Juventud
eterna
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Ayer,
en el trabajo, una de las hermanas más mayores, a media mañana, avisó de que
había terminado la tarea que le habían encomendado. Fui a preguntar a Lety.
-¿Y
por qué no corta pulseras-detente?
Yo
me quedé helada. Resulta que la cinta de las pulseras viene en rollos muy
largos, y hay que ir cortando cada pulsera con la medida. El problema es que
para ello se usa una máquina especial, una especie de filamento que, al
conectarse, se pone al rojo vivo: corta y sella a la vez. Es fácil... pero te
puedes quemar.
Observé
con mil ojos mientras Lety le explicaba cómo usarla. Le advertí un millón de
veces que tuviera cuidado. Y, al cabo de un rato...
-¡¡Hay
que ver cómo me gusta esto!! -comentó esta hermana entusiasmada- ¡Me hacía
falta aprender un trabajo nuevo!
Admito
que me asombró. Yo pensando que la novedad podía asustarla, que se iba a sentir
insegura... ¡y lo estaba disfrutando!
Lo
cierto es que, en la oración, solo me salía pedirle al Señor un corazón como el
de esta hermana, abierto a la novedad. Sí porque, al menos en teoría, me gustan
las cosas nuevas, experimentar... pero todo con límites. El “terreno conocido”
me da mucha seguridad. En el fondo, saber qué tengo que hacer, cómo tengo que
hacerlo... tener todo controlado, me encanta.
A
veces, por no perder la seguridad de lo conocido, nos quedamos siempre haciendo
lo mismo. Pero “quien siempre anda por el mismo camino, nunca verá un paisaje
distinto”...
Esta
pandemia, sin embargo, nos ha empujado a todos a una realidad diferente. Se
dice que el corazón joven es aquel capaz de entusiasmarse, de arriesgar, sea
cual sea su edad. De Cristo resucitado se dice que es el “Eterno Joven”, y es
esa vitalidad la que quiere transmitirte.
Cristo
está contigo, y Él quiere que nazcas de nuevo, ¡que tu corazón sea joven, sea
de niño! ¿Sabes? En la Biblia, la frase “No tengas miedo” aparece más de 365
veces. Eso significa que podemos aplicar una cada día del año, ¡y aún sobra!
Hoy
el reto del amor es volverte niño. Pídele al Señor que, al menos un rato del
día, puedas soltar tu corazón, ¡y disfrutar al máximo lo que estás haciendo!
Alégrate de poder compartir la mesa, de esa llamada... Descubre al Señor en tu
presente, ¡empieza un día nuevo! ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma