Eremita
(304-394) Nació en Licópolis, hoy Asiut, en los comienzos del siglo IV y pasó
la mayor parte de su vida en la Tebaida, dedicado a la oración y a la
penitencia
Dominio público |
Come hierbas y raíces; bebe
agua abundante; es de poco dormir, hace mucha oración y extremada penitencia.
Exceptuando
a San Antonio, ningún ermitaño del desierto adquirió; tan amplia fama como San
Juan de Egipto, que fue consultado por emperadores y cuyas alabanzas fueron
cantadas por San Jerónimo, Paladio, Casiano, San Agustín y muchos otros. Nació;
en la bajada Tebaida, en Licópolis, siendo educado en el oficio de carpintero.
A
la edad de 25 años decidió; abandonar el mundo y se puso bajo la guía de un
anciano anacoreta, quien durante diez años, lo ejercitó en la obediencia y
abnegación de sí mismo. El santo obedeció con humildad y sin replicar, por
irracional que fuera la tarea que se le imponía, y continuó con este ejercicio
hasta la muerte del anciano.
Se
retiró a una cumbre de una escarpada colina, donde construyó tres celdas
contiguas. Ahí permaneció hasta el final de sus días. Durante cinco días de la
semana, hablaba con Dios, pero los sábados y domingos, las personas podían
acercarse para oír sus instrucciones y consejos espirituales.
San
Juan no fundó ninguna congregación, pero se le considera como el Padre de todos
los ascetas, y cuando sus visitantes llegaron a ser tan numerosos, fue
necesario construir mas celdas para recibirlos.
También
fue especialmente famoso por sus profecías, milagros, su poder de leer los
pensamientos y de descubrir los pecados secretos de aquellos que lo visitaban.
Falleció
a la edad de 90 años, mientras estaba de rodillas orando con el Padre
Celestial.
Fuente:
©Evangelizo.org