¿QUE LA ORACIÓN CONTEMPLATIVA NO ES PARA TI? PRUEBA ESTO
Orando
fielmente, tarde o temprano llegarás a un límite, aquel de la oración interna.
Esto es lo que debes hacer para lograr este “nuevo mundo” y entrar en la
contemplación
Luke Stackpoole/Unsplash | CC0
Para
muchos, la contemplación es un continente inexplorado, sin embargo presentido,
a veces hasta vislumbrado. Un más allá que con demasiada frecuencia despierta
miedo más que deseo. Hemos
escuchado hablar, pero no nos imaginamos ir allí por nosotros mismos.
Admiramos el testimonio de
los místicos: los grandes clásicos (santa Teresa de Ávila, san Juan de la Cruz
…), otros más cercanos y más populares (san Padre Pío o Marta Robin), pero no
nos apetece imitarlos.
Es
cierto que ellos son inimitables. Si los maestros espirituales escriben, no es
para ser imitados, sino para inspirar. La historia de un alma siempre es
inédita. No hay dos caminos iguales. Cada uno tiene un camino a seguir.
Pero ahí está el problema:
demasiados cristianos de buena voluntad se quedan a mitad de camino.
Permanecer en Cristo, como
Él permanece en nosotros
Comparemos nuestra oración
habitual con una procesión en la explanada de la iglesia. Es hermoso,
necesario, pero ¿cruzaremos el umbral? ¿Nos atreveremos a entrar en el Santo de
los Santos?
Nuestra
oración gira en torno del misterio. Ella se acerca y al mismo tiempo lo
esquiva. ¿Irá más lejos? Con Moisés, arriesgándose en la nube de la sombra y de
la luz, con Elías arriesgándose en el silencio de la Presencia.
Es el momento en que las
palabras se callan, el flujo de los pensamientos se suspende, el alma está en
paz y
en silencio “como un niño en el regazo de su madre” (Sal 130, 2).
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LO HUMANO Y DIVINO
Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra». Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. (Génesis, 1,26-27)