El servicio Amigos de
la Calle de la Comunidad de Sant’Egidio recorre estos días las calles de Madrid
para llevar comida y consuelo a personas como Hamid, Joselín, Andia…
Foto: Comunidad de Sant'Egidio |
Precisamente, este martes el Papa Francisco ha ofrecido la Misa de la
Casa Santa Marta por las personas sin hogar y ha pedido «que la Iglesia los
acoja».
Hoy ha nevado en Madrid,
pero hay un grupo de vecinos que no ha conseguido resguardarse en su casa para
hacer frente al frío porque, sencillamente, no tienen casa. Así les ocurre a un
grupo de 70 personas que duermen sobre cartones en los soportales de la plaza
mayor, acomodando sus escasas pertenencias para pasar, como pueden, la epidemia
del coronavirus.
Muchos no tienen ni mantas
para taparse, ni agua para lavarse ni un lugar para hacer sus necesidades. Los
vecinos les miran con recelo, no quieren que estén allí. La policía les ignora
porque sabe que no tienen dónde ir, no sin antes pedirles que «mantengan la
distancia de seguridad». Alguien posiblemente se queje de su presencia ante las
autoridades, porque teme que sean «un foco de contagio», mientras algún
viandante despistado que vuelve de la compra se pregunta «¿por qué no están en
IFEMA?».
Ante unas calles desiertas,
los sin techo, a quienes muchos estaban acostumbrados a ver como si
fueran parte del mobiliario urbano, se hacen hoy más visibles y a la vez más
invisibles en los noticieros, en los planes de prevención de la enfermedad, en
las conciencias. «¿Por qué no estás en IFEMA?», insiste el despistado viandante
que no sabe que las 150 plazas de emergencia del Ayuntamiento en la Feria de
Madrid se ocuparon a las pocas horas de abrirse.
Ante la indiferencia
generalizada, todos estas personas reciben un poco de consuelo de la Comunidad
de Sant’Egidio, en concreto por su servicio Amigos de la Calle. «Nunca antes
como ahora una bolsa de comida, un kit de aseo, una botella de agua y una manta
han sido tan preciadas. Nunca antes como ahora una palabra de aliento, una
mirada amiga, el preguntar “cómo estás, cómo te sientes” han significado tanto
para alguien que vive en la calle», explican desde la organización.
Hamid, Joselín, Andia…
Pero no son un número, ni
una categoría, son personas con nombres y apellidos, con historia, a las que
Sant’Egidio también cuida en estos tiempos del coronavirus. Se trata de Hamid
que estuvo todo el día haciendo la fila en la Feria de Madrid para conseguir
una plaza y finalmente se quedó fuera. Varios días después, en la calle, el
mismo Hamid comentaba que «nadie se preocupa de cómo estamos, ni que
necesitamos, ni si estamos bien de salud (…) los únicos que habéis venido sois
vosotros».
Se trata también de
Joselín, que está enfermo de cáncer y es un habitual de la plaza donde está
situado el viejo cine Luna, en Callao. Él ni siquiera acudió a IFEMA por «miedo
a contagiarme, igual que los ancianos en las residencia». «Aquí fuera circula
el aire y yo me cuido como puedo, allí dentro están todos juntos. Lo que
quieren es que no estemos, pero no les preocupa nuestra salud, solo quieren
alejarnos», se queja.
Andia tampoco es un número,
sino una persona que vive en la calle y que ha tenido varias neumonías antes de
la epidemia. Las personas sin hogar tienen enfermedades crónicas que los
convierten en un colectivo vulnerable por las condiciones en las que viven. Si
llegan a contagiarse es probable que no sobrevivan a la enfermedad.
Esperanza y solidaridad
Desde Sant’Egidio aseguran
que podrían «contar muchos más testimonios conmovedores que hemos escuchado en
estas dos semanas de cuarentena, en las que voluntarios del servicio Amigos de
la Calle recorren estos lugares de dolor en los que se han convertido muchas
calles y plazas del centro de Madrid».
Sin embargo, «también
queremos hablar de la esperanza que nace de la solidaridad de tantas personas-
muchos de ellos jóvenes- que han acudido al llamado de la comunidad y que están
colaborando –con todas las precauciones y medidas de higiene– en la preparación
de las cenas. La solidaridad de las personas que están donando mantas, botellas
de aguas, artículos de aseo; la historia del padre que vino con su hija
adolescente para enseñarle que en momentos de crisis debemos estar a la altura.
Una solidaridad que está
llegando a las personas sin hogar en forma de kits de comida y aseo, a las
familias necesitadas de las Escuelas de la Paz en forma de bolsas de alimentos,
a los ancianos solos en forma de llamadas telefónicas y redes de
acompañamiento, a los enfermos y a quienes les cuidan, en forma de oración
semanal todos los miércoles».
Francisco: que «la Iglesia
los acoja»
Precisamente este martes,
el Papa Francisco ha ofrecido la Misa que celebra cada día en la capilla de la
Casa Santa Marta por las personas sin hogar. Su vulnerabilidad se ha acentuado
en este momento «en el cual se nos pide que estemos en casa». Por ello, ha
rezado «para que la sociedad pueda tomar conciencia de esta realidad y ayudar,
y para que la Iglesia los acoja».
En la homilía, ha recordado
que Jesús en la cruz «no finge sufrir, no finge morir solo, abandonado». «La
cruz es un tormento, está la venganza de los doctores de la Ley». Pero hay una
verdad más profunda: «Jesús se hizo pecado por nosotros. No ha pecado: se ha
hecho pecado»; es decir, «ha tomado sobre sí mismo todos nuestros pecados, se
ha aniquilado a sí mismo hasta ahora», asumiendo nuestros pecados.
«Debemos acostumbrarnos a
mirar el crucifijo bajo esta luz, que es la más verdadera, la luz de la
redención». Una contemplación que –ha reconocido el Santo Padre– «no es fácil».
Y sobre la que «nunca llegaremos a una conclusión. Solo contemplar, rezar y dar
gracias».
Fuente: Alfa y
Omega/Sant’Egido