Así quiere ser el amor de los esposos. Un amor
humano y frágil que sueña con ser un amor santo
Hoy pienso en todas las familias que tienen
como modelo la sagrada familia.
Pienso en el ideal y lo lejos que a veces se encuentra la realidad.
Miro a José y a María en Belén. José mira a María. Ella calla conmovida. Ha llegado Dios a sus manos en la carne de un niño. El sí que pronunciaron se ha hecho realidad. Su Fiat sagrado. José mira a María. ¡Cuánto la quiere!
Miro a José y a María en Belén. José mira a María. Ella calla conmovida. Ha llegado Dios a sus manos en la carne de un niño. El sí que pronunciaron se ha hecho realidad. Su Fiat sagrado. José mira a María. ¡Cuánto la quiere!
Miro hoy la intimidad que hay
entre ellos. Su complicidad llena de ternura. Miro sus miedos que les hacen
dudar. Miro todos sus sueños guardados en el alma. Veo a José preocupado de
cada detalle. Miro a María calmando a José cuando se preocupa demasiado por las
cosas que no salen bien. María sonríe. José la abriga. Carga él con lo más
pesado. Ella se siente querida y cuidada.
Los dos velan al Niño esta
noche. Los dos cuidan a Jesús en Belén. Los dos huyen después con Jesús a
Egipto. En sueños lo comprenden todo. Los dos educan a Jesús en Nazaret cuando
pueden regresar a casa. Años de silencio en los que Jesús crece en alma y
cuerpo, se fortalece.
¡Cuánta renuncia escondida en
treinta años de camino oculto! El amor siempre renuncia a los propios planes
por el otro. José y María renunciaron a tantas cosas por seguir el plan de
Dios. Sabían que Dios cuidaría de ellos toda la vida. Consagran su vida a ese
niño que es Dios, que es hombre, que es su mayor tesoro. Ese mismo Dios que
toca hoy la tierra y llega a mi vida.
José creyó al ver a María creer.
Sabe de golpe que todo merece la pena sólo por estar con ella. María es el
lugar de José. Su hogar sagrado. Su seguro más verdadero. María mira a José. Se
alegra de que Dios le diera un hombre así para cuidar sus pasos. Un hombre
justo, fiel. Se siente tan amada por él. El amor entre ellos construye su casa.
Es el pilar más sólido. El más necesario. Ese amor matrimonial es tan sagrado.
Pero sé que al mismo tiempo el
amor matrimonial es tan frágil. El amor de José y María es la referencia que
anima. Un amor que parece imposible en la tierra. Pero para Dios no hay nada
imposible. Un amor que todo corazón desea. Así quiere ser el amor de los
esposos. Un amor humano y frágil que sueña con ser un amor santo.
Todos los matrimonios están
llamados a la santidad como comenta el P. Kentenich: Queremos
ser santos no a pesar de estar casados y de las cosas de la vida conyugal, sino
precisamente porque estamos casados. Que el matrimonio sea un medio para la
santidad.
Dios llama hoy al hombre a ser
santo en ese camino particular para él soñado. La vida matrimonial es camino de
santidad. El amor matrimonial es algo tan sagrado. Hay muchos matrimonios que
viven muy santamente y son el testimonio más cercano del amor que Dios nos
tiene. Un reflejo del amor trinitario. Ojalá hubiera cada vez más matrimonios
santos o al menos que lucharan cada día por llevar una vida santa.
Dios me llama hoy a amar
santamente. Miro el amor entre los esposos y veo que es un camino hacia el
cielo. El camino más directo que Dios ha pensado para ellos.
Pero muchas veces sucede que la
familia no es una escuela de santidad. Y el amor entre los esposos languidece,
se enfría y deja de expresar una honda ternura. Comienzan las tensiones, las
distancias, el desamor. Desaparece ese amor generoso que siempre soñaron. Ese
amor fuerte que ha de ser el fundamento de todo. El amor deja de expresarse en
gestos.
Hace falta siempre que el amor
se alimente de la renuncia y de la generosidad. Un amor que no mida y acepte la
asimetría como estilo de vida. Un amor
que descanse en el amor que Dios nos tiene.
Carlos Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia