"¡Cuán bueno es Dios, cuán autor y gran poeta;
es El único que hará de nuestras vidas una hermosa canción si amamos y
confiamos más", proclama la protagonista de este testimonio
Fue su novio ateo quien confrontó
a María Adams en la secundaria con argumentos tan precisos sobre la
no existencia de Dios, que la llevaron a reconocer en su fueron interno cuán
débil era su fe y formación religiosa.
Junto con reconocer sus “años de turbulencia”, viviendo una “fe ignorante” -cuenta al Catholic Standard-, tenía claro que ella no deseaba abrazar el ateísmo y al finalizar la secundaria optó por irse de “spa espiritual”, dice, en lugar de ingresar a la Universidad.
Junto con reconocer sus “años de turbulencia”, viviendo una “fe ignorante” -cuenta al Catholic Standard-, tenía claro que ella no deseaba abrazar el ateísmo y al finalizar la secundaria optó por irse de “spa espiritual”, dice, en lugar de ingresar a la Universidad.
Señor muéstrame tu rostro
Llegó a Francia y
fue recorriendo diversos monasterios, siendo sorprendida al constatar que
"había muchas hermanas jóvenes, cantando cantos gregorianos... con la
clara identidad de ser contraculturales".
Los días de María
transcurrían dedicando horas a la oración, lectura de la Sagrada Escritura,
algunos trabajos que le asignaban en cada monasterio que visitaba y asistiendo
a misa diaria. Pronto comenzó a sentirse conmovida
por el testimonio de estas mujeres que vivían aferradas a la voluntad de
Dios "fuera del ritmo de este mundo y sin avergonzarse por ello”, recuerda.
Así, las
inquietudes intelectuales que habían motivado su viaje fueron respondidas “en
el contexto de la liturgia, la oración y la confraternidad con las hermanas, sin necesidad de palabras”, puntualiza.
Sierva
Y entonces, casi sin percibirlo, pero con inusitada energía, se asentó en María
el deseo de pertenecerle
por entero a Dios, “ser más suya de alguna manera”, explica. El año en Francia
llegaba a su término y todo parecía comenzar para ella. "Al final de ese
año, estaba convencida de que tenía una vocación. Lo que había encontrado no se
podía comparar con nada más. Yo no esperaba ser tan íntima con Él de forma tan
real y vital. Él
entró en mi vida de una manera hermosa y exigente".
Nada más regresar a
la Universidad de Columbia en Nueva York, recuerda que rezó: «Muéstrame cómo y dónde debo hacer esto». Y desde ese
instante fue encontrando por todo sitio, sin haberlo previsto, a muchas
hermanas “de las Siervas”. Ella había rogado “con gran confianza a Dios” para
que le “aclarara” sobre qué puerta debía tocar y comprendió Su respuesta.
Ingresó en la orden
de las Siervas del Señor y de la Virgen de Matará (Familia religiosa del Verbo
Encarnado) el año 2001 y emitió sus votos perpetuos el 2008. Hoy en esta
entrevista la hermana María
Theotókos Adams da testimonio de su alegría proclamando: “Jesús es digno
de los mayores riesgos y actos de amor que podemos ofrecerle. Dios es fiel a su palabra”.
La perla de gran precio
Luego de servir
varios años como formadora en la Orden, el pasado año 2017 recibió la
Licenciatura en Historia de la Iglesia Medieval y actualmente está trabajando
su doctorado en Historia de la Iglesia. Siendo las Siervas una orden misionera
y mariana se comprende que la hermana María Theotókos viva su labor intelectual
presente como un campo de misión. "Me encanta formar parte del compromiso
con la verdad... que se puede encontrar y que prevalecerá", puntualiza.
Al despedirse esta
hermana de las Siervas pide a las mujeres católicas que no teman preguntar a
Dios: ¿Cómo quieres que me convierta en santa? "Recordad
-agrega- que cada
vocación es un milagro, porque nadie merece ser llamada. La vocación
religiosa es una vida auténtica y asombrosamente hermosa, pero no sin la cruz.
Es la perla de gran precio, es todo lo que quieres, incluso a costa de vender
todo lo que tienes. ¡Cuán bueno es Dios, cuán autor y gran poeta; es El único
que hará de nuestras vidas una hermosa canción si amamos y confiamos más".
Fuente:
PortaLuz