado
y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: ‘Yo soy Hijo
de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago,
aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que
el Padre está en mí y yo en el Padre». Querían de nuevo prenderle, pero se les
escapó de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde
Juan había estado antes bautizando, y se quedó allí. Muchos fueron donde Él y
decían: «Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de éste, era
verdad». Y muchos allí creyeron en Él” (Juan 10,31-42).
I. Después de la Última
Cena, Jesús siente una inmensa necesidad de orar. En el Huerto de los Olivos
cae abatido: se postró rostro en tierra (Mateo 26, 39), precisa San Mateo.
Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz; pero no sea yo como
quiero, sino como quieres Tú. Jesús está sufriendo una tristeza capaz de causar
la muerte.
Él,
que es la misma inocencia, carga con todos los pecados de todos los hombres, y
se prestó a pagar personalmente todas nuestras deudas. ¡Cuánto hemos de
agradecer al Señor su sacrificio voluntario para librarnos del pecado y de la
muerte eterna! En nuestra vida puede haber momentos de profundo dolor, en que
cueste aceptar la Voluntad de Dios, con tentaciones de desaliento. La imagen de
Jesús en el Huerto de los Olivos nos enseña a abrazar la Voluntad de Dios, sin
poner límite alguno ni condiciones, e identificarnos con el querer de Dios por
medio de una oración perseverante.
II. Hemos de rezar siempre,
pero hay momentos en que esa oración se ha de intensificar. Abandonarla sería
como dejar abandonado a Cristo y quedar nosotros a merced del enemigo. Nuestra
meditación diaria, si es verdadera oración, nos mantendrá vigilantes ante el
enemigo que no duerme. Y nos hará fuertes para sobrellevar y vencer tentaciones
y dificultades. Si la descuidáramos perderíamos la alegría y nos veríamos sin
fuerzas para acompañar a Jesús.
III. Los santos han sacado
mucho provecho para su alma de este pasaje de la vida del Señor. Santo Tomás
Moro nos muestra cómo la oración del Señor en Getsemaní ha fortalecido a muchos
cristianos ante grandes dificultades y tribulaciones. También él fue
fortalecido con la contemplación de estas escenas, mientras esperaba el
martirio por ser fiel a su fe. Y puede ayudarnos a nosotros a ser fuertes en
las dificultades, grandes o pequeñas, de nuestra vida ordinaria.
El primer
misterio doloroso del Santo Rosario puede ser tema de nuestra oración cuando
nos cueste descubrir la Voluntad de Dios en los acontecimientos que quizá no
entendemos. Podemos entonces rezar con frecuencia a modo de jaculatoria: Quiero
lo que quieres, quiero porque quieres, quiero como lo quieres, quiero hasta que
quieras (MISAL ROMANO, Acción de gracias después de la Misa, oración universal
de Clemente XI).
Textos
basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente:
Almudi.org