¿Cómo
andamos de paciencia?
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Estoy
haciendo unas pruebas nuevas de grabación en la máquina láser. Cada vez que se
trata de algo nuevo, es necesario comenzar probando los parámetros de menos a
más: menos potencia, menos intensidad... e ir poco a poco subiendo hasta dar
con el resultado deseado.
Normalmente,
cuando ya se han hecho todas las pruebas, se guarda el diseño con los
parámetros correctos, y está listo para grabar siempre así.
Pero
esta vez me ha sucedido algo diferente. Pensaba que ya había acabado todo el
proceso, y la siguiente medalla comencé a grabarla con los parámetros que
habían resultado definitivos, pero, cuando miré lo que estaba haciendo el
láser, me había quemado la medalla.
¿Cómo
podía a ser? Si había usado el mismo material, la misma imagen... Volví a
repetir, pero esta vez comenzando flojito, la siguiente un poco más fuerte y la
última un poco más... y... ¡perfecto! Ya no se quemaba.
Cómo
me impresionó, porque este diseño, que necesita ser grabado poco a poco, me
estaba hablando de cómo es el Amor del Señor con nosotros.
Él
quiere grabar su imagen en nosotros, pero no suele hacerlo de una sola vez,
porque nos quemaría, sino que va derrochando su Amor poco a poco; en lugar de
una vez, su Amor es constante, muy fino y delicado, y va subiendo en
intensidad, hablándonos en verdad de nosotros mismos cada vez con mayor
precisión, para que podamos reaccionar acogiéndole siempre, para que podamos
dejarnos invadir más y más por su Gracia.
Él
quiere lograr su objetivo y se tomará el tiempo que le haga falta con cada uno.
Por ello, todos somos dignos de que “nos tengan paciencia” porque el Señor está
trabajando en nosotros. Porque todos tenemos en común la debilidad, que unas
veces aflorará más y otras menos, pero siempre está ahí. Y es cierto que la
impaciencia con el otro, o peor aún, con uno mismo, es humana, y más en las
circunstancias que actualmente vivimos; sin embargo, cuando Él nos regala ser
conscientes de nuestra debilidad, no es para dejarnos ahí, sino para salvarnos,
y para experimentar qué paciencia tienen Él y los demás con nosotros. Desde esa
vivencia brota la necesidad de ser paciente también con el otro, pues, como yo,
también es necesitado de cariño en su pobreza.
Hoy
el reto del amor es tener paciencia. Confía en que el Amor del Señor es real,
siempre permanece a tu lado, déjate grabar a fuego algo diferente, deja que sea
el Amor el que venza siempre, contigo mismo y con los demás.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma