No es cristiano buscar influencias para crecer en la
carrera eclesiástica
Lo subraya el Papa Francisco en la Misa en la Casa
Santa Marta, recordando la gratuidad de la elección de Dios y la llamada a
custodiarla con nuestra fidelidad.
Ser cristiano, sacerdote u obispo es un regalo
gratuito del Señor. No se compra. Y la santidad consiste precisamente en
"custodiar" este don recibido gratuitamente y no por méritos propios.
Lo recuerda el Papa en la
homilía de la misa en la Casa Santa Marta. Su reflexión parte del
Salmo Responsorial (Salmo 88) y de la Primera Lectura (1Sam 16,1-13°) de la
Liturgia de ayer.
El Salmo 88 recuerda la elección de David como rey de
Israel después de que el Señor rechazara a Saúl por no haberle obedecido. En la
primera lectura, el Señor envía entonces a Samuel a ungir como rey a uno de los
hijos de Jesé de Belén. La unción indica la elección de Dios y también se
utiliza hoy en día para consagrar a los sacerdotes, obispos. Los cristianos
también somos ungidos con aceite en el Bautismo, recuerda el Papa Francisco.
Dios invita a Samuel a no detenerse en el aspecto físico porque, dice, "no
cuenta lo que el hombre ve: de hecho, el hombre ve la apariencia pero el Señor
ve el corazón".
El Papa repasa entonces los acontecimientos que
tuvieron lugar en ese momento: los hermanos de David luchaban contra los
filisteos para defender el reino de Israel, "tenían méritos", pero el
Señor eligió al último de ellos. "Un muchacho inquieto", que cuando
podía iba a ver cómo los hermanos luchaban contra los filisteos, pero lo
mandaban de vuelta a apacentar el rebaño. Entonces llamaron a David, que era
leonado y de buen aspecto. El Señor le dijo a Samuel que lo ungiera, y entonces
"el Espíritu del Señor irrumpió sobre David desde ese día en
adelante".
La gratuidad de
la elección de Dios
Una historia que hace reflexionar, que lleva a
preguntarse por qué el Señor eligió a un muchacho normal, que quizás
"hacía algunas chiquilladas, las que hacen todos los chicos", no era
un chico pío, "que rezaba todos los días", tenía siete buenos
hermanos, "que tenían más méritos que él". Y sin embargo - señala el
Papa - fue elegido el más pequeño, "el más limitado, el que no tenía
títulos, no tenía nada", no había luchado en la guerra. Esto nos
muestra "la gratuidad de la elección de Dios".
Cuando Dios elige, hace ver su libertad y gratuidad.
Pensemos en todos nosotros que estamos aquí: pero ¿por qué nos eligió el Señor?
"No, porque somos de una familia cristiana, de una cultura
cristiana..." No. Muchos de una familia y cultura cristiana rechazan al
Señor, no quieren. ¿Pero por qué estamos aquí, elegidos por el Señor?
Gratuitamente, sin ningún mérito, gratuitamente. El Señor nos ha elegido gratuitamente. No hemos pagado nada para
convertirnos en cristianos. Nosotros sacerdotes, obispos no hemos pagado nada
para ser sacerdotes y obispos - al menos así pienso, ¿no? Porque hay, sí, los
que quieren ir adelante en la llamada carrera eclesiástica, que se comportan de
modo simoníaco, buscan influencias para convertirse en aquí, allá, allá... los
trepadores. No, pero esto no es cristiano. El ser cristiano, el ser
bautizados, el ser ordenados sacerdotes y obispos es pura gratuidad. Los dones
del Señor no se compran.
Custodiar el
don
La unción del Espíritu Santo es gratuita. “Nosotros,
¿qué podemos hacer?”, pregunta entonces el Papa. “Ser santos”, y la santidad
cristiana es “custodiar el don, nada más”, comportándose de tal manera “que el
Señor permanezca siempre Aquel que hace el don”, y no que yo lo haga “mi
mérito”.
En la vida ordinaria, en los negocios, en el trabajo,
tantas veces para tener un lugar más alto se habla con este funcionario, se
habla con este gobernador, se habla con este de aquí..., porque “pero, dile al
jefe que me lleve...”. No es don; esto es escalar. El ser cristiano, el ser
sacerdotes, el ser obispos, es sólo un don. Y así se entiende nuestra actitud
de humildad, la que debemos tener: sin mérito alguno. Sólo que debemos
cuidar este regalo, que no se pierda. Todos fuimos ungidos por la elección del
Señor; debemos custodiar esta unción que nos ha hecho cristianos, nos ha hecho
sacerdotes, nos ha hecho obispos. Esta es la santidad. Lo demás no sirve. La
humildad de custodiar. Y así, el don. ¿Cuál es el gran don de Dios? ¡El
Espíritu Santo! Cuando el Señor nos eligió, nos dio el Espíritu Santo. Y esto
es pura gracia. Es pura gracia. Sin nuestro mérito.
Olvidar al
pueblo es negar el don de Dios
Finalmente, el Papa subraya que David fue tomado “de
detrás del rebaño”, “por su pueblo”.
Si nosotros los cristianos olvidamos al pueblo de
Dios, incluso a los no creyentes, si nosotros los sacerdotes olvidamos nuestro
rebaño, si nosotros los obispos olvidamos esto y nos sentimos más importantes
que los demás, negamos el don de Dios. Es como decirle al Espíritu Santo: “Pero
tú ve, ve tranquilo en la Trinidad, descansa, yo me las arreglo solo”. Y eso no
es cristiano. Eso no es custodiar el don. Pidamos hoy al Señor, pensando en
David, que nos dé la gracia de dar gracias por el don que nos ha dado, de ser
conscientes de este don, tan grande, tan bello, y de custodiarlo -esta
gratuidad, este don- custodiarlo con nuestra fidelidad.
Debora Donnini – Ciudad del Vaticano
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