En
la misa de Santa Marta, Francisco dirige sus pensamientos a los trabajadores de
la comunicaciĆ³n pidiĆ©ndoles que ayuden a la gente a soportar este perĆodo de
aislamiento
En
su homilĆa, recuerda que el discĆpulo de JesĆŗs es un hombre libre, un hombre de
TradiciĆ³n y novedad, porque se deja guiar por el EspĆritu Santo y no por
ideologĆas.
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Misa en nuestro canal Youtube
La
antĆfona del miĆ©rcoles de la 5ĀŖ semana de Cuaresma es una oraciĆ³n de
liberaciĆ³n: "LĆbrame, SeƱor, de la ira de mis enemigos. Me elevas por
encima de mis adversarios y me salvas del hombre violento" (Sal 17). El
Papa Francisco, al introducir la misa de hoy en la Casa Santa Marta, dirige sus
pensamientos a los que trabajan en los medios de comunicaciĆ³n:
"Hoy
me gustarĆa que rezĆ”ramos por todos aquellos que trabajan en los medios de
comunicaciĆ³n, que trabajan para comunicar, hoy, para que la gente no se
encuentre tan aislada; por la educaciĆ³n de los niƱos, por la educaciĆ³n, para
ayudarles a soportar este tiempo de encierro".
En
su homilĆa, Francisco comenta el Evangelio de hoy (Jn 8, 31-42) en el que JesĆŗs
dice a los judĆos: "Si permanecĆ©is en mi palabra, serĆ©is verdaderamente
mis discĆpulos; conocerĆ©is la verdad y la verdad os harĆ” libres". Ser
discĆpulo - dijo el Papa - significa dejarse guiar por el EspĆritu Santo: por
eso el discĆpulo de JesĆŗs es un hombre de TradiciĆ³n y novedad, un hombre libre,
nunca sujeto a ideologĆas.
A
continuaciĆ³n el texto de la homilĆa segĆŗn una de nuestras transcripciones:
En
estos dĆas, la Iglesia nos hace escuchar el capĆtulo octavo de Juan: hay una
discusiĆ³n tan fuerte entre JesĆŗs y los Doctores de la Ley. Y sobre todo, hay un
intento de mostrar la propia identidad: Juan intenta acercarnos a esa lucha por
aclarar la propia identidad, tanto la de JesĆŗs como la de los mĆ©dicos. JesĆŗs
los pone en un rincĆ³n mostrĆ”ndoles sus contradicciones. Y ellos, al final, no
encuentran otra salida que el insulto: es una de las pƔginas mƔs tristes, es
una blasfemia. Insultan a Nuestra SeƱora, la Virgen Santa
Pero
hablando de identidad, JesĆŗs dijo a los judĆos que habĆan creĆdo, les aconsejĆ³:
"Si permanecĆ©is en mi palabra, sois verdaderamente mis discĆpulos".
VolviĆ³ a esa palabra tan querida por el SeƱor que la repitiĆ³ muchas veces, y
luego en la cena: "QuĆ©date". "Permanece en mĆ". Permanece
en el SeƱor. No dice: "Estudia bien, aprende bien los argumentos": lo
da por sentado. Pero va a lo mƔs importante, lo que es mƔs peligroso para la
vida, si no lo haces: quedarte. "Permanezcan en mi palabra". Y
aquellos que permanecen en la palabra de JesĆŗs tienen su propia identidad
cristiana. ¿Y cuĆ”l es? "Ustedes son verdaderamente mis discĆpulos".
La identidad cristiana no es una tarjeta que dice "Soy cristiano",
una tarjeta de identidad: no. Es el discipulado. TĆŗ, si permaneces en el SeƱor,
en la Palabra del SeƱor, en la vida del SeƱor, serĆ”s un discĆpulo. Si no te
quedas, serĆ”s uno que simpatiza con la doctrina, que sigue a JesĆŗs como un
hombre que hace tanta caridad, es tan bueno, que tiene los valores correctos,
pero el discipulado es la verdadera identidad del cristiano.
Pido
al SeƱor que nos haga conocer esta sabidurĆa para que permanezcamos en Ćl y nos
haga conocer esa familiaridad con el EspĆritu: el EspĆritu Santo nos da
libertad. Y esta es la unciĆ³n. El que permanece en el SeƱor es un discĆpulo, y
el discĆpulo es un ungido, un ungido por el EspĆritu, que ha recibido la unciĆ³n
del EspĆritu y la lleva a cabo. Este es el camino que JesĆŗs nos muestra para la
libertad y tambiĆ©n para la vida. Y el discipulado es la unciĆ³n que reciben los
que permanecen en el SeƱor.
Que
el SeƱor nos haga comprender esto que no es fƔcil: porque los doctores no lo
entendieron, no se entiende sĆ³lo con la cabeza; se entiende con la cabeza y el
corazĆ³n, esta sabidurĆa de la unciĆ³n del EspĆritu Santo que nos hace
discĆpulos.
El
Papa terminĆ³ la celebraciĆ³n con la adoraciĆ³n y la bendiciĆ³n eucarĆstica,
invitĆ”ndonos a hacer la comuniĆ³n espiritual. AquĆ sigue la oraciĆ³n recitada por
el Papa:
A
tus pies, oh JesĆŗs mĆo, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazĆ³n
contrito que se abandona en su nada y en Tu santa presencia. Te adoro en el
sacramento de tu amor, deseo recibirte en la pobre morada que mi corazĆ³n te
ofrece. En espera de la felicidad de la comuniĆ³n sacramental, quiero tenerte en
espĆritu. Ven a mĆ, oh JesĆŗs mĆo, que yo vaya hacia TĆ. Que tu amor pueda
inflamar todo mi ser, para la vida y para la muerte. Creo en Ti, espero en Ti,
Te amo. Que asĆ sea”.
Antes
de salir de la capilla dedicada al EspĆritu Santo, se cantĆ³ la antigua antĆfona
mariana Ave Regina Caelorum ("Ave Reina de los Cielos"):
“Salve,
Reina de los cielos, y SeƱora de los Ć”ngeles; salve, raĆz; salve, puerta que
dio paso a nuestra luz. AlƩgrate, virgen gloriosa, entre todas la mƔs bella;
salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros”.
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