Cuando lo que llevamos por
dentro se refleja por fuera
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Dominio público |
Jesús
fue vestido con una bata morada durante su Pasión a manera de burla por “ser el
rey de los judíos”. Y es que, desde antes de su época, el púrpura era símbolo
de la realeza. Por ejemplo, en el Éxodo, se puede leer que a Moisés lo mandan a
hacer el tabernáculo “con diez cortinas de lino fino torcido y tela azul,
púrpura y escarlata” (Ex 26, 1) y en las 2 Crónicas 3, 14 que el rey Salomón
manda a decorar el templo de Jerusalén con telas de este color.
La
Iglesia decidió conservar el morado como un símbolo no sólo de penitencia y
luto (en anticipación a la crucifixión y de semejanza a Jesús), sino también
como un recordatorio de enfrentar nuestros propios pecados, prepararnos
espiritualmente y ayudar al prójimo para acercarnos más a Dios y a su reino
(manteniendo así el carácter solemne tradicionalmente asignado al púrpura). No
es sólo un color que se utiliza en la procesión del Nazareno, es el color de
toda la Cuaresma.
Por
supuesto, no es que si nos ponemos una minifalda morada estaremos siendo fieles
al color litúrgico, el tipo de tela y el diseño de la pieza también deben
reflejar el sentimiento previo a la Pascua de Resurrección. Visualmente, es una
oportunidad de reflejar austeridad y simplicidad, pero no es una norma de la
Iglesia católica. Además, no necesariamente tienes que vestir de morado los 40
días, puede ser un detalle como una pulsera, un pañuelo amarrado a tu bolsa o
un accesorio que simplemente te recuerde el significado de estas fechas.
Sólo
el Domingo de Ramos y el Viernes Santo el morado es sustituido por el rojo por
simbolizar la sangre de los mártires y fuerza del Espíritu Santo. Y luego, el
Domingo de Resurrección, el color que debemos llevar es el blanco como señal de
vida, pureza, alegría y júbilo.
Pero
recuerda que de nada sirve llevar ropa morada sino teñimos nuestro corazón de
ese color. Aprovecha estos días para reflexionar, hacer algún sacrificio,
ayudar más al otro y ver cómo desde tu más sencilla cotidianidad puedes ser no
sólo un mejor católico sino, sobre todo, una mejor persona.
ADRIANA BELLO
Fuente:
Aleteia