Tu vocación está ahí, delante de ti, basta con abrir los ojos
y sobre todo el corazón
![]() |
By wavebreakmedia/Shutterstock
|
Ya
no se habla de vocación, excepto para ciertas profesiones: médico, enfermero,
profesor…
Hemos olvidado que la vocación significa
llamamiento. La palabra proviene del latín “vocare” que significa “llamar”. De
una manera u otra, todos estamos llamados por Dios a crecer según su voluntad para participar en la
construcción de un mundo mejor.
Pero es cierto que solemos estar tan
inmersos en nuestras tareas cotidianas que a menudo se nos hace muy difícil
discernir el llamamiento de Dios en nuestras vidas. Renunciar pues a buscar
nuestra vocación, ¿no es negarse a poner nuestra vida en las manos de Dios?
Descubre tus talentos
Para
muchos de nosotros, reconocer nuestras cualidades no siempre es fácil. ¡No
pensamos tener nada excepcional! Por miedo a la vanidad, negamos nuestros
talentos, o incluso tratamos de ser diferentes de lo que somos.
Entonces no vemos el tesoro que Dios ha
puesto en nosotros desde nuestra concepción. Si Dios nos ama con amor
incondicional, como a cualquier padre, más que cualquier padre, se alegra de
vernos ejercer los diferentes talentos que nos ha dotado. No podemos elegirlos, pero podemos
decidir acogerlos con humildad.
¿Cómo
reconocerlos? Escuchemos lo que nuestros cónyuges,
amigos, hijos o colegas aprecian de nosotros. Recibamos estas cualidades como dones
de Dios, dones de su amor.
No esperemos, de la noche a la mañana,
encontrar finalmente la vocación que cambiará nuestras vidas.
Busquemos poner
en práctica y desarrollar los pequeños y grandes talentos que embellecen la
vida cotidiana: la
capacidad de acogida de uno, la fantasía del otro, sus aptitudes culinarias e
intelectuales…
Tomémonos el tiempo para ofrecer un café
a nuestro vecino que no parece estar bien. Seamos más rigurosos en nuestro
análisis, aunque nuestro líder no se dé cuenta.
Ofrezcámonos a ayudar a una asociación
que nos llegue al corazón. Tenemos mucho que ofrecer. Y, al hacerlo, hagámoslo
por Dios.
Dejémonos llevar por la
alegría
Cuando
lo pasamos bien, preguntémonos: “¿Qué fue lo que realmente me hizo feliz?
¿Implementar mis facultades intelectuales y artísticas? ¿Abrirme a mi habilidad
de maravillarme con la vida?”
Una
cosa es cierta: seguir tu vocación te trae felicidad e incluso alegría.
Busquemos lo que da alegría, sentido a
nuestra vida, lo que nos lleva al prójimo.
Seguir la voluntad de Dios es acoger su
proyecto de felicidad para nosotros, aunque nos perturbe en nuestros hábitos.
Aunque no encaje con nuestra idea sobre
el éxito. Desarrollar nuestra riqueza nos da fuerza, nos empuja hacia los demás. Entonces renunciamos más fácilmente a lo
superficial.
Confiemos en Dios y encontraremos lo que
en todo caso es nuestra vocación: hacer de nuestra vida un testimonio de amor,
un testimonio de Dios actuando en el mundo
.
¿Suena demasiado simple?
Dios
no nos pide nada más allá de nuestras capacidades. Nos pide que nos pongamos a
trabajar, a nuestra medida, pero con perseverancia y tenacidad. La oración nos
ayudará a encontrar nuestro camino.
No nos desanimemos y no nos olvidemos de
ofrecerle lo que somos capaces de hacer al pensar: “¡Es tan poco!”
San Pablo nos exhorta: “Transfórmense
interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la
voluntad de Dios”. (Romanos 12:2).
“Conforme a la gracia que Dios nos ha
dado, todos tenemos aptitudes diferentes” (Rm 12,6).
“Con solicitud incansable y fervor de
espíritu, sirvan al Señor.” (Rm 12,11).
Cécile
Lucas
Fuente: Aleteia