En la segunda meditación, en los ejercicios
espirituales de la Curia Romana, el Padre jesuita Pietro Bovati, partió de la
figura de Moisés para explicar lo que significa ser llamado
La vocación es el tema de la segunda meditación de los ejercicios espirituales de la Curia
Romana que tiene lugar en Ariccia y que fue seguida por el Papa desde la Casa
de Santa Marta al no poder participar personalmente a causa de un resfriado. La
vocación, dijo el predicador padre Pietro Bovati, "es siempre una elección
que viene del corazón del individuo" y no algo "que se determina de
manera colectiva".
La vocación es "el encuentro decisivo en el que
Dios nos ha hablado" y en el que decidimos obedecer su elección. Es el
comienzo de una "nueva historia", de un "nuevo nacimiento"
en el que se crean nuevas paternidades y nuevas fraternidades. Por lo tanto, es
necesario recordar el momento que vivimos cuando obedecimos y "escuchar de
nuevo la voz del Señor", en lo que es el significado más profundo de la
oración.
Dios llama en
lo vivido
En la segunda meditación del dos de marzo en los
ejercicios espirituales de la Curia Romana en Ariccia, el Padre jesuita Pietro
Bovati, teólogo de la Pontificia Comisión Bíblica, partió de la figura de
Moisés para explicar lo que significa ser llamado. Moisés es un pastor y un
siervo. No sabe que pasará de cuidar el rebaño de su suegro a liderar el rebaño
del pueblo de Israel. "A veces", explica el teólogo, "la
Escritura presenta la llamada, la vocación, como una transformación de la
profesión: de una ocupación material a una dedicación espiritual. De modo que
lo que se ha vivido según la carne puede sugerir como signo los valores del
Espíritu".
"Dios siempre está trabajando para
guiar a la persona al descubrimiento de una dimensión superior de la vida, de
una donación más útil, un servicio más útil para los hermanos y hermanas. Dios
llama en la vida, en esa historia concreta en la que, de algún modo de puede
ver una parte de esa llamada. Dios llama en la vida, incluso en sus aspectos de
sentido y esfuerzo, que son las condiciones para aspirar, tal vez
inconscientemente, a una realidad más alta: lo que Dios, y sólo Él, es capaz de
revelar y cumplir".
El desconocimiento de Moisés
Moisés no sabe a dónde va y ni siquiera se
da cuenta de que se está acercando a un lugar sagrado cuando está intrigado por
la zarza ardiente en el Monte Horeb. No puede imaginar el significado del
arbusto quemado por el fuego sin consumirse y lo que se le revelará.
"Estos diferentes aspectos de la ignorancia, de la no conciencia",
señala el Padre Bovati, "constituyen la matriz esencial para comprender lo
que es realmente la vocación en su dimensión profética, es decir, que siempre
es una revelación de Dios, no una lúcida autoconciencia, no una
autodeterminación". De hecho, al llamarlo por su nombre, Dios le pide a
Moisés una disponibilidad personal, a la que éste responde diciendo: "Aquí
estoy" y "emprendiendo un viaje de conciencia y obediencia".
Un evento inesperado
Por lo tanto, la llamada de Dios tiene
lugar "en una condición humana, en una persona no preparada; sucede como
una sorpresa, como un evento inesperado que aparentemente sucedió de manera
inesperada". De hecho, la elección de David, un muchacho que toca la
cítara y que no es un guerrero; para luchar contra Goliat o la de Jeremías, un
joven inexperto llamado a profetizar para las naciones, es inesperada.
La
sorpresa es en realidad "la marca" de Dios, y también la
desproporción entre lo que se considera oportuno e incluso necesario a los ojos
de los hombres, y lo que Dios elige como mediación: como por ejemplo, un siervo
para su obra salvadora.
El significado de la zarza
De la zarza viene la voz de Dios. Un signo
que la Biblia no explica explícitamente, pero que para el religioso jesuita
puede ser interpretado de dos maneras. Por un lado, la zarza es la
representación simbólica de Moisés: es un hombre, una miserable realidad
investida de fuego, "un símbolo privilegiado del Dios vivo". Una
unión que "en lugar de aniquilar a la débil y frágil criatura, la promueve
a una vitalidad, a una tarea que parece imposible para el hombre". Por
otro lado, la zarza es "la realidad sufriente del pueblo de Israel",
mientras que el fuego es "el poder cruel del opresor egipcio, que es
incapaz de aniquilar esta frágil realidad de un pueblo sumiso, porque Dios está
presente".
La vocación nace del corazón del individuo
El Nuevo Testamento, asimismo, muestra el
valor espiritual de la vocación para aquellos que ya siguen al Señor. En el
Evangelio de Mateo Jesús pregunta a los discípulos: "¿Ustedes quién dicen
que soy?", para dejar claro que Él no es uno de los muchos profetas, sino
que es "el Único, el Hijo, el Mesías, el Hecho Real" y no una
expectativa o preparación. "Tú eres el Cristo, Hijo del Dios vivo",
responde Pedro. Una respuesta que no viene de la carne y la sangre, de las
decisiones humanas, sino que viene a través de una revelación del Padre. Una
respuesta que no es colectiva, sino individual.
"La
vocación es siempre una elección que viene del corazón del individuo y nunca es
el asentimiento a un grupo, a algo que se determina de manera colectiva, como
una especie de ola en la que se participa sin una responsabilidad personal y
decisiva".
Pedro
también se transforma por la adhesión a Dios. No sólo en el nombre, sino en la
esencia. "Él,
débil, incierto, se convierte en la roca en la que se apoya la propia Iglesia,
se convierte en el principio de la solidez en la fe para ayudar a sus hermanos
y hermanas a superar todos los escollos del diablo, todos los poderes del
inframundo que se desatarán.
Seguir al Señor de verdad
"A nosotros", concluye el Padre
Bovati, dirigiéndose a la Curia, "se nos ha pedido ser como Pedro, pero
debemos seguir al Señor, seguirlo de verdad" en su camino de la Pasión y
la Cruz. La invitación es a rezar para pedir el don del Espíritu para ser
verdaderamente discípulos del Señor. Un deseo ejemplificado por el Salmo 63, el
de "la elección de Dios", que dice: "Tu amor vale más que una
vida", "en una relación de amor y comunión que es verdaderamente
nuestra dicha".
Michele Raviart- Ciudad del Vaticano
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