El proceso para la canonización se abrió el 3 de Octubre de 1907, cuatro años después de su muerte
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Al
día siguiente, Gemma fue bautizada por el Padre Pedro Quilici, Párroco de San
Miguel, bajo los nombres de Gemma Hipólita Pía. Luego de un mes, toda la
familia se mudó a Lucca, donde vivió el resto de su vida.
Desde
muy niña Gemma mostró signos de santidad. Cuando tenía cuatro años, estaba de
visita en la casa de su abuelita, cuando un día, ésta al entrar en su cuarto,
la encontró de rodillas frente a una imagen de la Virgen. La abuela corrió a
llamar al tío, quien la contempló por largos minutos; luego le dijo:
"¡Gemmita! ¿Qué estás haciendo? La niña, sin inmutarse, contestó:
"Estoy rezando el Ave María. Salid que estoy en oración". Desde esta
tierna edad, la oración era ya para ella el sostén de su vida y de sus virtudes.
Nos
podríamos preguntar: ¿Quién enseñó a Gemma a amar a Jesús y a María? Su primera
y gran maestra en la escuela del amor a Jesús fue su madre, Doña Aurelia, quien
inculcó en el corazón de su hija lo que sería el distintivo especial de toda su
vida: Su amor a Cristo Crucificado, del que llegaría a ser como imagen viva, y
a la Santísima Virgen, que hizo su santidad tan dulce y atrayente.
Al
hablar sobre su infancia, Santa Gemma señaló: "De lo primero que me
acuerdo es que mi mamá, cuando yo era pequeñita, acostumbraba a tomarme a
menudo en brazos y, llorando...me enseñaba un crucifijo y me decía que había
muerto en la Cruz por los hombres".
Había
también, entre ellas, diálogos como este: "Hija mía -me decía mamá- yo
moriré pronto y tendré que dejarte. Si pudiera te llevaría conmigo. ¿Te
gustaría venir?".
-"¿Y
a dónde vamos?", le preguntaba yo. -"Al Paraíso con Jesús y con los
ángeles."
A
los siete años de edad, el 26 de Marzo de 1885, Gemma recibió la Confirmación
por medio de Mons. Nicolás Ghilardi, Arzobispo de Lucca. Durante la Ceremonia
se desarrolló entre el Espíritu Santo y Gemma este diálogo:
-De
repente, una voz me dijo al corazón: -"¿Quieres darme a tu mamá?"
-"Sí", respondí, "pero llévame también a mí".
-"No", me replicó la voz, "dame generosamente a tu mamá. Tú
debes quedar por ahora con papá. Llevaré a tu mamá al cielo, ¿sabes? ¿Me la
entregas de buena gana?". -Tuve que decir que sí. Acabada la misa fui
corriendo a casa. ¡Dios mío! Miraba a mamá y lloraba, no podía contenerme.
Su
antigua profesora, sor Julia Sestini, le contó la biografía de un joven
pasionista, llamado Gabriel de la Dolorosa. Una señora piadosa, Cecilia
Giannini, acudió a practicar una obra de misericordia con Gemma; un día la
visitó, y para que se distrajera le prestó la biografía de Gabriel de la
Dolorosa, escrita por un desconocido P. Germán de San Estanislao, C.P. ¡Cómo
son las cosas del Señor! Estas dos personas serían para Santa Gemma, en los
últimos años de su vida dos grandes regalos de Dios. Doña Cecilia sería la que
cuidaría de ella, y estaría al tanto de sus éxtasis y experiencias místicas y
el P. Germán sería el director espiritual que el mismo Señor le enviaría para
que guiara su alma y para confirmar luego la autenticidad de su vida.
Dice
Santa Gemma: "Tomé el libro con desprecio y lo puse debajo de la
almohada... Un día estaba sola. Serían como las doce. Me sobrevino una fuerte
tentación, y me decía para mí que estaba aburrida de todo. El demonio se valió
de esto para tentarme, diciéndome que si le hacía caso me curaría. Estuve a
punto de sucumbir. Pero de repente me vino una idea; recurrí al Venerable
Gabriel y le dije: Primero el alma, después el cuerpo".
