Cada pareja es un misterio y una realidad única, lo que más
importa no es la forma sino la voluntad de rezar juntos
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Branislav Nenin I Shutterstock |
La
experiencia demuestra que la oración conyugal, como la oración en familia,
presenta algunas dificultades: el tiempo dedicado a ella, el contenido de la
oración, la superación del conformismo y de la rutina, la reserva personal de
cada persona en cuanto a la expresión de su relación con el Señor…
El error sería creer que
estas dificultades son insuperables… Rezar
individualmente, se aprende, rezar juntos, ¡también se aprende!
Los preparativos iniciales
deben ser sencillos. Debemos confiar totalmente en el Señor; si Él quiere esta
oración en común, Él dará los medios para hacerlo. Todo lo que nos pide es
nuestra voluntad y perseverancia para aprender.
¿Por dónde empezar?
Dedicarse por lo menos diez
minutos, no excesivamente tarde por la noche, después de que los niños se hayan
ido a la cama, un momento en el que no sea probable ser molestado.
Empezar estando de pie uno al lado del otro, en
silencio, con la actitud corporal que conviene a cada uno… ¡y que no es
necesariamente la misma!
Recogerse, entregar su
corazón al Señor… Invocar al Espíritu Santo: “Ven
Espíritu Santo, ven, ora en mí.” Podemos
satisfacernos con esta oración silenciosa durante un largo período de
aprendizaje en el que simplemente nos acostumbramos a permanecer juntos ante el
Señor.
Podemos terminar con un
Padrenuestro y un Ave María, rezados muy lentamente.
Si aceptamos pasar por este
primer estado de pobreza, veremos que el Espíritu Santo nos hará expresar poco
a poco algunas palabras interiores: acción de gracias, peticiones, etc.
Luego
podemos expresarlas brevemente en voz alta, para compartirlas con nuestro
cónyuge, pero necesitamos ser mesurados.
Compartir la oración en voz
alta “rompe el hielo”, nutre la oración, hace crecer la comunión, nos
edificamos recíprocamente… ¡Pero cuidado con el parloteo!
También es posible comenzar
la oración compartida con la acción de gracias y la alabanza.
Y podemos facilitar este compartimiento de la oración usando
un salmo. Debemos aprender a conocer y usar los
salmos, porque es orar a Dios con las palabras que Dios mismo nos dio y que
Jesús usó para su propia oración.
La oración puede continuar confiando al Señor algunas intenciones personales, donde las
alegrías y las preocupaciones familiares, la vida de
las comunidades humanas y cristianas a las que pertenecemos, las grandes
intenciones de la Iglesia universal encontrarán su lugar.
Orar como pareja para
entenderse mejor
¡La
clave de la oración es empezar bien! Recogimiento, esfuerzo de silencio externo e interno, adoración del corazón… Si empezamos bien, el resto sigue, si nos quedamos
humildes, si nos dejamos llevar por el Espíritu Santo.
No hay que preocuparse
excesivamente por “distracciones” que no se pueden evitar totalmente. Además,
uno no debe juzgar su oración…
Una “buena oración” es
aquella que se hace todos los días, de la que salimos relajados, pacificados,
reconfortados, con más confianza, esperanza y amor.
Este tiempo de oración
juntos sirve para acercar a los esposos, para borrar los pequeños
enfrentamientos cotidianos, para armonizar los pensamientos y los deseos.
También puede ayudar a
reanudar un diálogo regular entre los cónyuges. La falta
de diálogo, porque no tomamos el tiempo adecuado, es una de las causas más
frecuentes de rupturas en la vida matrimonial.
Por Jean-Régis Fropo
Fuente:
Aleteia