El
sacerdote y teólogo jesuita, Víctor Codina, reflexiona sobre algunas preguntas
recurrentes en los cristianos, sobre todo, en los graves momentos de amenaza o
de dificultad
¿Dónde está Dios? (AFP or licensors) |
"¿Por
qué Dios permite la pandemia y calla? ¿Es un castigo? ¿Hay que pedirle
milagros? ¿Dónde está Dios?"
En
las actuales circunstancias de pandemia, afirma el sacerdote jesuita, los
medios de comunicación se mueven entre dos polos: los terroríficos y casi
morbosos noticiarios televisivos y, las voces más positivas y esperanzadoras.
Víctor
Codina S.J. nos recuerda que también hay medios que recurren a argumentos
históricos, tratando de situar las dimensiones de la pandemia en relación a
otras, a las que ha sobrevivido la humanidad. También afirma, con cierta
sorpresa, el deseo de unidad europea como mecanismo para enfrentar la crisis
sanitaria, pues ésta atraviesa todas las fronteras y afecta los intereses de
los poderosos.
El silencio de Dios se hace muy
duro
Codina constata que, en este tiempo de
pandemia, evidentemente afloran muchos problemas económicos y de salud. Pero
también surgen problemas de orden teológico o religioso. El silencio de Dios se
hace muy duro para algunos, insiste. Algunas personas rezan, pidiendo milagros,
pidiendo que termine la pandemia, pero el milagro no llega. Entonces, se agrava
más la duda. ¿Dónde está Dios?
Dios está en el que sufre y en el
que sirve a los demás
Para el teólogo, la respuesta la
encontramos en la concepción de Dios que tengamos. “Dios es un misterio”. Dios
a través de Jesús se hace presente en la gente que sufre, en la gente que
muere, en los enfermeros y enfermeras y sanitarios que cuidan con cariño a las
víctimas de esta pandemia. Está en los científicos, en los que rezan. Allí Dios
se hace presente. Y se hace presente ayudándonos a llevar esta situación con
esperanza.
Respeto a la creación y
solidaridad entre nosotros vencerán la pandemia
Codina insiste en que Dios está a nuestro
lado en los momentos de dificultad: “El señor nos ayuda a sufrir las
contrariedades de la vida y espera que nosotros colaboremos con la obra de la
creación, sin destruir la tierra y construyendo un mundo de fraternidad como
hijos del Padre, como hermanos y hermanas entre nosotros. La tierra está
herida, la tenemos que cuidar y hemos de construir un mundo nuevo. Esta
epidemia se puede convertir para nosotros en ocasión de renovar nuestra vida y
comenzar una vida nueva, más sencilla, no tan voraz, más colaboradora entre
todos, más solidaria, más respetuosa y con más sensibilidad hacia todo, porque
todo está interconectado. Esto es lo que Dios quiere, y Dios así, seguirá
presente aún en medio de nuestras dificultades.
Manuel Cubías - Ciudad del Vaticano
Vatican News