Superada
esta tentación, comenzó a leer el libro de la vida del Venerable Gabriel y
queda maravillada. No se cansa de admirar sus virtudes. Cuando doña Cecilia
volvió para recoger su libro le costó mucho a Gemma devolvérselo. Aquella misma
noche, "se me apareció (Gabriel) vestido de blanco. No lo reconocí... se
quitó la túnica blanca y se apareció vestido de pasionista."
Me
dijo: "Ya ves qué agradable ha sido tu sacrificio. He venido yo mismo a
verte. Procura ser buena y volveré."
En
otra ocasión se le apareció de nuevo el Ven. Gabriel y esta vez le dijo que
hiciese un voto de hacerse religiosa, pero que no añadiera nada más.
"¿Y
por qué?"-le pregunté.
"Me
sonrió y me miró. Me puso el escudo pasionista y repitió: 'Hermana mía...', y
desapareció."
Gema
había pedido a Jesús morir crucificada con El, y crucificada moriría. Como a
las diez de la mañana doña Cecilia pensaba retirarse un poco y Gema le dijo:
"No me dejes, mamá, mientras no esté clavada en la cruz, pues Jesús me ha
dicho que tengo que morir crucificada como El". Momentos después entró en
éxtasis profundo, extendió un poco sus brazos y, en esta posición permaneció
hasta mediodía. Su semblante era mezcla de amor y dolor, de calma y
desolación... ¡Agonizaba, como Jesús en la Cruz! Los presentes la contemplaban
atónitos.
Era
Viernes Santo, 10 de Abril de 1903.
A
las ocho de la mañana del sábado, se le administró la Extremaunción (hoy día se
le llama Unción de los Enfermos), a cuyo rito sagrado contestó con pleno
conocimiento. A doña Cecilia que le habló del P. Germán le dijo: "Ya he
ofrecido a Dios el sacrificio de todo y de todos, para prepararme a morir".
Tomó
entonces el crucifijo en las manos y exclamó: "¡Jesús!... ¡En tus manos
encomiendo mi pobre alma!"; y volviéndose a la imagen de María, añadió:
"¡Mamá mía!, recomienda a Jesús mi pobre alma...Dile que tenga
misericordia de mí".
De
repente toda señal de agonía desapareció, y una sonrisa de cielo se dibujó en
sus labios. Dos lágrimas corrieron de sus ojos. El párroco, que estaba presente
exclamó: "Jamás he presenciado muerte semejante". Y él mismo puso
sobre el pecho de Gema el escudo pasionista que llevó al sepulcro.
Muere
Santa Gema a la 1:45 p.m. del Sábado Santo, 11 de Abril de 1903.
La
profecía de Santa Gema se cumplió. Los pasionistas la rechazaron en vida, pero
después de su muerte la tomaron para sí. El Señor que había acrisolado su
corazón con el sufrimiento, también había pedido de ella el sacrificio de no
entrar en ninguna orden religiosa y ella lo aceptó y lo ofreció al Señor, como
todo lo demás.
Era
necesaria una prueba irrefutable que revelara las intimidades del corazón de
aquella criatura que había amado ardientemente a Jesús.
La
prueba se tuvo cuando al fin, y Dios sabe con qué sacrificios, llegó el P.
Germán a Lucca.
Ya
habían pasado 14 días de la muerte de Santa Gema. El Padre anhelaba volver a
ver aquel rostro lleno de dulzura. Pero quería sobre todo verificar los
misterios de aquel corazón virginal cuyos secretos en vida nadie mejor que él
había profundizado... "El 24 de Abril se procedió a exhumarlo. Se abrió el
cuerpo y se extrajo el corazón, que apareció fresco, lozano, flexible,
rubicundo, humedecido de sangre, igual que si estuviera vivo.
Los
especialistas que practicaban la autopsia quedaron maravillados. Estaba
bastante achatado y dilatado por ambos lados, apareciendo como más ancho que
alto. Al abrirlo fluyó enseguida la sangre, bañando el mármol donde se
realizaba la intervención". Aquella que en muchas ocasiones le había
pedido al Señor que le ensanchara el corazón para poder amarlo más, recibió
esta gracia que tanto pedía. Su corazón se conserva en el convento Pasionista
de Madrid.
El
proceso para la canonización se abrió el 3 de Octubre de 1907, cuatro años
después de su muerte; el Papa Benedicto XV dispensó el proceso de "fama de
santidad", porque era conocida ya en todo el mundo.
Fuente: ACI