El Arzobispo de París permitió fabricar la medalla tal cual había aparecido en la visión, y al poco tiempo empezaron los milagros
Dominio público |
Nuestra
Señora abrió sus manos y de sus dedos fulgentes salieron rayos luminosos que
descendieron hacia la tierra. María Santísima dijo entonces a Sor Catalina:
"Este globo que has
visto es el mundo entero donde viven mis hijos. Estos rayos luminosos son las
gracias y bendiciones que yo expando sobre todos aquellos que me invocan como
Madre. Me siento tan contenta al poder ayudar a los hijos que me imploran
protección. ¡Pero hay tantos que no me invocan jamás! Y muchos de estos rayos
preciosos quedan perdidos, porque pocas veces me rezan".
Entonces
alrededor de la cabeza de la Virgen se formó un círculo o una aureola con estas
palabras: "Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que
recurrimos a Ti". Y una voz dijo a Catalina: "Hay que
hacer una medalla semejante a esto que estás viendo. Todas las personas que la
lleven, sentirán la protección de la Virgen", y apareció una M, sobre
la M una cruz, y debajo los corazones de Jesús y María. Es lo que hoy está en
la Medalla Milagrosa.
El
Arzobispo de París permitió fabricar la medalla tal cual había aparecido en la
visión, y al poco tiempo empezaron los milagros. (lo que consigue favores de
Dios no es la medalla, que es un metal muerto, sino nuestra fe y la
demostración de cariño que le hacemos a la Virgen Santa, llevando su sagrada
imagen).
En esta capilla escogida por Dios, la Virgen María en
persona ha venido a revelar su identidad por medio de un objeto pequeño, una
medalla, destinada a todos sin distinción!
La identidad de María era tema de controversias entre
teólogos desde los primeros tiempos de la Iglesia. En 431, el Concilio de Éfeso
había proclamado el primer dogma mariano: María es madre de Dios. Desde 1830,
la invocación « Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que
recurrimos a ti » que se levanta hacia el cielo, mil y mil veces repetida por
miles de almas cristianas en todo el mundo a petición de la Madre de Dios, va a
producir su efecto.
El 8 de diciembre de 1854, Pío IX proclama el dogma de
la Inmaculada Concepción: por una gracia especial que ya le venía de la muerte
de su Hijo, María fue concebida sin pecado.
Cuatro años más tarde, en 1858, las apariciones de
Lourdes van a confirmar a Bernadette Soubirous el privilegio de la madre de Dios.
Corazón Inmaculado, María fue la primera rescatada por
los méritos de Jesucristo. Es luz para nuestra tierra. Todos estamos
destinados, como ella, a la felicidad eterna.
Unos meses después de las apariciones, sor Catalina es
destinada al hospicio de Enghien, en el distrito 12 de París, para cuidar a los
ancianos. Se pone al trabajo. Pero la voz interior insiste: hay que hacer que
se acuñe la medalla. De eso Catalina vuelve a hablar a su confesor, el Padre
Aladel.
En febrero de 1832, hay en París una terrible epidemia
de cólera, que va a hacer más de 20.000 muertos. Las Hijas de la Caridad
empiezan a distribuir, en junio, las 2.000 primeras medallas acuñadas a
petición del padre Aladel.
Son numerosas las curaciones, lo mismo que las
protecciones y conversiones. Es un maremoto. El pueblo de París califica la
medalla de «milagrosa».
En el otoño de 1834 ya hay más de 500.000 medallas, y
en 1835 más de un millón en todo el mundo. En 1839, se ha propagado la medalla
hasta alcanzar más de diez millones de ejemplares.
A la muerte de sor Catalina, en 1876, se cuentan más
de mil millones de medallas.
Fuente: ACI