El Buen Pastor anunciado por los profetas
Dominio público |
Habiendo llamado a sus doce discípulos,
les dio poder para arrojar a los espíritus inmundos y para curar toda
enfermedad y toda dolencia. Id y predicad diciendo que el Reino de los Cielos
está al llegar. Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, sanad a los
leprosos, arrojad a los demonios; gratuitamente lo recibisteis, dadlo
gratuitamente” (Mateo 9,35 — 10,1.6-8).
I. En la larga espera del Antiguo
Testamento, los Profetas anunciaron, con siglos de antelación, la llegada del
Buen Pastor, el Mesías, que guiaría y cuidaría amorosamente su rebaño. Sería un
pastor único (Ezequiel 34, 23), que buscaría a la oveja perdida, vendaría la
herida u curaría a la enferma (Ezequiel 34, 16). Con Él las ovejas estarían
seguras y, en su nombre, habría otros buenos pastores con el encargo de
cuidarlas y guiarlas. Yo soy el buen pastor, (Juan 10, 11) dice Jesús.
Él conoce y llama a cada una de las
ovejas por su nombre (Juan 10, 3). ¡Jesús nos conoce personalmente, nos llama,
nos busca, nos cura! No nos sentimos perdidos en medio de una humanidad inmensa
y sin nombre: Somos únicos para Él. Podemos decir con exactitud: Me amó y se
entregó por mí (Gálatas 2, 20). Ningún cristiano tiene derecho a decir que está
solo: Jesucristo está con él.
II. Además del título de Buen Pastor,
Cristo se aplica a sí mismo la imagen de la puerta por la que se entra al
aprisco de las ovejas, que es la Iglesia. Jesús ha dispuesto que haya en su
Iglesia buenos pastores para que en su nombren guarden y guíen a sus ovejas
(Efesios 4, 11). Por encima de todos y como Vicario suyo en la tierra
estableció a Pedro y a sus sucesores (Juan 21, 15-17), a quienes hemos de tener
una especial veneración, amor y obediencia. Junto al Papa, y en comunión con
él, a los obispos, como sucesores de los Apóstoles. Los sacerdotes son buenos
pastores, especialmente en la administración del sacramento de la Penitencia, donde
nos curan de todas nuestras heridas y enfermedades.
“Cuatro son las condiciones que debe
reunir el buen pastor: En primer lugar el amor: fue precisamente la caridad la
única virtud que el Señor exigió a Pedro para entregarle el cuidado de su
rebaño. Luego, la vigilancia, para estar atento a las necesidades de las
ovejas. En tercer lugar, la doctrina, con el fin de poder alimentar a los
hombres hasta llevarlos a la salvación. Y finalmente la santidad e integridad
de vida; ésta es la principal de todas las cualidades (SANTO TOMÁS DE
VILLANUEVA, Sermón sobre el Evangelio del Buen Pastor)”
III. Cada uno de nosotros necesita un buen
pastor que guíe su alma, pues nadie puede orientarse a sí mismo sin una ayuda
especial de Dios. Es una gracia especial de Dios poder contar con esa persona
llena de sentido humano y sobrenatural que nos ayude eficazmente. Pero es
importante acudir al que es verdaderamente buen pastor para nosotros, aquel a
quien el Señor quiere que acudamos. Nuestra Madre nos ayudará a encontrar el
camino seguro que nos conduce a Cristo.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org