El confinamiento ha hecho que esta familia vuelva a reunirse
después de muchos años, su forma de agradecimiento a Dios entusiasma a sus
vecinos
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Los
aplausos de las 20:00 solo son interrumpidos en este barrio de Madrid por una
voz que proviene de un micrófono. La música empieza a sonar y Agustín anima a
las decenas y decenas de personas que se asoman a la ventana, a dar las gracias
a todos los que luchan contra el coronavirus.
Todos los días a las ocho,
la calle se convierte en una pequeña ‘fiesta’. La familia al completo del
bloque del final, anima durante media hora a todos sus vecinos. Suena música,
se juega al trivial o al bingo, se felicita los cumpleaños de los vecinos… Y
para terminar, antes de que suene el himno nacional, una frase cierra cada día:
“Que Dios os bendiga”. Han conseguido que prácticamente toda la calle salga a
sus balcones a tener un rato alegre, a pesar del drama.
Agustín y María José son un
matrimonio que vive en Pozuelo de Alarcón, una localidad a las afueras de
Madrid. Tienen cinco hijos: Agustín, el mayor (de 26) al que llaman Tino,
Alejandro al que llaman Jano, Patricia a la que llaman Fasi, Rodrigo al que
llaman Dodi y Laura -la pequeña (de 17)- a la que llaman Lula. Durante este
confinamiento son los culpables de que durante media hora, los vecinos de su
calle se olviden por un momento del drama que todos estamos viviendo.
Agustín
y María José tienen una empresa de cruceros y antes de que España se diera
cuenta de lo que se le venía encima, ellos ya lo vieron venir. Su empresa
representaba a uno de los barcos que había sido retenido en Japón por la
pandemia y estaban “muy preocupados”.
El padre de Agustín, fallece
justo antes del confinamiento y de repente la vida del mundo entero da un
vuelco: ya no se puede salir de casa y la pandemia se ha extendido a todos los
países. El número de contagios y fallecidos por coronavirus crece y las
noticias no mejoran.
Pero curiosamente, en el
hogar de esta familia madrileña se produce un hecho inédito. “Después de muchos
años separados -por estudios, viajes, intercambios…- por primera vez desde hace
mucho tiempo, volvemos a estar todos juntos”.
Una familia unida
“Nos
sentimos realmente afortunados. Somos siete miembros en esta familia y desde el
mayor a la pequeña estamos todos juntos. Esto es una excepción en estos
momentos y encima ninguno de nosotros estamos enfermos. Es un regalo de Dios
tener la fortuna de estar todos juntos en estos momentos”, explica Agustín, el
padre de la familia.
En casa se organizan las tareas, unos
cocinan, otros limpian, hacen ejercicio juntos, asisten a misa de forma
virtual… y otros preparan la ‘fiesta de por la tarde’. Después de atender a
sus respectivos trabajos y estudios preparan esos 30 minutos para amenizar la
tarde aunque sea un poco. Ellos están juntos y quieren “compartir esa alegría
con los demás. Muchos vecinos están pasando este confinamiento solos. Algunos
incluso enfermos. O algunos incluso separados de sus hijos en el extranjero.
Somos auténticos afortunados. Y por eso queremos transmitir esa fortuna con positividad. Que vean que no están
solos”.
Alejandro cuenta que “durante los últimos
años hemos estado separados porque hemos estado en lugares distintos. No hemos
tenido la oportunidad de estar todos juntos e incluso en vacaciones, siempre ha
faltado algún miembro de la familia. Por eso veo esto como un regalo de Dios,
poder estar juntos, darnos cuenta de todo lo que tenemos y de que no es nuestro
-como ir a ver a tu novia, ir a dar un paseo, montar en bici…- Nos está
sirviendo mucho para sacar de nosotros todo el amor que tenemos para
entregárselo a los demás”.
Sintiéndose
así de afortunados, el primer día que sonaron los aplausos en su calle,
pusieron el himno nacional a todo volumen. Al día siguiente, al ver la buena
acogida, Agustín trajo un micrófono de la oficina y dedicó unas palabras a
todos los médicos, enfermeros, sanitarios, policías, guardias civiles, militares…
Y entonces la cosa empezó a crecer. Los vecinos acogieron la iniciativa con
alegría y un día Agustín, aparece con unos baffles y le pide ayuda a sus hijos.
La fiesta es más que una fiesta
Lo
que empezó siendo poner algunas canciones, se ha convertido en un rato de positividad, de alegría, de bailar, de
jugar… Cada día felicitan el cumpleaños a todos los vecinos que hayan avisado a
través de un número de teléfono que han habilitado. Juegan al trivial,
comparten mensajes e incluso hay un día de bingo.
Pero no todo es positivismo. Agustín -el
padre- dice que “me planteo mucho si estamos frivolizando en una situación que
es muy grave. La gente lo está pasando muy mal, la gente se está muriendo… Se
me pasa mucho por la cabeza si este rato que organizamos para el vecindario es
una frivolización”. Por eso, todos los días quieren que en esta ‘fiesta’ que
ilusiona a decenas de vecinos, también haya “un momento de espiritualidad y de
reflexión. Por eso siempre acabamos dando gracias a Dios”.
La calle entera está viviendo una pandemia mundial. Muchos
han perdido a seres queridos, también esta familia unida. Algunos están solos,
otros tal vez han perdido sus trabajos, otros no pueden estar con los que
quieren. Pero en esta calle “estamos
juntos en esto”. Y qué gusto, que sea precisamente esta familia, una familia unida, agradecida a Dios y con fe,
la que intenta animar al vecindario entero y gritar al mundo que hay algo más
grande que el dolor y la muerte: la esperanza y la fe.
Javier González García
Fuente: Aleteia