La popularización del árbol de navidad es realmente durante el siglo XIX y la representación del nacimiento del niño Jesús, se cuenta que comenzó “con San Francisco de Asís en 1223
San
Pedro en el Vaticano, entrevistamos a Don Sergio Tapia, profesor de
Media Training de la Facultad de Comunicación Institucional de la Iglesia
de la Santa Croce, quien explica de donde viene esta tradición:
"fue en 1982, cuando Juan Pablo II directamente
le pidió al Gobernatorado de San Pedro si se podía instalar un árbol de navidad
al lado del obelisco y un belén monumental para que pudieran los peregrinos
acceder los días de diciembre, previos de la navidad, a este monumento".
Es un símbolo muy importante que “su Santidad Papa Juan Pablo II quería para
recordarles a todos que este símbolo es profundamente cristiano”
asegura el profesor Tapia.
El
árbol de navidad se trata de una tradición también de familia, y que
desarrollamos en nuestros hogares, pero ¿cuál es su origen? Según
Don Sergio Tapia es una tradición muy antigua y “ya en la Sagrada
Escritura aparece en distintos momentos el árbol de la vida en el
paraíso, el árbol de la tentación, el árbol del bien y del mal y el árbol de la
Santa Cruz” explica, de modo que esos árboles “están presentes en muchas
catedrales del medioevo, y también se presenta el árbol de Gesé, el árbol
genealógico de Jesús”.
Aunque
realmente la historia del árbol de navidad – continúa el profesor de la Santa
Croce- “tiene que ver con escoger un árbol siempre verde”. Los
pinos y los abetos principalmente, “eran venerados por muchas tradiciones, no
solamente por los cristianos”. El origen de su tradición – explica – también
fue durante el medioevo cuando en Alemania - al menos así
cuenta la leyenda – puntualiza, San Bonifacio que estaba
intentando evangelizar a los alemanes, se encontró con que ellos adoraban un
robre y ahí hacían sacrificios humanos y entonces este Santo evangelizador
cansado de esta costumbre pagana, “se cuenta que tomo un hacha y de un solo
golpe derribó aquel roble”. Después de esto, continúa narrando, la gente le
pregunto cómo debían celebrar la navidad y San Bonifacio dijo: “un árbol verde
como este abeto (que estaba al lado de aquel roble) nos puede servir, porque
es símbolo de esa vida que no termina, así que podemos decorarlo
con manzanas que nos recuerdan que somos pecadores y con luces
que nos recuerdan que ese pecado lo vence la gracia de Dios”.
Hay
muchas historias, pero la popularización del árbol de navidad es realmente
durante el siglo XIX: “es cuando se empiezan a poner árboles de
navidad como los conocemos hoy en distintos lugares” explica Don Tapia. Y ese
árbol, según el profesor de la Santa Croce, “nos ayuda cuando lo pongamos en
casa porque es un símbolo de una vida que no termina nunca y una vida que
es regalo de Dios”. Mientras que las luces, “nos recuerdan
la gracia de Dios que nos acompaña siempre” y los regalos que vemos en
los pies del árbol “nos recuerdan el regalo más importante que es el
que nos hizo Dios dándonos a su hijo Jesús”.
Por
otro lado, la representación del nacimiento del niño Jesús, se
cuenta que comenzó “con San Francisco de Asís en 1223”. Don Sergio
explica que San Francisco estaba en un pueblito cercano a Roma, llamado
Greccio, en la provincia de Rieti y allí San Francisco “quiere hacer una
representación teatral, un nacimiento viviente con las
personas que estaban alrededor de aquel convento franciscano”. Durante la misa
de media noche se cuenta que en el pesebre que habían dejado allí preparado
para la representación, “apareció un niño en carne y hueso, y lo tomo
San Francisco en sus brazos y a partir de ahí se empezó a difundir la devoción
de poner en las casas el día de navidad, una representación del nacimiento del
niño Jesús”, detalla el profesor Tapia.
Además,
recuerda la importancia de tener el belén en nuestras casas para ser
así “los protagonistas” como quería San Francisco y para poder
meternos “como un personaje en el pesebre”: “a veces nos podremos
identificar con uno de los pastores, a veces podremos pensar en los trabajos
que paso San José, a veces podremos ponernos en los pies de la Virgen adorando
a su hijo o simplemente como un espectador que esta allí pasmado contemplando la
escena” relata, siendo una ocasión “para rezar, para
mantener a la familia unida y para recordarnos que Dios nos ha hecho el regalo
más grande que es darnos a su hijo”.
Antes
de finalizar, recuerda que una de las cosas que ayudan mucho son
“las canciones de navidad”, porque muchas de esas canciones “nos ayudan a
rezar, a encontrarnos con la fe verdadera y a alimentar nuestro corazón para
que no se queden estas fiestas en un simple intercambio de regalos” sino que
nos lleven a pensar “que el regalo más importante es el que nos hizo
Dios”.
De Mireia Bonilla – SpC
Radio
Vaticano